Aries

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En el principio... fue la línea de comandos.

Neal Stephenson


Concentrado, repasaba los datos que le ofrecían los servidores cuánticos. Unos equipos capaces de almacenar, por separado, cientos de miles de qbytes. En conjunto, millones. A una velocidad de procesamiento tal, que sus CPU debían de mantenerse a una temperatura cercana al cero absoluto. Es decir, a -273'15o centígrados. Con esas capacidades, se esperaba que la inteligencia artificial fuese capaz de arrojar nueva luz, en los experimentos que allí se realizaban desde hacía décadas.

Jordi había bautizado a su computadora como «HAL 9000», en homenaje al superordenador imaginado por Arthur C. Clarke para sus odiseas en el espacio. Aunque esperaba que el suyo no se rebelase un día de estos. Al menos, a él no podría dejarle tirado en el espacio. La carrera espacial era ya un recuerdo del siglo XX. En eso, los antiguos escritores de ciencia ficción no estuvieron acertados. A nadie parecía interesarle poner un pie en Marte, ni establecer ninguna base para extraer minerales en la Luna.

Las obsesiones de los científicos a lo largo del siglo XXI habían sido otras. La velocidad de la transmisión de la información, la seguridad al realizar dichas transmisiones, el internet de las cosas, la nanotecnología, la robótica, que las máquinas puedan enviar información directamente hasta el cerebro humano, o al revés, del cerebro hasta las máquinas. Por no hablar de la manipulación de otro tipo de información, la genética. En definitiva, estábamos en la Era de la Información, y la Era Espacial había pasado ya a mejor vida. Eso sí, de vez en cuando, aparecía algún millonario excéntrico, con sueños de astronauta.

Pero lo que a Jordi le interesaba en ese momento era su experimento, era si la inteligencia artificial permitiría descubrir nuevas partículas y subpartículas atómicas. Hasta ese momento, no se había percatado de nada extraño. El comportamiento de los quarks había sido el esperado por sus compañeros del departamento de física. Hasta el punto de ser idéntico a la recreación hecha previamente por «HAL 9000». Pero uno de sus ayudantes parecía haber encontrado algo que no encajaba, como le señalaba el panel de su escritorio. Pulsó el botón, y le preguntó cuál era el problema.

—¿Quién es Frederic Teubert?

—No lo sé.

—¿Y Fabiola Gianotti?... Verá señor, estoy recibiendo varios correos electrónicos de personas que se supone que trabajan aquí, porque resulta que se envían desde aquí. Pero no los encuentro en la base de datos, y dicen cosas muy raras en sus emails. Utilizan nuestras siglas, pero con otro logotipo... Pienso que podría ser una broma, quizás algún tipo de ataque informático. Creo que debería de darle un vistazo.

El nombre de Fabiola Gianotti le sonaba de algo, pero ahora no caía. Cuando vio los correos, como su ayudante, pensó que debía de tratarse de una broma. Aunque los datos que aportaban dichos correos parecían muy profesionales. Algo anticuados, cierto, pero bien preparados y expuestos, siguiendo los protocolos de la casa. Desde luego, no podía ser fruto de ningún aficionado.

Después se dio cuenta de la fecha de los correos. Todos del año 2018. Algún bromista se había hecho con los archivos, y se diría que con los nombres de los físicos de principios de siglo. ¿Con qué propósito? Difícil saberlo. Pensó que debía de poner el asunto en conocimiento del director general. Y así lo hizo. Pero como todos los jefes, no estaba para perder el tiempo en bromas. Y al principio, al menos, no le interesó demasiado todo aquello.

—Ha hecho usted bien en informarme, pero confío en que puedan solucionarlo los chicos de su departamento ─le dijo con la más falsa de sus sonrisas.

AriesWhere stories live. Discover now