Juegos de devenir parte dieciséis: El conflicto universal.

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El ser y el no-ser, esa cuestión ancestral representada por Hamlet, que le dio forma al pensamiento filosófico de la cultura occidental y marcó una diferencia en la relación de los individuos con la realidad, es en realidad un planteo metafísico programado en el origen del devenir mismo del mundo que conocemos. El todo y la nada se encuentran, combatiendo y copulando al mismo tiempo, un progreso de fricción que resulta en una deconstrucción de ambos, una constante expansión y erosión concluye en una serie de accidentes que se corrigen constantemente. El equilibrio le da forma a la entropía, esta forma es lo que conocemos como presente, una eternidad de sucesos que están sometidos a constante transformación. Este cambio, permanente, representa el vínculo que la existencia y el vacío tienen entre sí, la atracción y la repulsión de las energías, tanto las negativas como las positivas, construyen a la totalidad y su arquitectura corresponde al orden de los hechos que la conforman. Es otro el comienzo de todo y nada a la vez, porque los valores son todos el mismo y la realidad es la mediación de la experiencia del ser con el otro. Este contacto con uno mismo resulta en una contradicción fundamental, cuya conciliación es sintonizar la armonía deseada, descubrir que el silencio y la interferencia se pueden sincronizar en una sinfonía de acontecimientos. Sin embargo la naturaleza se batalla a sí misma, se consume y se auto-sustenta, esta danza cósmica de la vida misma es también una guerra compasiva, es responder a un ciclo, un bucle infinito de experimentación. La vida es la búsqueda del ser, y cada individuo es una representación de la voluntad del mismo, sin embargo no se puede escapar a la necesidad de poder ni al hambre de llenar un vacío inabarcable. Porque el ser también es ese vacío, esa ausencia de existencias es en sí misma una existencia, el todo y la nada buscan completarse, sabiendo que siempre están completos insisten en generar más. El vacío se expande tanto como la cantidad de existencias aumenta, y el universo se dirige a un mismo fin: buscar un propósito. El medio es la representación de la personalidad de uno mismo, es encontrar la unidad escapando de ella, es escapar del otro para poder encontrarlo de nuevo, dentro de uno, siendo el otro. Este sentimiento de dolor y de placer concluye en un equilibrio, se cancelan entre sí y la batalla y la copulación dan lugar al nacimiento de la entidad que es la totalidad. Uno y cero son diferentes nombres para lo mismo, todo contacto entre el ser y el otro tiene como consecuencia un llamado mutuo, una señal de soledad es también un deseo de amor. Esta atracción con lo opuesto y esta repulsión con lo mismo se encuentran programados en el origen, y este consumo-sustentación, creación-destrucción, son el orden de la naturaleza. Esta naturaleza a la contradicción es la búsqueda de un sentido, es encontrar un medio que abarque a la vida y a la muerte, es descubrir a la belleza y comprender lo incomprensible. Esta fuerza de crecimiento de la naturaleza en su devenir, en el flujo constante del hecho universal, en la permanente transformación de las energías y la materia, desenvuelve un inevitable olvido, se rodea de ese instante de vacío eterno para construir un recuerdo oculto de una verdad absoluta. Los estados del ser son ese fenómeno cuya presencia es un acto de pura fe, el papel que cumple en la ficción que construye es la de espectador y de actor, el ser sucede tanto en la existencia y en el vacío, en el dolor y en el placer, en la culpa y en la felicidad, en el ying y en el yang, en la naturaleza y en lo artificial. Ese protagonismo implícito de Dios es la realidad de la experiencia, es un camino inevitable de lecciones a aprender. La contradicción es en el abuso de poder, porque la necesidad fuera de control es un deseo absurdo, y el control puede trascender a uno, pero también uno puede trascender el control. Este abuso, esta acción desmedida del consumo es la demostración de un inconsciente superpuesto a la voluntad de poderío del equilibrio que debe regir en el universo. Este inconsciente es conflictivo en su exceso de fuerzas enfrentadas, es una lucha natural cuyo resultado es un perecer inevitable, tomar control de esta inconsciencia es responder al poder de la paz. Es necesario distribuir los recursos con humildad, porque si esa humildad se ignora, las fuerzas superan a las existencias y estas se pierden en el olvido. Pero la vida y la muerte se emparejan, deseo mutuo entre uno y otro, el equilibrio domina en su efecto absoluto y el exceso y su consecuencia frenan cuando todo vuelve en contra de sí mismo. La formación de una institución es consecuencia de un abuso de lo artificial, pero si esta apenas es capaz de dominar a los individuos que se encuentran sometidos, entonces su control sobre sí misma es negativo y su actividad es antagónica, generando entonces un consumo descontrolado. La institución, la organización forzosa entre individuos y su reparto arbitrario de poderes, tiene como consecuencia una falta de valoración de los recursos y por lo tanto la ausencia de la auto-preservación. La institución se contradice en su actividad al apelar a la satisfacción de su deseo de poder, moviéndose siempre en función de mantener su estructura, sometiendo a los individuos subordinados a ella a actuar en función de el bienestar de la institución. Este control por parte de la estructura sólo favorece a los individuos que poseen el poder de acceso a los recursos, quienes deliberadamente le quitan la posibilidad a otros de acceder a estos. El resultado de esto es una mala distribución de poderes, que resulta en una institución interesada en sí misma y en una colectividad de individuos sometidos a obedecerla. Sin saberlo, la institución, al actuar en conveniencia de su estado de poder, abusa de los recursos sin un propósito específico, cuyo fin inevitable es la disolución de la institución misma. Estas desigualdades son forzadas dentro de una naturaleza que busca el equilibrio, por lo tanto su resultado será la escasez de recursos que llevarán al fallecimiento de una representación errónea de la personalidad del ser. Porque la institución es un ser vicioso, y un ser vicioso es su propia institución, sólo se obedece a sí mismo y sustrae el bienestar del otro, es el conflicto hecho material y el daño que inflige a otros también lo inflige a sí mismo. Sin embargo el cambio es inevitable y el hecho de que un ser vicioso cambie en una mejor representación de su verdad se mantiene como una probabilidad. Ese potencial es natural de todas las existencias, y si algo daña irremediablemente, su cambio también lo será. Es posible que algo dañe en defensa propia, es natural de hecho, pero si se daña sin un sentido, sin un propósito, entonces eso se verá dañado también por sí mismo y por otro que se defienda. Pero el potencial sigue inscripto y el cambio será natural, uno podrá convertirse en otro y el equilibrio se re-establecerá. O uno podrá simplemente perecer a causa de su vicio y la naturaleza se nutrirá de sus restos. Por eso sería natural que la institución se derrumbe, a no ser que esta encuentre un propósito y resuelva los conflictos que genera. Porque ese conflicto está inscripto en el ser, en su búsqueda de propósito también inflige dolor en la realidad que crea, sufre accidentes y los corrige constantemente, así le da su forma al mundo, y su fin es inevitable, pero aún así por cada fin existe un comienzo nuevo, y el potencial nunca se pierde. Todo y nada buscan ser perfectos, pero uno sin el otro se mantiene incompleto, y es ese cambio permanente lo que le da perfección, y es su interrelación lo que los completa. Sea que la fuerza y la paz son instintivos, deben mantenerse en equilibrio, porque las existencias que median y conforman a la realidad sufren las consecuencias de un accionar trascendental por el cual son atravesadas. Y estas contienen estos instintos por los cuales manifiestan su voluntad de descubrimiento, mediante el cual construyen su experiencia y ficcionan sus mundos, siguen todas su propio camino y está en ellas el poder de elegir su peso en la balanza. Porque todas las existencias llegan en su pureza y cobran forma por los accidentes que sufren, se identifican por el afecto de su historia en el presente y cumplen cada una una función que trasciende su supervivencia. Porque existir es una responsabilidad y usar el poder para sustentar más vida es darle un propósito superior a los recursos, porque la vida tiene forma hasta en lo más simple, porque la forma tiene vida en lo oculto. Porque algo que se mueve constantemente no se cae, pero los tropiezos están para dar un nuevo rumbo. El conflicto universal se resuelve cuando uno encuentra su propósito y construye valor incluso en lo más ínfimo. Porque cada individuo debe practicar la compasión, sobre uno mismo y sobre el otro, el conflicto se resuelve cuando el instinto de la fuerza y de la paz se concilian. Porque no hay vida sin muerte, y el camino es aceptar a ambos por igual. Porque el valor está en uno, y es responsabilidad de uno agradecer por el milagro de poder. Entonces si el universo tiene el conflicto de sufrir el dolor de cada perecer, también puede disfrutar el placer de cada nacer. Y está en los mediadores presenciar cada acto, de interpretar la sinfonía que fue creada por el baile entre todo y nada. Porque los mediadores somos nosotros, y está en nosotros el sentido del valor, y hacer de la experiencia algo milagroso corresponde a comprender que nuestros conflictos representan la naturaleza del universo y resolverlos es parte de nuestro trabajo.

Juegos de devenir parte 16: El conflicto universal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora