No hagas nada estúpido

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Aun no podía creer que besara a Hiccup, aunque haya sido en la mejilla, no podía creer que lo hiciera. Había sido un acto de mero impulso y locura, reaccionó sin pensar y ahora el bochorno que sentía era su castigo.

Por eso había salido corriendo sin darle la cara una última vez, pues sabía que si veía su rostro colorado perdería su reputación de guerrera fuerte y ruda ante él y, sinceramente, no era algo que deseara. ¡Pero había sido demasiado torpe! De no haber huido como lo hizo, si se hubiera detenido al menos un segundo a pensar con cordura, no habría olvidado su hacha en ese lugar.

Su hacha, ¿cómo había podido olvidar su hacha?

Con todo lo que ocurrió con Hiccup y Toothless, el descubrimiento del nido de los dragones y el inmenso dragón que habitaba en él, terminó olvidando no solo su hacha sino también las razones por las cuales había seguido a Hiccup en primer lugar. Aunque esto último ya no le importaba, pues ahora que había conocido un poco más al joven vikingo se dio cuenta de lo equivocada que estaba sobre sus pensamientos y disgusto hacia él.

Debía admitirlo, lo había juzgado mal todo ese tiempo. Todo Berk lo había hecho en realidad.

Quizá fue por eso que lo besó, quizá eso era lo que significaba su "por todo lo demás" de esa ocasión.

Como haya sido, ahora debía tragarse su vergüenza y buscarlo para que la ayudara a recuperar su hacha, pues aunque Toothless había demostrado ser una criatura magnifica estaba segura de que no tomaría nada bien que entrara a husmear en su pequeño recinto temporal y lo que menos deseaba era tener a un dragón furioso encima de ella tratando de morderle el cuello. Así que lo mejor que podía hacer para evitar ese trágico final era pedirle a Hiccup que la acompañara, aunque eso significara tener que verlo a la cara y evitar sonrojarse al mismo tiempo.

—Quizá aún esté ahí—Murmuró pensativa caminando por las calles oscuras de Berk rumbo al bosque en el cual había estado minutos atrás pues no había tardado mucho tiempo en notar la ausencia de su arma.

Realmente esperaba que fuera así, ya que no quería tener que ir a su casa y responder una infinidad de preguntas que seguramente el Jefe Stoick le haría.

Podía mentirle a todos sobre Hiccup y su amigo dragón, a todos menos al Jefe; así que encontrarse con él era algo que sin duda le causaría problemas a ambos, por lo que debía evitarlo a toda costa.

—Por favor que aun esté ahí—Suplicó agobiada dejando escapar un suspiro agotado.

*O*O*O*

— ¡Oh! Hola, Astrid. Qué linda noche, ¿verdad?—Habló con fingida y nerviosa naturalidad caminando con torpeza por el sendero que conectaba el bosque con la aldea—. Ocurre que, bueno, pues, verás... ¡Ten tu hacha!—Sus palabras se enredaron en un tartamudeo imposible que ni siquiera el comprendió—. Esto es estúpido...—Resopló recargándose contra el tronco del árbol más próximo.

Bajó su mirada hacia el hacha a la que se aferraban sus manos, la misma que él le había quitado horas atrás y que ahora planeaba regresarle; una acción que resultaba ser más complicada de lo que imaginó.

— ¿Cómo se supone que hable con ella si no puedo decir nada coherente?—Gruñó fastidiado—. Antes lo hice, ¿por qué ahora no?—Se reclamó cerrando los ojos y apoyando la cabeza contra el árbol—. Sin duda los dioses me odian.

Suspiró rendido sintiendo el frio de la noche besando su piel.

Besando. Su. Piel.

Justo como...

— ¡Aggh!—Gruñó con más fuerza dejando caer el hacha y llevándose ambas manos al cabello—. ¿Por qué tenía que hacerlo? Digo... me gustó, ¡claro que me gustó! Pero... ¡Por todos los dioses!

No hagas nada estúpidoWhere stories live. Discover now