Capitulo 24: Infidelidad a base de chantajes

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Aquella marca, ella no sabía porque le daba tantas vueltas haber visto aquella marca en Anabel. Frustrada se sentó en su escritorio cubriéndose el rostro. Hacía tiempo que no odiaba a alguien como odiaba a Anabel. Tocaron la puerta y ella sin mirar quien se anunciaba permitió la entrada. Aun sin ver de quien se trataba comenzó a hablar y a advertir que no estaba en condiciones de atender a nadie pero no había respuesta. Solo se escuchó la puerta cerrarse. El silencio era algo incómodo. Isabella sentía que la miraban pero por alguna razón le daba miedo levantar la mirada.

— Por veinte años espere un milagro..., espere una señal. Algo que me diera respuestas. Y por fin fui escuchado.

Escuchar su voz estremeció su cuerpo. Sintió como el frío rápidamente se apoderó de sus sentidos. Estaba petrificada. No podía ni pronunciar palabra. Lentamente alzó la vista y no podía creer lo que sus ojos veían. Se quedó mirándolo sintiendo que iba a desvanecerse. El esperaba una reacción de alegría ; un beso, algo tierno pero la Isabella que tenía enfrente no era la Isabella de hace veinte años atrás.

— Lárgate, fuera de aquí.

— No me voy a ir Isabella. Tenemos que hablar.

— Yo contigo no tengo absolutamente nada de qué hablar. No se que buscas, no se quien eres, ya no significas absolutamente nada en mi vida. ¿Sales o llamo a seguridad para que te saquen?

— Por favor Isabella, ¡Déjame hablar! Se que han sido muchos años pero todo tiene una explicación.

Isabella negó con la cabeza

— Ya me diste esa explicación hace veinte años. Me dejaste muy claro lo que yo era para ti. No quisiste saber más de mi y solo te fuiste, huiste sin dar cara poco hombre. Lárgate y no vuelvas a buscarme nunca más.

Adrián intentó acercarse a ella pero Isabella reaccionó agresiva e impulsiva. Dando un respingo vociferó

— No me toques, no te atrevas a tocarme. Quiero que te quede algo muy claro Adrián Céspedes, no quiero saber de ti, ni quiero que me des explicación alguna. No las necesito. Y si en algo valoras tu absurda vida; aléjate de mí antes que me arrepienta y te haga pagar cada lagrima que derrame por ti.

— No solo vine hablar sobre nosotros. Vine hablar sobre nuestra hija, sobre Aurora.

— Tu y yo no tenemos ninguna hija. Tú renunciaste a ella cuando me abandonaste. No tengo nada que hablar, vete.

Adrián acorraló a Isabella contra la pared deseando volver a besar aquellos labios de los que nunca pudo olvidarse a pesar del tiempo. La amaba, al verla de frente nuevamente pudo confirmar que amaba a aquella mujer con locura. En cambio Isabella tenía una mezcla terrible de emociones. Haber visto después de tanto tiempo al que creía que era el amor de su vida definitivamente había puesto su corazón en jaque. Él le acarició el rostro suavemente y mirándola con dolor añadió.

— Amor, nos separaron, no te abandoné. Creí que estabas muerta

— Deja de mentir. Y aunque así fuera, ya no hay nada que se pueda cambiar. Nuestras vidas tomaron rumbos distintos. Desaparece como has estado todo este tiempo.

Adrian dejándose llevar por sus impulsos, agarró l cintura de Isabella y llevándola consigo, la besó apasionadamente buscando sentir aquella química que tenían pero desgraciadamente en los labios de la mujer que tenía enfrente no sintió el mismo calor, la misma sencillez e inocencia que había conocido hace dos décadas atrás. Isabella no sintió nada concreto con aquel beso, solo sintió más confusión de la que ya tenía consigo. Alejandro entró sin anunciarse, ya había dejado de hacerlo desde que se había casado con Isabella y se llevó una fuerte y desagradable impresión al ver a la mujer que lo traía loco en brazos de un tipo que no conocía. Con frialdad y seriedad dejó los papeles sobre el diván y antes de retirarse comentó.

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