CAPÍTULO 4/ NUEVA VIDA

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Revisa con la mirada toda la habitación hasta que ve una rosa, de un color rojizo oscuro precioso. Se queda extrañada, quiere saber quién la envía, así que le pide a su madre que por favor se la acerque. Al ver la rosa queda completamente impactada, es preciosa. Lleva una nota, que dice "Espero que te mejores pronto, tenemos muchas cosas por hacer, con cariño, Bruno".
Ya se encontraba algo más estabilizada pero aún seguía entubada a una maquinita que no paraba de hacer un pitidito. Seguía comiendo vía intravenosa pero ya tenía algo más de fuerzas para seguir viviendo. Leila, nada más dar un paso en la habitación rompió a llorar y la fue a abrazar. Le hizo una cuestión la cuál ella respondió "no". La pregunta era "¿Te acuerdas de mí? Leila al escuchar esa respuesta se le rompió el corazón. Procedió a enseñarle las conversaciones que habían mantenido desde pequeñas. Diana, al leerlas le preguntó que quién era ese chico que le había traído esa flor. Su amiga contestó muy sorprendida y dijo: "Es tu amado, ese chico al que siempre veías aparecer por la puerta pero que nunca te atrevías a saludar, él es ese que te hace feliz. El que discutía contigo por cosas tan simples como por una novela. Ese es él".
Al acabar la frase, se oyen dos golpecitos en la puerta de la sala. Se abre la puerta y es Bruno con una caja de bombones de color roja, inmediatamente se la da a Diana con mucho cariño. En la caja había una frase que decía "Con cariño de tu mejor amigo". Ella le dio dos besos de cortesía pero todavía seguía sin recordarle, ante esto, el portugués le preguntó si aún no se acordaba de él, cuya respuesta fue negativa.
Está sorprendida, pues normalmente los amigos no regalan bombones. Pero decidió no pensar más en él e intentar conocer mejor a quien decía ser su mejor amiga.
Pasaron los días lentamente y Diana regresó a casa, aún le cuesta caminar y necesita ayuda para todo. Sigue sin reconocer a nadie, cosa que le molesta ya que ve a desconocidos cada día.
A su madre, cada vez que ve su hija con esa frustración, se le rompe el corazón en mil pedazos, como si se tratara de numerosos cristales rotos en el suelo.
Ya era septiembre cuando ya fue capaz de valerse algo más por sí misma.
Aún así, sus amigos más leales y sus familiares se seguían quedando por las noches en su habitación por si ocurría cualquier extraña recaída. Diana entró en una especie de depresión, en la que no quería salir ni de su propia habitación. No quería ni comer, y ya se estaba quedando en los huesos, parecía una pluma que se iba a echar a volar con el mínimo viento que soplase. La madre vio que su hija no podía seguir en esa situación así que la llevo a un especialista. Llevaba tiempo sin comer porque se veía gorda a si misma, este hecho preocupaba bastante a todos los de su alrededor. Cada vez que Diana se observaba a un espejo se daba más asco así misma. Se veía como una chica de 16 años obesa, que cada vez iba perdiendo más la salud y que estaba en mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Por lo cuál, decidió apuntarse a un gimnasio y no comer absolutamente nada hasta que "adelgazara". Su madre la veía yendo a correr todas las tardes durante 3 horas y media con su amiga Leila, al principio pensó que únicamente lo que quería era redescubrir la zona en la que vivía pero cuando dejó de comer totalmente fue la gota que colmó el vaso.
Esta fue la descripción que la madre relató a los profesionales. Ellos supieron que con su ayuda y con el apoyo de sus seres queridos lo iba a poder superar ya que con 16 años apenas pesaba 35 kilos. Necesitaba ser ingresada de urgencia en el hospital de Vigo.
Volvió a estar en la misma sala fría de la otra vez. No se pudo contener la rabia que sentía por dentro y lo pagó con su madre en una tremenda pelea. Le recriminó que estaba ahí por su culpa, si no hubiera sido por ella, no estaría tan gorda. La madre sabía que eran momentos difíciles para su hija pero no podía consentir que su hija le hablara así. Se fundieron en una interminable pelea en la que ambas acabaron llorando desconsoladamente. Se dijeron insultos muy ofensivos los cuales, parecía que cada vez los insultos iban subiendo de dureza. Diana no pudo aguantar la presión y la enfermera tuvo que tomar la decisión de separarlas y sacar a la madre de la habitación. Le dio un ataque de ansiedad en los pasillos, Diana sentía que lo que estaba sufriendo su madre ahora era todo por su culpa e intentó desconectarse la vía por la cual se nutría.
Inmediatamente, la enfermera se percató de su intento de suicidio y la pusieron en la UCI(Unidad de Cuidados Intensivos) la cual en ella iba a estar mucho más controlada. Afortunadamente ese intento no fue más allá de un simple susto, y siguió recuperándose. La venían a visitar enfermeras y psicólogas todos los días para prevenir que esta situación pudiera volver a ocurrir. Pasaba todas las noches en silencio, dado a que no conocía a la señora que la acompañaba en la habitación. Diana ordenó que no estaba preparada para recibir visitas por lo cuál sus supuestos amigos no pudieron visitarla a pesar de sus intentos. Tras largas conversaciones con sus ayudantes, decidió tomar la decisión de solucionar el percance con su madre pero todo dio un giro cuando le comunicaron la siguiente noticia. Los psicólogos se quedaron muy impresionados, ellos se reunieron y tomaron la cruel decisión de no comunicarla a Diana ya que esto podía afectar a su recuperación. Esta noticia era que la madre no pudo aguantar más y su corazón dejó de dar latidos, en menos de una décima de segundo se desplomó en el frío suelo de la sala de espera. Los médicos fueron con rapidez a intentar socorrerla pero ya no había vuelta atrás. Ella ya había fallecido cuando Diana logró recuperarse algo más y aumentar de peso. Leila y Bruno fueron los primeros en enterarse, estaban muy afectados por cómo podría encajar esta dura noticia su gran amiga. A pesar de la advertencia de los psicólogos, lo mejor para Diana era comunicarle esta noticia. Ya que había logrado mejorar algo. La que se le comunicaron fueron quienes más la conocían en ese momento. Leila y Bruno accedieron a la habitación con un ramo de rosas. Ambos se sentaron en el sofá que había justo al lado de la cama y de las máquinas que le daban de comer, y con mucha delicadeza le contaron lo ocurrido. Leila comenzó a hablarle, ya que Bruno no podía. Principalmente le comunicó lo sucedido con mucha delicadeza, no quería que su amiga lo pasara mal y esto era muy duro de soportar. A Diana le costó de igual forma y comenzó a llorar desconsoladamente. Bruno le ofreció su hombro para que llorara, agarró su cabeza y la poso sobre sus musculosos hombros. Ella siguió llorando y entrelazó sus brazos en el cuello de éste. Forjándose así un bonito pero triste abrazo, el cuál Leila no pudo contemplar ya que había ido a por un vaso de agua y unos pañuelos. Diana no fue la única que lloró, también Leila lloró a lágrima tendida. Se acordó de aquellas mañanas en las que la madre de si amiga las llevaba hacia el colegio. También cuando las llevaba al parque. Diana, de tanto tiempo que estuvo llorando, se quedó dormida entre los brazos de Bruno. Pero esta pequeña siesta no iba a durar mucho.

Una Rosa en Nuestro Caminoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن