Capítulo único

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I

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I. Eros

Es fácil encontrártelo, deambula por los pasillos del castillo, mueve la cadera de un lado al otro con una soltura hipnótica a los ojos, sus pasos son lentos y medidos, de piernas largas y esbeltas. A veces, se encuentra en los rosales, tiende a inclinarse para oler los pétalos de las flores; aquella vista también es fabulosa.

No hay nadie que no lo conozca, sea por la razón que sea. Dicen que lleva el cabello rubio platinado por los hombros, se sacude con una brisa suave que nadie más parece percibir, y llama la atención bajo cualquier tipo de luz. También cuentan que, una vez, un muchacho se arrodilló para declararle su amor en medio de un pasillo, le besó la punta de las botas después de que se lo hubiese pedido, y él se rio.

No es el amor. Es la atracción física, es la ilusión, el deseo, lo efímero. Es lo que hace a tus manos sudar y a tu boca secarse o salivar de más, es la razón de que tu piel se caliente, es el motivo de tus rodillas a punto de flaquear, de la mente embotada, de la cordura perdida.

Cuando él te dice que te desnudes, lo haces. Demasiado rápido, demasiado ansioso.

Cuando él te dice que lo beses, lo haces. Demasiado necesitado, demasiado acelerado.

Él agita las pestañas y consigue lo que quiere. Lo sabes, siempre lo has sabido.

Es la forma de ser de las cosas.

No hay cuidado, no hay delicadezas, ningún tipo de consideración. Es lo fugaz, los borrones de movimiento, el vaivén de las caderas, el choque de pieles y los sonidos húmedos, los chirridos de las camas.

Es el empuje, duro, brusco, animal.

Es el no poder apartar la mirada de su rostro.

Muchas veces, también es el irse con alguien más, el ser engañado, y el llanto descontrolado de una pasión ahogada, cuando te ha dejado.

Se llama Draco Malfoy, y aunque lo mejor es que te mantengas alejado del amor sexual personificado, Harry se ha enamorado de él.

II. Ágape

Casi nunca lo ves, aunque todos digan conocerlo. Le gustan los pasadizos ocultos, los salones cálidos y permanecer horas bajo las cobijas, resguardado del atroz frío de Escocia.

Es Harry Potter, pero es más sencillo decirle Ágape. El amor incondicional.

Es sonrisas al despertar y pensar en alguien, es cuando lo ves dormir en un sofá y lo cubres con una manta, es el abrazo largo y sin aviso cuando lo necesitas, el beso en la frente cuando se despiden.

Es la calidez en el pecho, el cosquilleo en el estómago, la risa aguda y descontrolada.

Es la respiración pausada y regular en la almohada junto a la tuya, el latido sincronizado de dos corazones, susurros y apodos afectuosos.

A Eros nadie lo quiereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora