Desde mi cripta escucho a los gusanos, escucho a las larvas nacer, crecer y reproducirse, desde mi tumba siento la degradación de mi cuerpo que tanto embellecí en vida.
Desde mi cripta siento las pisadas de los animales que llegan a posarse sobre el suelo, siento las patas de los pájaros que revolotean en lo alto, sobre la tierra que y anuncia pisare.
Desde mi cripta, miro el más allá, veo a los vivos regodearse en las noches de ultratumba, miro las veladoras y cuento los pétalos de las rosas, las veo secarse y morir.
Desde mi cripta escucho a los demás muertos que se levantan en noches de eterna profundidad, en donde los sueños se siembran por masetas rotas que nunca amanecen.
Desde mi cripta veo mi carne convertirse en huesos, y mis entrañas desparramarse entre las tablas de este ataúd que se putrefacta y se vuelve uno con mi ser.
Desde mi cripta me diluyo, me envuelvo en la penumbra, me paseo por los corredores de este viejo panteón.
Desde mi cripta las lágrimas se volvieron sal, se volvieron mar y tormento de insomnios perpetuos.
Desde mi cripta veo a los niños corre entre los juguetes que dejan para que ellos jueguen.
Desde mi cripta escucho a mis familiares musitar, llorar, extrañarme, cederme, dejarme de nuevo en soledad.
Desde mi cripta, me rapto a las vírgenes, me muerdo los huesos, me vuelvo polvo calizo, me desvanezco.
Desde mi cripta, ladran los perros, los gatos se trepan a los árboles, usan la cruz que me pusieron como su escalera para ello.
Desde mi cripta le sedo mi vida al infierno, le doy mi luz al sol y con cada amanecer cierro mis ojos o lo que queda de ellos desalojando el corazón.
