Capítulo 40

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Iván

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Iván

Aún me hallo en el cielo.

Me cuesta creer que había sentido algo tan hermoso, que había sido tan perfecto, sublime e inolvidable, sin embargo, sí, fue real.

Fue una noche para recordar.

Tantas mujeres pasaron por mi vida, tantas mujeres estuve desnuda entre mis brazos, sin embargo, ninguna de ellas fue capaz de hacerme sentir la mínima parte de bien de lo que se sintió con, Carolina. Con todas ellas podría decir que no sentí nada, porque con mi Lucecita lo sentí absolutamente todo. Fuimos todo juntos.

Había adorado la forma en la que se entregó a mí. Adoré saberme el primero en su vida; aunque no mereciera algo tan valioso como su pureza. Amé verla montarme, sus gemidos, gritos, los rasguños que dejó en mí, sus ojos pesados por el placer que estábamos dándonos y el brillo por el deseo en su piel, siendo solo ella y yo.

Para mí también había sido mi primera vez, pues hasta antes de estar con ella lo único que hice con todas esas mujeres con las que me acosté había sido coger, follar, fornicar y hasta anoche creía era exactamente la misma cosa con diferentes nombres y una vez hasta me recuerdo discutiéndolo con Ethan, pero ahora sé que no. Lo que sucedió entre, Carolina y yo fue mágico, asombroso. Nunca nada se sintió tan bien para mí.

Fue mía, completamente mía y nadie borrará de mi cara la sonrisa de idiota que tengo ahora en ella.

Fueron tantos, tantos años los que anhelé poder tenerla así como la tuve entre mis brazos, rendida ante mí y completamente entregada. Era algo con lo que había soñado desde que esa chiquilla que una vez saqué de una piscina a punto de ahogarse y me llamó su héroe, tenía quince años y se metía en mi auto con aquella falda corta, esa camisa entallada y esa carita dulce e inocente, poniéndome duro por más que le suplicara a mi cuerpo no reaccionar así, y tener que controlarme porque en ese entonces dejarme llevar por mi deseo podría haberme metido en serios problemas con una chiquilla menor de edad. Lo había deseado cuando a través de los años me desafiaba, cuando bamboleaba sus caderas cerca de mí y me ponía como una moto con tan solo un pensamiento de lo que sería tocar su suave piel como la seda. Fueron tantos los años de deseo, volviéndome loco por lo difícil que era desearla y no poder tenerla; sentirla, lo que significa que lo que ocurrió jamás voy a olvidarlo. No podría, pues se me tatuó en la piel y en la memoria desde y para siempre. Hoy no puedo sentirme más feliz.

Suspiro, mirando el día empezar a aclarar a través de su ventana.

Sé que he dicho esto muchas veces, pero es que no puedo dejar de decirlo: Carolina no es cualquier mujer, es la única a la que puedo ver y amar, pero también es tan fuerte, tan jodidamente valiente que el mundo entero debería sentir admiración por una chica así.

Creí, estaba completamente seguro, que la aparición de su madre la iba a dejar devastada, sin embargo no fue así. Aunque no se puede negar que le doliera, que le afectara de alguna forma ver a la mujer que un día la abandonó a su suerte; lo pude ver en su mirada, pero ella no se quiebra, continúa fuerte y lo que más me agrada es que no le dé a esa mujer la oportunidad de continuar haciéndole más daño del que ya le hizo.

Tú, Eternamente tú© ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora