Alba Brooke

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Cuando estaba con él, todo a mi alrededor desaparecía. Como si el autocontrol se apoderara de mí y no pudiera pensar con claridad. Sus labios eran muy suaves y sus caricias provocativas no me hacían más que dejarme sin aliento, por eso no tenía ni la pizca de ganas que se separara de mí, sino que necesitaba que se quedase conmigo un rato más. Besé sus labios y acabé perdida en el baile de su lengua con la mía mientras mis dedos se esparcían por su pelo y lo agarraba, sintiendo la suavidad que este proporcionaba.

Mis ojos estaban cerrados como si de un sueño se tratase y no quisiera despertar, me sentía tan jodidamente acelerada y atraída por el castaño que había perdido la noción del tiempo, y si no llega a ser por que en él todavía quedaba un poco de prudencia, habríamos hecho algo inapropiado encima de los juegos infantiles.

Su comentario acerca de que yo era muy hermosa me aceleraba el corazón por completo, siempre había recibido comentarios así, pero nunca me habían llegado al pecho de esa manera. Estaba en una nube, a pesar de que debía de bajarme porque era una nube irreal de la que no debía de hacerme ilusiones. Estaba haciendo esto por dinero y tenía que asimilarlo.

(...)

El día siguiente llegó con rapidez, y claramente tuve que ir a ayudar a mi padre a la revisión semanal del hospital para averiguar que todo estaba en orden. Me había levantado con un ligero dolor de cabeza que se desvaneció cuando desayuné y una sensación extraña pasaba por mi estómago, incluso sin siquiera saber qué es.

Peter estaba en el instituto como siempre y yo esperaba alguna señal de Robert, que no llegó hasta que un mensaje entró en mi móvil y vi que era él, pero el contenido no me agradaba mucho. ¿Teníamos que hablar? Tragué saliva y pensé en lo peor. No sabía por qué me estaba afectando de esta manera cuando esto era un trabajo, quizá es porque necesito el dinero de los tratamientos para poder mantener bien a mi padre y el hecho de que él no quiera que trabajase más para él, significaría volver al mismo punto de partida.

Había estado con un miedo horrible durante la mañana, ya no por mí, sino por los caros tratamientos de mi padre que tenían que ser pagados a primero de mes si no quería que me cortaran el suministro. No podía permitir que a mi padre le faltara la más mínima gota de morfina o de quimioterapia, él no lo merecía y con la paga que el estado le daba por su cáncer, no daba ni para comer durante el mes.

Cuando dejé a mi padre descansando, no dudé en ir al llamado de Robert a su casa, cogí el coche de mi padre, que estaba un poco viejo ya y me encaminé hacia la casa de Rob para así sentir los nervios durante el camino. Ni la música lograba desconectarme los pensamientos, al revés, parecía que sonaban más altos y los odiaba. Joder, que si los odiaba.

Nada más estar en su puerta, llamé al timbre y él me atendió enseguida, pude ver que estaba jodidamente atractivo esta tarde y ¡maldición!, no quería pesar eso más. Me sentía como en una burbuja que no podía salir, me ahogaba, sentía que esto estallaría y acabaría de la peor manera. Sin embargo, él me tranquiliza y yo suspiro, sentándome en el lugar y escuchar lo que me tiene por decir. Cuando me habla de que tiene un cargo de consciencia por el dolor que le puede provocar a su madre, me incomoda pues es algo que me esperaba. Robert era un humano, tenía remordimientos y claramente no iba a reprocharle eso; era su madre. Sin embargo, me dice que tenemos que ir al casamiento de Rouse con la mentira de por medio, y ahora mismo mi consciencia me ataca a mí diciéndome lo mismo que le está diciendo a Robert; esto está mal.

Si es por mí, no te preocupes. A día de hoy no me has dado ningún problema, Robert... —Murmuro, sin embargo, su último comentario me calla y me seca la boca.

¿Qué había dicho?

No puedo evitar morder mis labios, sintiendo la adrenalina pasar por todo mi cuerpo y mi corazón latir contra mi pecho sin poder evitarlo. Cogí de mi cartera, me había puesto bastante tensa y el hecho de verlo así, delante de mí, con ese pantalón apretado y esa camiseta básica que le quedaba tan bien, no podía evitar secarme la baba al contemplarlo.

Yo... —Murmuro, mientras lo miro. Realmente no sé qué decir, a pesar de que mis pensamientos luchan unos contra otros para salir a la luz y decirle lo que realmente pienso, lo que de verdad siento; — No hemos firmado nada, por eso entiendo que quieras anular esta mentira que hemos creado —Comienzo a hablar, estaba nerviosa. — Sin embargo... creo que no nos estamos atando a nada, Robert. Después del casamiento de Rouse no volveremos a vernos y eso supone a que ninguno de los dos se verá atado al otro. —Necesitaba aire, y por eso me levanto y tras mirarle, suspiro. — Será mejor que me marche

Es lo último que digo cuando cojo mi bolso y comienzo a caminar hacia la puerta. Muerdo mi labio sin poder evitarlo y aprieto mi mandíbula, queriendo sacar el sentimiento que tenía dentro, pero no, me estaba yendo. No llegué a tocar el pomo de la puerta cuando una mano la volvió a cerrar y sentí su pecho en mi espalda, su respiración bastante cerca de mí. Me giré lentamente para mirar a Robert, parecía ansioso y no sabía si era a causa del alcohol o simplemente porque no quería que me marchase en estos momentos.

La cercanía entre nosotros era escasa, no quería que se separase ni un segundo de mí y por eso y muchas cosas más me quedé en silencio, como si mis palabras pudiesen estropear algo. Mi respiración se mezcló con la suya y sin poder despegar la mirada de sus ojos, apoyé mi espalda en la puerta de madera maciza y supe que no tenía escapatoria; estaba entre él y la pared.

Sus labios se hicieron cargo de los míos, dejándome soltar un breve gemido inaudible mientras mis brazos rodeaban su cuello y girábamos, para volver a sentir la fría pared en mis espaldas. Él desprendió mi bolso por el suelo, dejándome libre de esa carga y sintiendo como sus manos se adueñaban de mis piernas para rodearlas alrededor de su cintura y sentir su erección lista para mí. Gemí en sus labios, esta vez audible, poniéndolo más duro y sintiendo cómo me apretaba cada vez más contra él.

Las palabras sobraron entre ambos cuando nuestros besos fueron los protagonistas, nuestras caricias hacían los coros de aquella melodía tan dulce que reproducían nuestros labios y nuestras lenguas danzaban al son. Me recostó en el sofá donde él estaba sentado hace unos minutos y bajó sus labios a mi cuello, haciéndome cerrar los ojos y gemir por ello. Maldición, adoraba el tacto de sus labios con mi piel, era como un tacto mágico, penetrante, un chasquido de electricidad.

Robert... —Murmuro, placentera. Él gruñe tras mi piel, pero nuestro juego de besos no tarda mucho cuando el timbre suena y no podemos hacer más que separarnos.

Noto su maldición, muerdo mi labio y nos incorporamos al escuchar nuevamente el timbre. ¿Quién era tan insistente? Suspiré. Me acomodé del todo y Robert fue a abrir la puerta, mientras recolocaba su erección y al momento, la voz de su hermana y de su madre sonaban en la puerta. No podía ser, me sentía muy incómoda. Me levanté para recibir a ambas Downey con una gran sonrisa, y cuando me vieron, la alegría se notaba en su cara.

¡Hola cielo! —Grita Rouse, mientras me da un pequeño abrazo y se lo devuelvo. — ¿Cómo estás? Espero no haber interrumpido nada —Me guiña el ojo y me sonríe.

Tonterías, no habéis interrumpido nada —Murmuro mientras noto un leve sonrojo.

La madre de Robert entra en la casa junto a su hijo y me da un abrazo como su hija pequeña, mientras hablábamos de la boda que se celebraría en unos días y ambas estaban completamente emocionadas.

Por otra parte, estábamos Robert y yo, mirándonos como si fuésemos dos cómplices que han pillado robando, sabiendo que entre nosotros dos había mucho más que un trato.  

Heaven - Robert Downey JrWhere stories live. Discover now