Blood songs

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Dark! Draco

Harry apretó sus manos sobre sí, tembloroso. En aquella mansión siempre hacía frío, algo que Draco no parecía entender. Para el rubio, aquel era un lugar acogedor y lleno de vida, perfecto para ambos.

"Cómo sea" resopló Harry para sí mismo.

A cómo iban las cosas, tal vez nunca lograría convencerlo. Si algo tenía Draco Malfoy es que podía ser un cretino cuando quería.

Volvió a remover sus manos, y se acercó más a la hoguera, negándose a pensar más en ello. Pronto él llegaría, y ya no tendría más problemas de frío.

Las horas pasaban, y Harry creía tal vez estar olvidando algo. El golpeteo del reloj le producía incomodidad, sin saber exactamente porqué.

Ya era tarde, las 9 para ser exactos. Draco ya debería haber llegado.

Decidió colocar el sofá dónde estaba sentado frente a la chimenea, pensando que tendría que dormir allí. No le gustaba la idea de ir a la cama sin el calor de su amado novio.

No supo bien cómo, pero de pronto ya estaba envuelto en sábanas sobre el sillón, abrazado a una de las camisas de él. Su aroma lo tranquilizaba, le hacía sentir completo, calmado. Sin pensarlo cerró los ojos y se quedó dormido allí mismo, sin siquiera quitarse los lentes.

Y fue en esa misma posición que Draco lo encontró. De su cabello platinado chorreaba agua por el torrencial que caía afuera, y en su ropa había cierto líquido que brillaba entre toda aquella humedad.

Sin dudarlo se agachó junto al menor, y sonrió con suavidad. No pudo evitar soltar en un suspiro el nombre del salvador del mundo mágico, tomando con suavidad su rostro entre sus manos.

—¿Draco...?— preguntó él con la voz ronca y los ojos entreabiertos ya que acababa de despertar de improviso. Sentía las manos frías del mayor en su piel tersa, pero aquello no le molestó.

A Draco por su lado le causó ternura el somnoliento estado de su pareja, y terminó dándole un suave beso en los labios, sin dejar de acariciar su rostro.

—¿Dónde estabas?— Harry se levantó del sillón mientras decía aquello, enfocando sus ojos esmeralda sobre los plata. Draco siguió acariciando su cara, y solo hasta ver las manchas rojas en la piel blanca que tanto lo obsesionaba fue que recordó un pequeño detalle. Tenía las manos completamente llenas de sangre.

— Merlín, mira como te dejé— mascullo haciendo una mueca e intentando torpemente limpiarse en su ropa.

Harry miró hacia sus manos y no le fue difícil atar cabos. Sin embargo, simplemente esbozó una suave sonrisa y negó con la cabeza, poniendo una de sus manos en una  sus mejillas.

—Descuida, sé que estabas haciendo lo correcto— susurró levantándose para dejar un suave beso en su mejilla —me iré a limpiar, ¿Sí?

No hizo falta que Draco asintiera, pues Harry ya se había ido camino a las escaleras, seguramente con destino al baño.

El Slytherin por su parte fue hacia el lavabo de la cocina, y abrió el grifo dejando correr el agua. Según parecía, se había excedido con el sectumsempra, hechizo cortesía del mismo Harry Potter. O al menos del anterior Harry Potter, del que todos conocían.

Había drenado cada gota de sangre de aquellos estúpidos muggles, y en realidad no se arrepentía en lo absoluto.

Recordar lo que había hecho ese día le producía un placer indescriptible.

Primero llegó a una casa a las afueras de una pequeño pueblo muggle. Se encontraba buscando a un grupo de traidores a la sangre cuando encontró a esa familia.
Una pareja, con dos pequeños bebés. Gemelos probablemente, de no más de un año.

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