Capítulo XII

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[...]

—¡_____!

El grito de parte de Kitt López, la despertó. Los párpados le pesaban y le era imposible separarlos.

Se sentó a duras penas sobre su cama mientras sobaba su cabello desordenado y soltaba un pesado suspiro.

—¿Qué pasa?— interrogó pasando, la misma mano que había utilizado en su cabeza, para refriegar su cara mientras que la otra era como un pilar que la sostenía.

—Ya es hora de comenzar a levantarse— dijo incorporándose de su cama a buscar sus ropas.

—¿Cinco minutos más?— preguntó aún sin abrir los ojos.

—No, bella durmiente— soltó una risita el adolescente.

—Gracias por lo de bella— dijo y comenzó a estirarse.

Debía de decirlo, no había podido dormir en toda la noche. A penas comenzaban a asomar los primeros rayos de luz, finalmente cayó dormida.

A los minutos, el de cabellos anaranjados ya había salido de la habitación para dirigirse a desayunar. En cambio, ella recién iniciaba a vestirse, con lentitud a la vez en que estaba perdida en sus pensamientos.

Una y otra vez, por su mente, pasaba la conversación de la noche. Temía de saber que había pasado durante el tiempo en que no había estado en ese equipo. Pero a la vez, la duda le ganaba.

Al estar vestida, se dirigió al baño a hacer sus necesidades, lavarse la cara y arreglarse un poco su rebelde cabello a esas horas. Luego de eso, arregló su cama y chequeó la hora en el reloj que había sobre una de las mesitas de noche. Eran alrededor de las nueve de la mañana. Soltó un bostezo para terminarse de estirar y salir de allí.

[...]

Se encontraba sentado en una mesa, solo, mirando fijamente su bandeja del desayuno y luego la puerta de entrada de la cafetería, en espera de la castaña clara. Se había levantado más temprano de lo común, al no saber a qué hora lo hacía la blader.

De vez en cuando, soltaba un suspiro y se reacomodaba en su lugar. Muy pocos miembros de BC Sol estaban allí desayunando. Él solo dejaba enfriar su comida, en su espera. Pensaba en desayunar junto a ella, pero al parecer no podía ese día. Lo más probable era que aún no se hubiera despertado.

Dos horas allí, y Ange lo veía preocupado desde su lugar.

—¡Oye, Free!— lo llamó la castaña, dibujando una sonrisa.

Su mirada cansada se dirigió hacia la chef, desanimandola un poco.

—¡Ven!— le hizo señas para que se acercara, aún sin borrar su sonrisa para, al menos, hacerlo sentir bien.

El rubio tomó su bandeja y, a paso lento, se dirigió hacia donde estaba la mujer sonriente. Al llegar, dejó lo que llevaba sobre el desayunador a un lado, para apoyar sus codos también.

Ladeó la cabeza, en espera a que la mujer apellidada como López, dijera lo que quisiera decirle.

Primero que nada, ella tomó lo que había traido y se lo llevó, confundiendo al muchacho. Pero a los segundos, apareció con una nueva bandeja, con comida recién hecha.

—Para que disfrutes mejor tu desayuno.

—¿Eso era?— aún confuso.

—No, pero me daba pena que comieras comida fría— dijo sonando preocupada.

—¿Y entonces?— volviendo al tono de siempre, cansado, siguió interrogando.

—Te he visto aquí desde las siete de la mañana. ¿Pasa algo, tesoro?— extendió su mano a acariciar una de las mejillas del blader.

—Sólo esperaba a una persona...— y fue interrumpido.

—¿_____ Umari? ¿Cierto?

No estaba ciega, era como el sexto sentido de una madre, ya que a todos los miembros del equipo ya los consideraba hijos suyos. Igual que las generaciones anteriores.

Lentamente, asintió él muchacho, bajando un poco la cabeza. Le costaba eso.

—¡Buenos días!— el grito del hijo oficial de la mujer, despertó a todos al tiempo en que llamaba sus atenciones.

Eso hizo sentir mejor al joven de la Hoya. Si Kitt López llegaba, _____ también.

Volteó su mirada en esa dirección, esperando ver su silueta también. Pero solo había llegado el adolescente solo. Se acercó hasta donde estaban ellos dos para saludar y pedir su desayuno.

Mientras que la castaña le aproximaba una bandeja, el rubio se hallaba cabizbajo.

—¿Y _____?— la pregunta de parte de su madre, hizo que la viera a los ojos.

—Cuando salí, ella aún estaba estirándose. Así que en algunos minutos debe de llegar— sonrió para tomar la bandeja y retirarse con una sonrisa hacia una mesa.

—¿Ves? Ahora, ve a desayunar cariño— sonrió Ange.

—Esta bien.

Tomó la bandeja y comenzó a retirarse de nuevo a su lugar. Iba con la mirada perdida en el desayuno, sintiendo como se le hacía agua la boca. Durante su tiempo de espera, no había probado ni un solo bocado de la que tenía anteriormente. Y ahora sí lo haría.

Al sentarse, examinó con la mirada la comía. Tomó el cubierto, lo cargó con un poco de su desayuno y comenzó a dirigirlo a su boca, sintiendo que su estómago lo pedía a gritos. Pero todo acto de su parte fue detenido al ver como las puertas de esa sala eran abiertas. Finalmente, había llegado.

Con una sonrisa reluciente, se dirigió a donde se encontraba la chef para cruzar algunas palabras y tomar su desayuno. A todo eso, el rubio aún seguía en la misma posición, siguiendola con la mirada. Aún percatándose de que ella se aproximaba hacia donde él se encontraba, seguía igual.

—Buenos... ¿días?— interrogó con confusión al ver la cara del blader.

Este, poniéndose nervioso, dejó caer el concierto sobre el plato para reacomodarse, haciendo un puño frente a su boca, como si aclarara su garganta, estando sonrojado.

_____ sonrió tiernamente y se sentó.

—¿Podrías olvidar eso?— algo avergonzado, la veía con inocencia, aún luciendo el mismo color en su rostro.

La castaña clara soltó una ligera risita para asentir con la cabeza.

—Tranquilo...

SABEMOS LO QUE SENTIMOS |Free de la Hoya y tú|Where stories live. Discover now