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Las cosas nunca salen como uno las planea y mi vida era, sin duda, una clara demostración de eso.

¿Podría perdonarlo? No lo sé... no sé si el dolor que me causó pueda desaparecer algún día.

Llegué a la conclusión de que el sufrimiento siempre quedará en nosotros, que las heridas aunque sanen dejarán cicatrices, que aunque ignores los sucesos debastadores de tu vida, serán la sombra que te acompañará hasta el final de esta.

Todas esas semanas que lo vi y que convivimos, me hicieron verlo con otros ojos. Sentía algo muy especial por él, algo que nunca antes había sentido por nadie, incluso, ni por mi esposo llegué a tener este sentimiento tan sofocante y extraordinario.

Tuve que estar al borde de la muerte para que  todo se aclarara en mi mente con respecto a Adrien.

Adrien vivía en la casa del lado cuando era niña, los dos éramos amigos. Iba muy seguido a mi casa a jugar y comíamos pasteles de la panadería de mis padres. Un día sus padres se mudaron, así que no lo volví a ver, o al menos eso creía.

En el instituto había un chico de cabello rubio, ojos verdes y gafas. Era muy callado y siempre estaba solo, pero por alguna razón me llamaba mucho la atención, aunque no lo suficiente como para atreverme a hablar con él.

Recuerdo que en más de una ocasión me ayudó, ya sea pasándome la tarea o apuntes. Cuando me rompí el tobillo, me cargó a la enfermería, pero jamás me dijo su nombre y yo jamás se lo pregunté.

Cuando rompí con mi primer novio por maltratarme, supe que ese chico de gafas lo había golpeado, sin embargo, nunca me enteré de la razón.

En mi ceremonia de graduación del instituto, me llegó un ramo de rosas anónimo junto un colgante con la forma de una mariquita, el cual aún conservo como un amuleto de la suerte. Jamás supe quién me lo regaló y como nos separaríamos todos, nunca pregunté.

Cuando entré a la universidad estaba tan inmersa en la creación de mis diseños, así que nunca me volteé a ver con más detalle a mi compañero de atrás, alguien que se me hacía bastante familiar.

En mi segundo año de carrera mi gato Plagg murió. Estaba muy triste ese día y no quería hablar con nadie. Me llegó una carta anónima a mi casillero, una que me hizo sonreír y reír por su ingeniosa manera de comparar el cielo de los gatos con mis ojos. Agradecía a quien fuera el que me escribió esa nota, hizo mi día más llevadero.

La primera vez que me emborraché, alguien me llevó a casa y sabía que no fue ninguno de mis amigos de ese entonces, porque se los pregunté. Si no fuera porque cada vez que bebo me quedo dormida, seguramente me hubiera acercado a Adrien para agradecerle.

Cuando me casé, él estuvo ahí. Se perfectamente que lo vi salir de la iglesia cuando dije "si, acepto." Sólo que... Simplemente para mí fue un extraño que decidió irse antes de la ceremonia.

Dió tanto por mi y recién ahora era consciente de todo eso. Siempre oculto y sigiloso como un gato.

Tenía un ángel guardián a mi lado y a pesar de jamás haberlo visto, seguía ahí de todas formas.

Me sentía estúpida por jamás haberle prestado la suficiente atención y sobretodo por jamás haber preguntado quién era. Quizás un simple "hola" hubiera cambiado todo drásticamente.

La vida se burlaba cruelmente de mí, nos encontró en un puente cuando creía no tener motivos para seguir respirando en este mundo y así, él volvió a salvarme.

Sigue salvándome.

Misteriosamente mi casa ya no está embargada y yo estoy aquí sentada en mi sillón, viendo a la nada, pensando en toda esta mierda que me consume. Me mantengo quieta sin ir a buscarlo, porque soy demasiado cobarde o quizás porque estoy demasiado herida para hacerlo.

Lo estoy lastimando, lo sé.

Me enamoré de él. Eso también lo sé y duele horriblemente, más aún porque...

Él mató a mis padres.

Lo Mismo Que Tú...Where stories live. Discover now