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8 de mayo de 1995


Querido amigo:

Ha pasado un tiempo desde la última vez que te escribí, pero lo cierto es que no ha pasado nada de mucha relevancia. Al menos en lo referente a mí, ya que si hablamos en general de Hogwarts y, en especial, de Harry sí que han pasado cosas.

En febrero tuvo lugar la segunda prueba del Torneo, en la cual Harry y Cedric quedaron empatados con ochenta y cinco puntos. No sé muchos detalles de lo que pasó pues fue bajo el agua y no pudimos ver gran cosa desde las gradas del Lago Negro, pero al parecer los campeones tenían que salvar a un ser querido y, como Fleur Delacour se rindió, Harry tuvo que rescatar tanto a Ron como a su hermana pequeña.

Lo cierto es que el Torneo de los Tres Magos estaba causando mucha sensación, aunque a veces parecía que en lugar de encontrarnos en una escuela esto fuera un reality show ya que la prensa rosa estaba a la orden del día.

—¡Son todas por el estilo! —dijo Hermione, abriendo una carta tras otra, desesperada—. "Harry Potter puede llegar mucho más lejos que la gente como tú..." "Te mereces que te escalden en aceite hirviendo..."

Miré a mi amiga con el ceño fruncido, mientras continuaba abriendo sobres ya sin la curiosidad y mimo con el que trató a la primera carta de todo el montón.

—Y yo que pensaba que nadie leía estas cosas... —murmuré—. ¿De verdad hay gente que se lo toma en serio?

Habían transcurrido unos pocos días desde que en la revista Corazón de Bruja publicaron un artículo sobre Hermione, Viktor Krum y Harry que hablaba sobre el "triángulo amoroso" entre estos. En su momento estuve agradecida ya que al parecer por fin había desaparecido mi momento de estrellato y no se encontraba mi nombre en ese cotilleo, y lo cierto es que ahora tras ver las absurdas cartas de odio estaba mucho más conforme. No obstante, tampoco me parecía bien que Hermione tuviera que pasar por eso.

Aunque Ron parecía estar disfrutando del momento.

—Pues al parecer sí que lo leen, sí —dijo Ron, sin disimular mucho sus ganas de reírse.

Acababa de abrir Hermione el último sobre cuando un líquido verde amarillento con un olor a gasolina muy fuerte se derramó en sus manos, que empezaron a llenarse de granos amarillentos.

—¡Pus de bubotubérculo sin diluir! —exclamó Ron, cogiendo con cautela el sobre y oliéndolo.

Le di un codazo a Ron mientras que Hermione, con lágrimas en los ojos, intentaba limpiarse las manos con una servilleta para poco después irse del Gran Comedor tras el consejo de Harry de que fuera a la enfermería.

Cuando yo también formaba parte de los rumores entorno a la vida amorosa de Harry estos no me llegaron a molestar salvo al inicio, tornándose de divertida la situación conforme los chismes se hacían cada vez más disparatados. Pero esta situación con cartas de odio ya se pasaba de la raya, dejando de ser una dinámica entre adolescentes.

De hecho, Hagrid también había pasado por lo mismo que Hermione tras otro artículo de la misma periodista.

Con esto, ya daba por finalizado mi momento de fama en Hogwarts ya que nadie se acordaba de que mi nombre saliera en una revista o, si aún alguien lo recordaba, seguro que se olvidaría en las vacaciones de pascua con el descanso de las clases. Pero, al parecer, me equivocaba.

Tras una semana de desconexión, las horas en el aula se me estaban haciendo eternas y, en definitiva, me daba pereza hasta pensar. Por lo cual agradecí notablemente que la siguiente clase tras el primer descanso de la mañana fuera Cuidado de Criaturas Mágicas, una asignatura que no requería gran esfuerzo siempre y cuando la lección del día no fueran los escregutos de cola explosiva.

Pero no tuve esa suerte.

—¡Tengo un buen presentimiento, Neville! —exclamé, bajando las escaleras hacia el vestíbulo—. El primer día después de las vacaciones de Navidad empezamos con los unicornios, así que estoy muy segura de que hoy Hagrid nos enseñará una nueva criatura.

—Ojalá tengas razón —bufó Neville, junto a mí—. Aún tengo quemaduras y picaduras de la última clase que tuvimos. No entiendo quién en su sano juicio querría criar a esas cosas.

—Hagrid —contesté, encogiéndome de hombros—. Agradece que no aprovechó los dragones del Torneo para que los estudiásemos.

—Así que te gustan las sobras, Longbottom.

Rodé los ojos al escuchar aquel comentario, no haciéndome falta ni siquiera mirar quién era al reconocer la voz por lo cual ni me molesté en contestar.

Sin embargo, íbamos a cruzar el arco hacia los terrenos de Hogwarts cuando nos cortaron el paso. Dejé escapar un fuerte suspiro, alzando mi mirada del suelo hacia los ojos grises que habían aparecido delante de mí.

—Malfoy, tenemos clase en diez minutos y tú también. ¿Por qué no te quitas?

—No me gusta que me ignoren cuando hablo, Weasley —siseó Draco, para después mirar a Neville de arriba abajo y reírse socarronamente—. Tanto Longbottom como Potter apestan.

Crabbe y Goyle se mofaron junto a él tocando sus insignias de "Potter apesta" en sus túnicas. El rubio se dirigió hacia mí con actitud desafiante, a sabiendas de que Neville no solía defenderse él solo. Estaba buscando sacarme de mis casillas para divertirse.

—Por lo menos no son como tú, que lo único que se te da bien es meterte donde no te llaman —dije, entrando al trapo—. Supongo que no tener amigos aparte de estos dos tiene que ser muy aburrido.

—¡Mira quién habla! Como si este perdedor, la sangre sucia y el tonto de Potter fueran mejores.

—¿Pero quién te crees que eres? —exclamé, alzando la voz por encima de la suya—. Como vuelvas a llamar a mis amigos así...

—¿Qué vas a hacer, eh? —preguntó, avanzando hacia mí. Parecía estar disfrutando de la discusión—. ¿Pelearás conmigo o llamarás a Potter para que lo haga?

Sin achantarme yo también di un paso hacia él, intentando parecer lo más ruda posible intentando obviar la diferencia abismal de altura entre ambos. 

—Valientes palabras de alguien que perdió todos sus duelos contra mí en segundo curso —repliqué, procurando no distraerme por la sonrisa vacilona del rubio—. No necesito de ningún Harry Potter para ponerte en tu sitio.

Le di un pequeño empujón para que se apartara de nuestro camino, aunque me lo iba a volver a encontrar en pocos minutos pues compartíamos clase en esa hora. Neville y yo nos adelantamos a ellos, bajando la colina mientras despotricaba contra el Slytherin.

—Llevabas dos semanas sin discutir con él, ha sido tu tiempo récord.

—Es un idiota —bufé, acomodándome mi bolso sobre el hombro—. Va por ahí con sus estúpidas chapitas de "Potter apesta" porque el muy cretino tiene envidia de Harry. ¡Ya le gustaría ser la mitad de lo que es! Además, ya mis rumores de yo saliendo con él son muy del siglo pasado.

—Eso a Malfoy le da igual si puede utilizarlo para fastidiarte porque sabe que vas a entrar en su juego. 

—¿Y qué quieres que haga, Neville? No voy a quedarme callada si se mete con mis amigos.

Neville se encogió de hombros como única respuesta. Cuando comenzamos la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas intercambié unas cuantas miradas con el dichoso rubio, quien siempre señalaba a su insignia con el dedo índice. Era inaguantable. 

Aunque no sé qué fue peor, si Malfoy o que la lección del día sí resultara ser los escregutos de cola explosiva.

Con cariño, Rosie.

Normal Weasley「 𝐝𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐦𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora