Capítulo Único.

8 2 0
                                    

"La naturaleza de las personas nunca es descubierta a plenitud. Uno solo puede crear suposiciones e intuir, pero confiar excesivamente en tus creencias puede ser tu mayor error. Nunca se sabe todo sobre alguien, cada persona tiene una naturaleza diferente, y nunca se puede saber si la faceta que muestran es la verdadera, o sólo un muy elaborado disfraz."



Realmente, ya ni siquiera puedo expresar con palabras mi naturaleza, nadie puede.

Soy como una caja de Pandora, llena de misterios tétricos, y todo aquel que intente indagar en mí, terminará perturbado de por vida. No es como que me enorgullezca decirlo, yo misma me he visto afectada, y no de una manera que disfrutaría, extrañamente.

Día a día sigo batallando conmigo misma para poder conciliar el sueño, lo que se me hace prácticamente imposible. Mi cuerpo duele, se siente entumecido, y sé que no he podido ver mi rostro, pero estoy más que segura que unas notorias bolsas oscuras decoran la parte inferior de mis ojos, ya carentes de brillo y vida.

Esto es un horror. No lo disfruto. Ya estoy harta.

Pero, ¿Qué puedo hacer? Nada.

Lo único que logra reconfortarme vagamente son los recuerdos de mi vida anterior, antes de que mi naturaleza me afectara realmente.

Mi vida era tranquila, lo que agradecía grandemente, ya que antes de vivir en esa casa grande, de dos pisos, muy cómoda y linda, solía vivir en una pocilga, literalmente.

La casa era pequeña, minúscula. Sólo contaba con dos habitaciones, un baño, cocina y lo que se supone que era la sala de estar, aunque allí no cabía absolutamente nada que llenara ese espacio para hacerlo parecer dicha habitación. Más que una casa, parecía un departamento para una o dos personas máximo, para nuestra mala suerte, éramos seis contándome a mí; mamá, papá, dos hermanos mayores, y mi abuela moribunda.

No era una vida para presumir, no sólo por el hecho de que la casa era pequeña.

Era una inmundicia. Habían ratas, cucarachas, gusanos, moscas, y toda clase de animales e insectos asquerosos e infecciosos por doquier. Sin contar la basura acumulada en un pozo que había en la parte de atrás.

También los vecinos eran una mierda. Siempre buscaban problemas por cualquier cosa, o eran unos malditos metiches, que metían sus asquerosas narices en donde nadie los llama. Sentía ganas de matarlos, mutilarlos, arrancarles la lengua para que dejarán de preguntar o decir cosas que no debían. Todos ellos tenían una naturaleza diferente a la mía.

Y eso me enfurecía.

Mi abuela casi nunca se levantaba de la cama, sólo para ir al baño, porque hasta la comida se la teniamos que llevar a la cama. Era un fastidio. Siempre estaba a segundos de morir por otro de sus delirios, pero nunca pasaba, luego se sentía "bien" otra vez, y se dedicaba a dormir y flojear. Esa era su naturaleza. Fastidiosa, y al mismo tiempo increíblemente perezosa. Tanto que ni siquiera le importaba su salud, no le importaba cuidarse, ella creía que viviría para siempre. Y como ella no se cuidaba, ya nadie lo hacía, todos la ignorabamos, lo que pareció dolerle y al final, murió. De tristeza, según mi madre, ya que dejó de hacer la única cosa que la mantenía con vida a duras penas; comer.

Como dejamos de prestarle atención, ella dramatizó aún más y dejó de alimentarse, firmando así su sentencia de muerte. Un alivio.

Nadie asistió al funeral, ya que no hubo ninguno. Sólo cremaron su cuerpo y se deshicieron de las cenizas.

Naturaleza. //One ShotWhere stories live. Discover now