III

388 29 8
                                    

"Disimula... haz como si no pasara nada, bésame en tu mente, pero amor, no te arriesgues a nada."

Tus ojos, tus hermosos ojos verdes, que en este momento no me miraban con ternura, no, ahora estaban llenos de algo más ¿Pasión? ¿Deseo? No lo sé.

Nos encontrábamos acostados boca arriba, en tu colchón nuevo, aquel que te regaló tu madre y que querías "estrenar" conmigo. Me mirabas y te miraba, no sé cuanto tiempo pasamos así, simplemente compartiendo miradas, en silencio, sin decir ni una sola palabra, solo observándonos el uno al otro, nuestros ojos estaban teniendo una conversación en secreto. Sin romper el contacto visual, levantaste tu mano, guiándola a mí y con tu dedo índice acariciaste mi mejilla, delineaste el contorno de mis labios lenta y delicadamente, bajaste y seguiste la línea de mi mandíbula, más abajo, pasando por mi barbilla, a mi cuello. La temperatura de mi cuerpo se empezaba a elevar de una manera exagerada, me estabas volviendo loco. Paseaste tu dedo por mi pecho, por encima de mi remera, delineaste el "volver a jugar" estampado en ella, bajaste al final de ésta y te detuviste. Con tus ojos me pediste permiso, y asentí. Metiste tu mano al interior de mi remera y continuaste tu recorrido, ahora por la piel desnuda de mi abdomen, hasta mi pecho, unas cosquillas invadieron mi estómago y se situaron en mi zona más íntima. Cerré los ojos y solté un gemido, que ya no podía contener. Me tenes completamente loco. Con una salvaje desesperación me subí encima de ti, colocando cada una de mis piernas, a cada lado de tu cintura, tus manos no tardaron en posicionarse sobre mi culo, y yo me adueñé de tu boca, te besé como nunca lo había hecho, como nunca había besado a nadie en mi vida, entregándote todo mi ser, en aquel beso. Esa noche queríamos más que besos rápidos y a escondidas, más que simples roces y miradas cómplices, más que solo lamidas de cuello, para provocar al otro, esa noche queríamos sentir algo nuevo y desconocido para los dos.

Con mucho desgano me separé de vos y regresé a mi posición anterior, acostado al lado tuyo.

— Tato... Tocame. — susurraste con una voz ronca, casi rogando. — por favor. — volviste a suplicar y yo perdí la cabeza.

Mis ojos se abrieron de par en par y mi corazón dio un vuelco.

Te hice caso y deslice mi mano por tu pecho, que todavía se encontraba cubierto por tu remera, al instante cerraste los ojos, disfrutando de la caricia, no podía controlar el ligero tiemble de mi mano, estaba realmente nervioso, era la primera vez que me pedías eso, era nuestro primer encuentro tan cercano. Levantaste tu remera, para que pudiera meter mejor mi mano, y así tocar tu suave piel. Un leve gemido se escapó de tu boca, cuando con mi pulgar rozo tu pezón, tuve que morder mi labio para no hacerlo yo también.

Con tu mano izquierda, empezaste a desabrochar tu pantalón mientras yo seguía recorriendo tu cuerpo con mis manos, nunca había tocado a un hombre así, nunca había tocado a un hombre de ninguna manera. Empezaste a acariciar tu erección mientras abrías la boca y respirabas con dificultad. Es la escena más excitante que había visto. El calor de mi cuerpo era asfixiante, sin pensar en nada, ni nadie mas que ti, me dejé llevar por la pasión y el deseo. Comencé a desabrochar mi pantalón desesperadamente, a medida que empezabas a acariciar mi pecho con tu mano libre. Arranqué a atender mi miembro, que tus caricias habían puesto duro. No sabía que fuera posible esta sensación. No despegaste tus ojos de lo míos en ningún momento. Nunca olvidaré esa noche, esa escena, tus ojos brillosos y tus mejillas sonrosadas. Al poco tiempo llegué al orgasmo en mi mano, al mismo tiempo que lo hiciste en la tuya.

— Tato...— susurraste.

— Gabi... — contesté de la misma manera.

Esa noche nos besamos hasta el amanecer, esa noche... fue cuando lo supe, supe que estaba enamorado de Gabriel Gallicchio.

Fin del flashback.

Con la toalla quité el exceso de agua que caía por mi cuerpo y la enrollé en mi cintura, cuando salí de la ducha me miré en el espejo y empecé a peinar mi cabello, que aún goteaba.

Cerati retumbaba una y otra vez en mi celular.

Hoy te vería, hoy iría a tu casa, hoy comeríamos juntos, hoy pasaría la tarde con vos. ¿Acaso no es una razón para ser feliz y escuchar a Cerati?

UNA HISTORIA SIN FINAL, DISTANTE PLACER DE UNA MIRADA FRENTE A OTRA, ESFUMANDOSE. — canté, más bien grité.

La felicidad se me salía por los poros, estaba feliz, muy feliz.

Me puse ese suéter que te encanta, no me puse perfume, porque odias eso, me dijiste mil veces que preferís mi olor natural. Reí, parezco un idiota enamorado.

¿Qué estoy diciendo? Soy un idiota enamorado.

(...)

Después de arreglarme, tomé lo necesario y salí. Cuando llegué a tu casa, solo toqué dos veces y la puerta se abrió.

Hola Renato. — era ella.

Sentí como si me hubiesen echado un balde de agua fría.

Hola. — la palabra simplemente salió de mi boca.

Te vi detrás de ella, tus ojos me mostraban tristeza, como los míos.

Amor ¿Me dejas hablar con Tato?

Amor, una piña en la cara hubiese dolido menos que eso.

Claro. — dijo ella y se alejó.

Cerraste la puerta a tus espaldas, para que no pudiera escucharnos, pero no decías nada, me dolías, mucho.

— Lo siento, no sabía que iba a venir y yo... —

No te preocupes. — dije y mi voz se quebró. — Te veo después Gabi. — dije sin más, alejando mis ojos de los tuyos.7

— Tato...—

Está todo bien. — traté de sonreír, pero las lágrimas en mis mejillas me delataban.

Me miraste y me abrazaste.

Perdoname todo esto, perdoname. — susurraste muy bajito, en mi oído.

No podía decirte que no, no podía. Lloré, lloré, mientras me alejaba de vos. Ya en el auto limpié mis lágrimas, respiré con dificultad y conduje de vuelta a mi casa, como el idiota enamorado que soy.

Disimula || Quallicchio (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora