Capítulo 1

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Los sueños de los robots saben a aceite y a electricidad, como los de cualquiera. Pero tienen flores y cristales que nadie más puede ver, angustias más insondables, trampas lógicas...

Alberto Chimal



Dicen que lo que vemos no es realidad, son configuración de nuestro cerebro para darle forma y color a lo que vemos. Los ojos son sólo espejos, nos muestran un reflejo complejo donde un mecanismo complejo alojado en una parte del cerebro interpreta aquel código, por ello todos ven de diferente forma, comprenden y compaginan con otros una vez se les explica. Extraño, pero si te pones a analizar se puede llegar a esa conclusión, sin embargo, para Daiki aquello era surrealista e irrelevante. No sólo por el hecho de haber visto, sino por lo que ahora ve.

No hay variaciones de colores, no hay azul, rojo o amarillo, tampoco verde, morado o magenta. Simplemente, no hay color. Y lo detesta, odia no poder ver los colores, diferenciar una cosa por ello cuando era parte de su día a día. No extraña el blanco o negro, esos se volvieron sus colores primarios, los secundarios, terciarios y los que siguen son sólo variaciones de los primeros.

Siempre una película a blanco y negro, sólo que la de él... era para siempre.

No conforme con eso, en su brazo yace un ave fénix, envuelto en fuego, ardiente y crepitante, mostrando todo su poder como el ave milenaria que es, abajo, siguiendo el ondular de las llamas hay unas letras, quédate, no vueles. No comprende el mensaje, ni tampoco porque es la única cosa en la cual puede ver color y ciertamente no le interesaba saber hasta que su madre le explico.

Era la forma en la cual encontraría a su soulmate y, mientras escuchaba la explicación de su madre, su cerebro no paraba de reírse. ¿Cómo sería posible encontrarlo si se guiaban principalmente por el color de los ojos? ¿Cómo lo sabría él? ¿Iría preguntado a cuanta persona encontrará de qué color eran sus ojos y de paso que le mostrara su marca? ¿Qué le dijeran sus palabras? ¿Cómo encontrarse cuando no se ve?

¿Qué tan maldito podía ser el destino?

No debió preguntar, nunca se hace esa pregunta porque siempre es contestada, las películas lo demuestran, incluso los libros, ¡maldita sea! Así de idiota era, su mundo se fue apagando, no sólo no veía colores, no sentía y tampoco tenía ganas de vivir, lo único que encontró se lo arrebataron, porque la perfección era ley. Él se volvió perfecto, perfectamente un animal, era sólo instinto, su razón se iba apenas ponía un pie en una duela o tocaba un balón. No recibía regaños al jugar solo, no hacía pases y tampoco pedía el balón, él sólo lo tomaba. Era mejor así, acostumbrado a que siempre le miren con temor por su cuerpo y la forma de sus ojos.

Eso le fastidiaba más. No era su culpa haber sufrido un accidente, no era su culpa que su cuerpo se formateara para sobrevivir y tampoco era su culpa por cómo veía. Nada lo era.

Nada pidió.

Y todo se le fue dado.

Daiki comenzaba a cuestionarse hasta la existencia misma, cuando se desesperaba o temía cometer alguna tontería, o no podía más. Acariciaba el tatuaje en su brazo, calmándose así mismo, lo delineaba, cada trazo, ondulación se la sabía de memoria igual que sus palabras. Quédate, no vueles. ¿Quién volaría sin alas?

A Daiki se las cortaron apenas abrió los ojos.

*

*

Ocultando, cayendo y guardando. No más sonrisa, juegos u ocurrencias. Paso de ser una persona a un robot, no había sentimientos o reacciones. Sus padres le dejaron estar igual que sus hermanas, Satsuki fue la única con los pantalones puestos para retarlo, arrastrarlo a lugares e invadir su espacio personal, la que le obligaba a comer o hasta alimentarlo en la boca. No se quejaba porque ella era su salvavidas. La que le llevaba a clases, juegos o salidas, la que no necesitaba palabras de su boca para entenderle, para meterse en su cama y abrazarlo, para escuchar música o ver películas, para que hablara sin cesar o le llevará por un helado. Ella no le trataba diferente.

RobotWhere stories live. Discover now