Capitulo 6

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urante algunos días, el horrible suicidio de la pobre Catherine absorbió por completo mis

pensamientos, provocando en mí una considerable suma de preocupaciones y molestias.

La confesión que me hizo el cochero de todos los detalles de lo ocurrido me llenaba de horror, y me

preguntaba si no me incumbía a mí una parte de responsabilidad en este acto de desesperación. Hice,

pues, todo lo posible para que la encuesta del fiscal no llegara a acusar al principal culpable.

Por otro lado, si bien yo no había llegado a enamorarme de aquella muchacha, había al menos hecho

todo lo posible por estarlo, y su muerte me conturbaba.

Mis negocios se hubieran ciertamente resentido de mi estado de ánimo, de no ser por mi principal

empleado, que era en realidad mucho más patrón mío que yo suyo, y que viendo el quebranto que

padecían mis nervios, me persuadió de que realizara una corta gira de negocios por el extranjero, que de

no efectuarla yo, tendría que ser de incumbencia suya.

Todo este cúmulo de circunstancias consiguió apartar mis pensamientos de Teleny, que hasta entonces

los había acaparado por completo. Creía con esto haber logrado olvidar por completo a Teleny, y me

felicitaba por haber logrado dominar una pasión que tan miserable me hacía a mis propios ojos.

A mi vuelta, no solamente rehuía su presencia, sino que evitaba incluso leer cuanto en los periódicos

hacía referencia a él, y cuando veía su nombre colocado en algún cartel, apartaba la vista, a pesar de la

atracción que su nombre ejercía en mí. Hasta tal punto temía caer de nuevo bajo su diabólica influencia.

Pero me preguntaba si sería capaz de evitarlo para siempre. ¿Acaso el más fútil acontecimiento podía

hacer que nos encontráramos de nuevo cara a cara? ¿Y entonces… ?

Cuando esta aprensión comenzaba a rondarme la cabeza, intentaba persuadirme de que su imperio

sobre mí había concluido; y para afianzarme en esta convicción, decidí saludarlo la primera vez que

volviera a encontrarlo. Por lo demás, alimentaba yo la esperanza de que pronto acabaría abandonando la

ciudad, al menos momentáneamente, si no para siempre.

Pero poco después de mi vuelta, y estando yo con mi madre en un palco del teatro, de repente la puerta

se abrió, y en el umbral apareció Teleny.

Al verlo un color se me fue y otro se me vino, mis rodillas comenzaron a temblar, y mi corazón a latir

con fuerza; sentí que todos mis buenos propósitos de poco antes se esfumaban de repente. Disgustado

conmigo mismo, al constatar mi debilidad, tomé rápidamente mi sombrero y, casi sin saludar al artista,

me precipité como un loco fuera del palco, dejando a mi madre el cuidado de disculparse por mi extraña

conducta. Pero, apenas me hallé fuera, sentí que una fuerza irresistible me empujaba a volver y pedir

disculpas. De lo que sólo la vergüenza logró salvarme.

Al volver al palco, mi madre, asombrada y mortificada, me preguntó la causa de mi brutal manera de

Teleny- Oscar WildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora