—¡Vamos Hanta! Solo será un pequeño corte. Nada más... No te haré un corte punk o algo por el estilo —mencionó la rosada con unas tijeras en su mano derecha y en la contraria una peineta— porfis...
—¡No Mina! Se que no le harías nada malo a mi cabello, pero ¡Lo aprecio mucho como para desgastarlo!
—¡Anda, anda! Te veras genial. Hasta, podrías conquistar a la persona que te gusta... —dijo con picardía la rosada. alzando ambas cejas de forma "seductora".
El pelinegro se lo pensó un rato. Para imaginar a aquella persona especial con una sonrisa y un sonrojo en sus mejillas. Saliendo de aquella fantasía, suspiró derrotado.
—Venga. Puedes hacerlo.
—¡Te amo Seruuu!~
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—No, yo digo que si valió la pena. No fué lo que esperábamos; tal vez. Pero estuvo increíble —El joven rubio se servía aquella soda en un vaso de vidrio. Comentando sobre la película que había visto junto a sus amigos (el ceniza y el teñido) al cinema.
El pelirrojo tragó el liquido que había en su boca, estaba tomando agua. Secando su cabello, dejando a la vista la gran diferencia entre el rojo de sus cabello y el azabache de su raíz natural.
—Pero ya estábamos al tanto con los spoilers... —El ceniza le calló la boca.
—Y una mierda. Una película es una película, así que cierren el culo los dos.
La pelirosa llegó muy alegre, saltando varias veces. Con una sonrisa muy grande en su rostro.
—¡Chicos, chicos! —llamó la atención de los tres chicos en la sala— Les presento mi obra maestra... ¡Cambié la apariencia de Seru! Les presento a su "nuevo"... ¡Sero Hanta!
Los tres chicos se quedaron petrificados en sus lugares. Mirando al sonriente pelinegro que había invadido la sala.
Pues el chico tenía un peinado diferente. Su típico cabello largo azabache había desaparecido, ahora llevaba el cabello encrispado hacia arriba. Con un lechón cayendo por su frente y algo rapado en los costados.
—¡Hey chicos! ¿que tal la película?
Los tres chicos se sonrojaron violentamente. Kirishima había escupido el agua que estaba a punto de tomar, Kaminari estaba tirando la soda que sobresalía de su vaso. Y Bakugou estaba que se le metían las moscas a la boca.
—Heh... Cierren el hocico que hay moscas en la sala.
