Destruidos [~Yoonmin~]

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Eran pasadas de las 2 de la madrugada, las luces de la casa estaban apagadas. El cielo rugía amenazando con dejar caer una tormenta sobre la ciudad.

Yoongi ingreso la clave de acceso a la casa con una sonrisa que inmediatamente se le borró al ver dos maletas en la entrada de la casa, las cuales conocía muy bien. Era su maleta y la de Jimin.

Supuso qué esté había planeado un viaje para ambos y que al amanecer partiría, pero ¿Con quién dejarían a los niños? Por supuesto con su hermano de Jimin.

–Es la cuarta vez en la semana que llegas tarde.

Un fuerte relámpago iluminó la estancia, así haciendo notar la silueta de Jimin sentado en el sofá frente al ventanal, ¿Cómo es qué no lo vio antes.

–Me asustaste, cariño.– mencionó Yoongi con una mano en el lado derecho de su pecho, donde se encontraba su corazón.

– ¿Dónde estabas? –pregunto el menor– No, no me contestes, no es necesario. –habló antes de que su esposo respondiera. Se levantó con algo de dificultad, ya que su vientre abultado le impedía moverse con agilidad.

–¿Jimin?.

–Para que hacernos los tontos, Yoongi. Los dos sabemos dónde y con quién haz estado– dijo al estar frente a él.

–N-no sé a que te refieres, estuve en el trabajo, y...

–¿En el trabajo? Claro, y ¿en el trabajo te dejan marcas en el cuello?– toco su propio cuello.

Yoongi, abrió sus ojos en demasía, ¿cómo es qué pudo verlas marcas en su cuello aún con la luz apagada?.

–Jimin, estas exagerando. Sabes perfectamente que últimamente han llegado inversionistas a la empresa, por lo que tengo mucho trabajo, es por eso que llego a estas horas.

–Vuelvo a repetir, ¿en el trabajo te dejan marcas en el cuello?.

–Cariño –Yoongi comenzó a ponerse nervioso.

–No, nada de cariño. ¿Crees qué soy estúpido? ¿Crees qué no me doy cuenta de tus llegadas tarde? ¿De qué tu ropa huele diferente? ¿De las marcas en tu espalda y cuello?– su voz comezón a quebrarce. –Es él ¿verdad?, regreso de América.

Yoongi no contó con que su esposo se diera cuenta de todo eso, pero vamos. Jimin era quien lavaba la ropa de los cuatro, Jimin era quien arreglaba su traje por las mañanas, Jimin lo veía con el torso descubierto cuando dormían.

Min cerró la puerta qué hasta ese momento seguía abierta, y encendió las luces. Lo que vio realmente lo dejo paralizado. Los ojos tan alegres de su adorado esposo estaban sin brillo, rojos posiblemente por recién haber llorado.

–¿Sabes? Tae tenía razón al decirme que no debía involucrarme contigo, pero mira que tarde me he dado cuenta de eso. Nueve malditos años contigo, dos hijos y otro en espera –toco su vientre.

–Jimin, yo... –

–¡Cállate! No quiero más mentiras, no quiero más promesas donde dirás que saldremos adelante juntos, para al final el único que avance aquí eres tú, dejándome atrás a mí. –sus ojos se aguaron, su garganta tenía un nudo retenido, y su corazón se rompía cada vez un poco más– Nunca debí conocerte, nunca debí "interponerme" entre tu y el grandioso empresario Jung. –gritó mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Jimin era un abogado de alto rango, conocido por todo Corea del Sur. Su popularidad era increíble, no había persona que no le conociera. YoonGi un empresario reconocido a nivel mundial, por su estrategia para hacer negocios con inversionistas.

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