Capítulo 18

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Lo que Pey pensó que era una cueva, resultó ser en realidad un túnel, y todos los carros que parecían totalmente inservibles, en realidad funcionaban y fueron apartados de la entrada del túnel para que ellos pudieran pasar.

Los metieron en una sola camioneta, e iban totalmente apretados unos con otros. Harriet y Sonya iban enfrente. La morena manejando.

Casi no hablaron, y las pocas palabras que dirigieron fueron hacia Aris o Pey. Les preguntaron por las demás chicas, qué había pasado con ellas. Los chicos respondieron con tristeza, que, por desgracia, solo quedaban pocas antes de que ellos se fueran.

Después de eso todos se mantuvieron en silencio.

Cuando Harriet paró la camioneta, bajaron todos apresuradamente. Pey se sintió libre al dejar de estar apretada entre Minho y Teresa.

Respiro profundamente, y miro hacia todos lados. Nuevamente caminarian un poco, solo para llegar a lo que parecía ser un campamento muy grande.

El Brazo Derecho.

Justo cuando llegaban a las primeras carpas, un hombre alto y rubio se les puso enfrente, detrás venían otros tres sujetos, con armas en mano. Harriet iba liderando el grupo y ella fue quien habló.

—Tranquilo, Vince, los conocemos a todos.

El hombre parecía más joven que Jorge, media cerca de uno noventa, con un porte de rudeza y una cara poco amable, y la chica le había hablado como si fuera un adolescente igual a ellos. Pey la miró con curiosidad, era obvio que ella era una muy buena líder. Más de lo que ella misma podría serlo algún día.

—¿Y los revisaron? —contestó Vince.

Los miró a todos con cuidado, y cuando su mirada pasó por Pey, alguien justo detrás de ella comenzó a toser. Ella se volteó justo a tiempo para poder ver a Brenda caer de rodillas al suelo, escupiendo líquido negro de la boca. Se veía tan pálida como papel, y las venas comenzaban a marcarse en todo su rostro.

Todo pasó muy deprisa. Todos se habían alejado de ella, incluso Pey lo había hecho sin darse cuenta. Y Vincent y los otros hombres con armas le apuntaban, decididos a disparar. Y en un rápido movimiento, Jorge empujó a Minho, que estaba frente a él, y se puso entre Brenda y los rifles, como un escudo.

—¡No disparen! —gritó alguien detrás de Vince.

Todos los hombres bajaron las armas y voltearon a ver a la mujer que acaba de hablar.

Pey la miró.

Era baja, de tez blanca y el cabello negro. Vestía como todos ellos, sucia y descuidada, pero algo en ella le inspiró confianza al momento.

La mujer lo miró.

—Thomas. —Luego la vio a ella —. Pey.

Cuando la mujer pronunció su nombre, fue como si un interruptor se hubiera encendido.

Mary.

Ambos dieron un paso al frente, pero fue Thomas quien habló.

—¿Nos conoces?

—Que interesante —contestó en su lugar la pregunta, aunque no fue exactamente la respuesta que esperaba el chico —. Tiene sentido que los mandarán al Laberinto. Aunque creí que los habían matado por lo que hicieron.

Pey sabía a qué se refería, lo había recordado unos días antes. La mujer la observó con fijeza, sabía que la chica recordaba.

—¿Lo que hicieron? —preguntó Minho, confundido, seguramente todos ellos, menos Pey, estaban igual.

—La primera vez que te ví, Thomas, dijiste que no soportabas más ver sufrir a tus amigos, verlos morir. —Claramente él no entendía a lo que se refería la mujer —La última vez que hable contigo, Pey, me diste todas las coordenadas de los carteles de CRUEL.

Lo sé, quiso decirle. Sé lo que hice.

—Fueron nuestra fuente —dijo Vince, totalmente asombrado.

—No tendríamos esto sin ustedes.

La sonrisa de Mary era totalmente sincera, y Pey sabía que ella era una de las pocas personas adultas que la había ayudado cuando era niña.

—Traiga a la chica —le dijo a Jorge —. Y voy a necesitar un poco de su sangre.

Pey tragó saliva.

Odiaba las agujas.

𝗍𝖾 𝗋𝖾𝖼𝗎𝖾𝗋𝖽𝗈 [𝚗 𝚎 𝚠 𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora