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Habían pasado ya unos meses, había sido duro pero entre caídas y recuperaciones habían sabido avanzar y salir adelante. Palabras bellas y otras no tanto, habían sido protagonistas de la instancia de aquellos dos amantes que no hacían más que amarse desenfocados de cualquier mínimo detalle que les hiciera creer que eran incapaces de hacer algo que no fuera ser mejores para ellos mismos.

Connor miraba como nuevamente en una reunión de grupo el padre de su novio trataba de sacarlo de sus casillas pero esta vez era diferente a cuando llegó. Evan sentía rencor, no odio, pero era una sensación que conocía, era el dolor de sentir que su padre no había sido suficiente y que él no fuera suficiente para una persona así.

Ahora, esos pensamientos solo se desvanecían como las exhalaciones en una corriente de aire, y aquellos ojos en los que había quedado atrapado hace tanto tiempo, solo miraban tristemente a aquél hombre destruido delante de él.

"¿Qué, qué tanto miras?¿El gato te comió la lengua?" Se burló prepotente.

" A ti" respondió directo después de toda las habladurías que había soltado su progenitor.

" ¿Qué?" Preguntó descolocado.

" Te miro a ti...y me pregunto a mi mismo..¿A-alguna vez podremos hablar honestamente de lo que ocurrió?"

Estaba siendo maduro, estaba aceptando escuchar, y estaba aceptando ser escuchado. A veces los adultos cometen errores, al igual que siempre, ya que alguna vez fueron igual de jóvenes que todos, y tuvieron aquel dilema sobre la adultez ¿Por qué existe tal disgusto al reconocer la propia equivocación?¿Es el miedo?¿Es la vergüenza?¿O es solo la culpa de no poder hacer algo bien a pesar del tiempo y lo aprendido?

Mark Hansen, no era una buena persona, pero a pesar de ello tampoco era una mala persona. Evan tampoco lo entendía en un comienzo, pero por primera vez en su vida, quiso pensar en ser su padre, y la única respuesta que encontró fue que estaba equivocado, pero que a diferencia de sí mismo, Mark no había tratado de resolver sus errores, solo los estaba ignorando.

" Yo..."aquél hombre que por dentro solo era débil, titubeó y luego solo decidió hacer lo único que sabía " Deja de decir tonterías".

Él huyó.

Evan no lo culpaba, él también había huido alguna vez, pero el aceptó su propio error, porque había aprendido que podías huir a veces pero no siempre.

Luego de haber terminado esa extrañamente tranquila reunión, decidieron ocultarse en el jardín del hospital y compartir los dulces que había ocultado Connor. Zoe había sido la distribuidora, recordaban la anécdota con mucho humor, "¿Cómo es posible que quieran hacerlos recuperar el sentido de la vida si les dan de comer mierda?" Y sí, su madre la había reprendido por haber sido tan directa pero sabían que tenía razón.

" Estoy agotada"soltó Michelle lanzándose en el frondoso césped, con ambas manos en su estómago " Recuerden decir ¡No, no rotundo, no más dulces! La próxima vez"

" Preciosa, linda, hermosa" inició Eric cariñosamente " eso dijiste la vez pasada, y me amenzaste"

" No creo que haya sido taaan mala" habló soltando un pequeño eructo al final de su dudosa afirmación.

"Lo amenazaste con castrarlo" habló Evan tratando de no reír.

"¿En serio, chicos, a caso nunca se los han dicho?"

"Sí, pero no con una tijeras para zurdos y la jeringa con anestesiador, solo que en tu extraña fantasía tendría..¿Qué era, veneno de ratas?"continuó Connor riendo acaloradamente.

"Era veneno de escorpión, para ser precisos" alzó las cejas Eric.

Los tres chicos rieron sin compasión por la joven que sabía que sí emitía una sola carcajada tendría que entrar al recinto cautelosamente con el vomito en la boca para no ser descubierta.

"Okay, iré al baño" soltó arrepentida de haber tan solo pensado en ello.

"¡Lo sentimos, Michelle!" Se burló Connor, extrañamente ellos se habían hecho muy cercanos debido a los gustos en general en común, y por las malas experiencias con la escuela secundaria. La diferencia es que Michelle no se había graduado, de hecho, no había finalizado el último año.

Había sido difícil para ella tener que afrontar el día a día rodeada de gente, que a pesar de estar a su lado, no eran remedio para su inexplicable soledad. Cuando estaba en el penúltimo grado de secundaria había iniciado una de sus peores recaídas, y su padre la había hecho pasar uno de los peores sustos de su vida. Trataron de preguntar muchas veces sobre lo que habría ocurrido ese día, pero ella era incapaz de decir un mínimo detalle, solamente dejando escapar un “Nunca más volvió a ocurrir”. Era un recuerdo que le atormentaba dejándola a la deriva y sin confianza alguna en sus progenitores, que la harían tomar la drástica decisión de atravesar el problema sin que sus padres supieran, después de todo, Michelle poco y nada hablaba de su vida. Pero esta vez todo se había ido en lo profundo de un huracán interminable que recaudaba cada problema peor que el otro para hacerla estallar.

Un día inesperadamente sintió que no tenía fuerzas para ir donde alguien la conociera, así que saltó clases repetidas veces, tantas veces hasta que frente a sus ojos ocurrió lo peor. Michelle tuvo un ataque en medio de la calle.

Ella recordaba haber sentido como todo su mundo se desmoronaba en segundos, recordaba estar tan desesperada por una respuesta y salvación de aquella sensación amarga y vacía, sentía que podía llorar por horas sin detenerse, pero rogaba porque aquella situación acabará en minutos...entonces pasaron días, y no se detuvo en absoluto.

La forma en la que había llegado al hospital habría sido abrupta y casi inconsciente, siendo arrastrada por sus propias adicciones y límites traspasados. Ella deseó haber confiando en sus padres, deseó haberse quedado con sus amigos y deseó nunca haber probado los límites de lo inexistente, con su cuerpo intoxicado y lleno de nada, tuvo que mirar los rostros decepcionados de sus padres y esperar con detenimiento no tener que ver cómo su matrimonio se rompía con aquella olvidada y pasajera infancia que se había tragado la tierra en uno de sus cuantos desórdenes naturales, que está vez la habían convertido a su propia figura a través del espejo como un grieta que no podría volver a llenar con chatarra, ni drogas o mucho menos alcohol.

Michelle conoció a Eric como si una ráfaga de luz hubiera intervenido en su pupila, un brillo que a menudo iba descubriendo a más profundidad había sido tallado por monstruos y sombras que quemaban el alma pulcra. Lo vió sonreír y escuchó sus patéticos intentos de comediante, hasta que una noche después de escapar al otro lado del patio de invitados, miró como toda luz se apagó dejándose ver bajo la luna menguante, como un sombra tachada en las sobras que alguien más habría dejado después de que está se nublada y dejara de servir. Fue espectadora de cómo Eric se rompía en pedazos, con gemidos dolorosos provenientes de su propio llanto, con el cuerpo débil debido a los calmantes y tratando de sacar fuerzas para lanzar piedras a la propiedad privada de al lado, desesperado, casi sin alma. Vió como su maravilloso amigo, que era la luz de sus días, se dejaba caer sobre sus rodillas y rogaba por el fin de su propio sufrimiento.

Michelle juró algo ese día, que saldría de ahí, mejoraría y esperaría por todos sus amigos, se haría fuerte y construiría un futuro lo suficientemente estable y cálido que logrará reparar los corazones de todos, incluso el suyo.

Finally, Found.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora