Silencio.
—Ah, vale, entonces no estabas de coña.
—¿Por qué has creído que sí lo estaba?
—Aitana, que me has llamado de la nada, en el medio de la tarde, pidiéndome que viniese al mismísimo Teatro Real lo más pronto posible para bailar, ¡claro que creí que estabas de coña!
La catalana negó con la cabeza, y sonrió con dulzura ante la incredulidad de la persona frente a ella.
—No quiero presionarte, pero eres literalmente mi única esperanza —le dijo, con una mano en el corazón.
Marilia abrió los ojos de par en par y se tapó la boca con ambas manos.
—¡Aitana, por Dios!
—¡Perdona! —dijo, notando lo alterada que la había puesto de repente—. Pero si me he acordado de ti es también porque creo que eres la persona perfecta para hacer esto, por la forma en la que bailas, por la delicadeza que desprendes.
—Pero, Aitana, Dios mío, que yo no soy profesional —insistió la canaria, negando con la cabeza, mientras sentía una presión desconocida en el pecho, tanto que todavía no podía decir si era de emoción o miedo—. Que solo soy una estudiante de enfermería, apenas sé lo que estoy haciendo cuando bailo, yo no...
—Eres una bailarina, independientemente de lo demás. Solo se hace falta talento y entrega para serlo, y tu eso tienes de sobra —la detuvo, para hacerle entender—. No te menosprecies solo por no ser «profesional» —añadió, haciendo comillas con las manos—. Que yo tenía tu edad cuando bailé de forma «profesional», pero antes también me consideraba bailarina. Siempre lo fui.
Era algo confuso con las personas que se dedicaban al arte, ¿cuándo podías considerarte pintor? ¿Y cantante? ¿Y poeta? ¿Cuando ganases dinero por eso? ¿O cuando sintieses que te ese algo que se te daba bien te hacía feliz? No era tan textual como el tener un título al respecto como cualquier otra carrera, que se consideraba abogado, por ejemplo, después de sacarse el diploma, pero los años de estudio estaban igual, de esfuerzo, los mismos que dedicaban los artistas por sus sueños, para después no ser reconocidos sino hasta que por fin eran visualizados por todos.
Pero Aitana nunca creyó en eso.
Se consideró bailarina desde que se colocó zapatillas de ballet en sus pies regordetes de tres años y notó que era algo que amaba hacer, y creyó a Luis guitarrista solo con oírle a escondidas por las noches cuando él creía que ella dormía. Iban más allá de los reconocimientos exteriores, lo importante era que ellos mismos tuviesen claro, en su interior, el valor que tenía su esfuerzo, el valor que siempre iba a tener.
—Es que es muchísimo —se justificó Marilia, tratando de procesar sus emociones—. Lo más que he bailado ha sido en las muestras de Triunfo, y no se comparan en nada con el Teatro Real, Aitana, jo —dijo, susurrando—. Tengo mucho miedo de no estar a la altura y es súper pronto...
—Puedes probarlo, sin compromisos —le aclaró la catalana, tratando de transmitirle algo de calma—. Déjame explicarte: los directivos de la obra han quitado a Magnolia como titular por el escándalo de la demanda al director, y yo no voy a permitir que me desestabilicen la mariposa por sus santos cojones así como así. Voy a cambiar el final. —Marilia abrió la boca, sorprendida—. A su final original. La mariposa va a vivir. Y necesito cambiar el baile de esa escena, y he decidido ponerle algo de contemporáneo, y no necesariamente ballet puro y duro, para reflejar la ilusión del momento. Y creo que eres perfecta para eso —terminó de contarle, lentamente—. Además, tu misma me has dicho lo mucho que conoces mi obra, sé que sabes los pasos en general, ¿o me equivoco?

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El cerebro de la mariposa
Fanfiction[Aiteda. Universo alternativo] La mariposa monarca tiene un cerebro de apenas del tamaño de la cabeza de un alfiler, pero posee una brújula cuyo referente fijo es el Sol, con un reloj circadiano sumamente exacto basado en un ciclo de veinticuatro ho...