La isla Kanon

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Alexandria y Anaís contemplaban en un pesado silencio la angustia de Tenma, quien estrellaba su puño contra una columna reprochándose su debilidad. En ese momento, apareció Dégel para darle la razón. - Pero si quieres hacerte fuerte, ve a la isla Kanon, allí hay un demonio que te ayudará a aumentar tu poder- agregó, señalando el lugar mencionado con su brazo extendido en dirección a él. Alexandria se estremeció al oír esto, pues sabía de quién estaba hablando su mentor. - Espérame, Tenma, voy contigo- anunció, provocando que su hermana la mirara de manera pícara. - ¡Vaya, estás ansiosa por ver al novio!- exclamó maliciosa la rubia, causando que su hermana le torciera los ojos. Alexandria no esperó a oír más tonterías y se marchó junto a Tenma, dejando a su gemela muerta de la risa.
Horas después
Alexandria dejó que Tenma fuera solo al encuentro con Deuteros y así propiciar sucesos imprescindibles en la serie. Se entretuvo contemplando el mar durante quién sabe cuánto tiempo; de pronto, sintió unas fuertes manos rodeando su cintura. - Hola, mi amor- le saludó Deuteros, mirándola con dulzura. - Hola, querido- dijo Alexandria con una sonrisa- ¿Dejaste al pobre Tenma luchando solito con la lava? - Es necesario si quiere hacerse fuerte- respondió Deuteros muy serio. - Lo sé, solo no seas muy duro con él- dijo Alexandria, volteando a verlo y acariciándole el rostro. Él la besó impulsivamente. - ¿Qué tal si...vamos a un lugarcito a hacer cosas divertidas?- preguntó con picardía al terminar el beso. Ella se sonrojó un poco mientras asentía. - Te extrañé- afirmó.
Al día siguiente
Alexandria ya lo había decidido, pero no quiso comentarlo con Deuteros. Dejó la isla Kanon sin despedirse siquiera, mientras Tenma continuaba con su entrenamiento. Apenas colocó un pie en el Santuario, la gemela de cabellos negros se dirigió directamente a la casa de Virgo. - Buenos días, Asmita- saludó- Necesito que me enseñes la técnica con la que liberaste a Deuteros del Satán Imperial. También me hace falta el rosario de 108 cuentas. El rubio guardián de Virgo alzó un tanto las cejas, sorprendido. - Alexandria, ¿para qué quieres conocer esa técnica?- preguntó intrigado- ¿Por qué necesitas el rosario? - No te lo puedo decir- replicó la joven con impaciencia- ¿Me ayudarás o no? - De acuerdo, toma asiento- accedió Asmita, sin entenderla del todo. Acto seguido, le entregó el rosario, aue ella guardó cuidadosamente. Tras varias horas de meditación, concentrar su Cosmos y controlar la propia mente, Alexandria aprendió finalmente los secretos que podían librar a alguien de ese malévolo control mental. Al volver al templo de Acuario, encontró a su gemela riendo y vagueando de lo lindo. - ¿Y esa cara de cumpleaños, Anaís?- inquirió Alexandria extrañada. - ¡Mañana nos toca salvar a mi Kardis!- gritó eufórica la rubia. - Cierto- admitió Alexandria. - ¡Por fin salvaré a mi amor!- dijo Anaís con más dramatismo que Shakespeare. - ¿De verdad amas a ese, de entre todos los que has tenido?- interrogó Alexandria, rascándose la cabeza con duda- ¡Mira, que está enfermo y se podría morir en cualquier otro momento! - ¡Cállate, bitch!- reclamó enojada Anaís- ¡Siempre me arruinas el momento, jódete! ¡Que te den! - A mí no me dan, yo doy- dijo Alexandria con calma, acostumbrada a las explosiones coléricas de su malhablada hermana. Luego, se fue a la cocina e hizo la cena como siempre.

Atrapadas (Saint Seiya: The Lost Canvas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora