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Aunque fascinado por el Ivlis que actuaba como un animalito salvaje sin control, Satanick tenía que demostrarle que él no era una presa fácil. Por lo que en un rápido movimiento, desvió la alabarda que se dirigía a él y alzando a Ivlis con sus garras sombra lo arrojó hasta el centro del salón como si no fuera más que un maniquí de paja.

Ivlis no podía respirar, aturdido por el golpe luchaba por levantarse pero el pánico comenzó a invadirlo al darse cuenta que estaba atrapado contra el piso y que le era imposible invocar sus poderes, era como si una banda lo envolviera y le impidiera moverse. Levantó el rostro al mismo tiempo que el dolor se expandió a través de su cuerpo y lo que vio lo dejó atónito, lo que creía era una banda de acero en realidad eran las garras sombra de Satanick que lo acorralaban y se ajustaban más a su cuerpo.

Con un lento caminar, el Diablo de Pitch Black llegó hasta donde estaba Ivlis y su rostro se iluminó al darse cuenta de cómo este lo veía desde abajo con el ceño fruncido, creía que el pequeño Diablo se iba a acobardar, pero ver ese fuego indomable en su mirada aun cuando había un rastro de desesperación en su rostro lo complacía. Satanick ejerció más fuerza sobre sus garras sombra, y tarareando una alegre canción se acercó a Ivlis para dedicarle una sonrisa torcida junto a una mirada llena de desprecio.

— Parece que alguien necesita ser disciplinado.

Ivlis dejó de respirar al sentir el frío tacto de Satanick sobre su rostro, y mientras los largos dedos del Diablo de Pitch Black acomodaron uno de sus mechones negros detrás de su oreja Ivlis pudo ver la oscura mirada amatista sobre la suya. Maldecía el momento en que se había quitado la bufanda, siendo el sustituto de sus alas, tal vez si la tuviera con él podría salir volando de ahí, pero sin ellas estaba a merced de Satanick.

— ¿No te vas a dignar a hablarme? ¿Dónde quedaron todas esas amenazas, cucarachita?

Como respuesta, Ivlis le dio un gruñido gutural acompañado por una mirada fulminante. Satanick soltó una risita y volvió a acariciar el rostro de Ivlis. Estaba totalmente encaprichado con la tibieza que desprendía la piel del otro, siempre estaba a la temperatura perfecta que le recordaba a un cálido día de verano, sentía que al tocarlo podía estar a un lado del Sol que le habían negado tener.

Su hermano, Fumus, en el momento en que le concedió el inframundo lo había condenado a la parte más árida, oscura y fría del mundo que ambos compartían, una que nunca era tocada por el Sol que iluminaba y fabricaba los arcoíris que reinaban en el mundo de Fumus. Satanick todavía recordaba lo mucho que le había rogado a su hermano para que le permitiera tener su propio Sol, como todos los demás inframundos que disfrutaban del día y la noche, pero a pesar de todas las humillaciones que había tenido que soportar y las lágrimas que habían recorrido sus mejillas Fumus siempre se negó.

Con los años Satanick dejó de pedir. Comprendiendo demasiado tarde que todas las torturas que Fumus le hacía pasar sólo eran por su diversión y no porque fuera una condición para que él tuviera su Sol, Satanick creó su propio inframundo en aquellas tierras que se le habían dado y cambiando su infantil deseo asumió la oscuridad eterna, aquella que siempre le reclamaba y que él no se dignaba en aceptar. Al final no había sido tan malo porque, gracias a eso y a su insistencia, su noche perpetua era iluminada por la enorme Luna de Artamos.

No terminaba de pasarle ese pensamiento por la cabeza cuando sintió un dolor lacerante en el dorso de su mano, Satanick apartó la mano de inmediato para ver como de unas marcas de dientes salía un fino hilo de sangre. Su mirada cayó lentamente sobre Ivlis, quien con las cejas fruncidas le gruñía mostrando sus colmillos, Satanick lo abofeteó ante su osadía.

Satanick pasó cada una de sus piernas por los costados del cuerpo del Diablo Flama y suprimiendo sus garras sombra rodeó el cuello de Ivlis con sus dedos. Toda emoción había abandonado su rostro. El Diablo de Pitch Black lo golpeó contra el suelo tres veces, tratando de aplastarle la tráquea, pero sin usar la fuerza necesaria para hacerlo sólo hacía que la cabeza de Ivlis se impactara contra el suelo una y otra vez.

Bloody Kisses.Where stories live. Discover now