VIII

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Nota: Gracias a tod@s los que leen hasta acá y se emocionan, son la mejor parte de escribir. Quiero leer sus comentarios. Los quiere, G.

Capítulo 8:

El reino de las estrellas


Un pestañeo y apreté los ojos con fuerza. Dos pestañeos. Tres. Volví a apretar los párpados antes de poder enfocar la vista en la luz blanca y fluorescente que tenía encima. Lo último que había visto eran los ojos pardos antes de la bajada de adrenalina y del desmayo.

«¿Dónde estoy? ¿En una enfermería? ¿En el cielo? ¿En el ritual satánico de Krishna?».

Y recordé.

Me habían capturado los lumbianos. Había conocido a la verdadera reina de Lumba, la madre biológica de Theo. Krishna. Y casi morimos. El Ser misterioso de aura dorada me ayudó. Exploté la pared. Logramos escapar. Hubo una batalla... fea y dura. Al final... Theo. Estaba con Theo y con Inago, a salvo.

Moví la cabeza. Una chica de cabello oscuro y corto hasta el cuello, con sus brazos llenos de vendas y un tobillo alzado en el aire, estaba recostada en la camilla junto a la mía, durmiendo. Rayna.

Miré hacia el otro lado. Un hummon de cabello castaño claro, pestañas largas, tan musculoso como muchos guerreros, tenía yesos en sus manos. Aún llevaba la parte inferior de su traje, y el torso estaba herido y descubierto. Malek.

Ellos dos habían estado conmigo.

Me removí y tuve punzadas de dolor en distintos puntos del cuerpo. No recordaba haber tenido dolor antes, pero el sistema nervioso simpático ya estaba durmiendo y ahora sentía que me habían atravesado mil cuchillas.

Emití un gemido de dolor y me apoyé en los codos.

Estábamos en una pequeña sala que no parecía una enfermería; era más grande, más equipada, con máquinas emitiendo sonidos constantes... Un hospital. Había tres camillas más con tres hummons, evidentemente heridos. Todos dormían.

Empujé los pies hacia un costado y logré sentarme en el borde de la cama. Me bajé y caminé despacio hacia la puerta blanca, pero un tirón en mi brazo me detuvo. Seguí los cables con la mirada y vi que estaba conectada a varias bolsas de suero, o lo que fueran. «Genial». 

No lo pensé; tiré de la cinta adhesiva del interior de mi codo y la aguja salió con ella.

Tomé la manija y abrí lentamente la puerta, asomando la cabeza. Una enfermera vestida con una bata blanca levantó la vista al oírme.

—Princesa —jadeó y se levantó con urgencia, caminando rápido—. Ha despertado demasiado pronto. —Me afirmó de un codo y con su otra mano me revisó la zona donde me había quitado la vía—. Debe ser por su poder. Regrese a descansar. —Me encaminó hacia atrás.

—Necesito... —mi voz salió tan ronca que tuve que aclararme la garganta—. Theo Jatar, debo hablar con Theo Jatar —pedí, forcejeando para no retroceder.

La enfermera suavizó la expresión.

—Él estuvo todo el tiempo aquí desde que usted llegó. Recibió una notificación del Consejo, dijo que volvería en un rato —explicó con una pequeña sonrisa—. Necesita volver a descansar o el agente Jatar nos regañará a las dos.

Resoplé.

—Él no puede regañarme. —Hice fuerza contraria. Había una guerra, no había tiempo para dormir. Aún no recuperaba a mi mamá—. Necesito hablar con los agentes de elite de Atanea que estén... ¿Qué es este lugar? —Fruncí el ceño, con la confusión bailando en mi mente.

Princesa de sangreOnde histórias criam vida. Descubra agora