002|The Beatles

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El velorio está demasiado calmado, no hay mucha gente pero tampoco poca, mamá siempre fue demasiado simpática y buena con todo el mundo, jamás le faltó el respeto a alguien.

Me acerqué a Dylan, quien estaba sentado junto a la hermana de mamá, con sus párpados hinchados, sus pulgares jugando y su mirada baja.

—Hey—me senté a su lado—¿Tienes sueño?

Me negó con la cabeza muy rápido, aún con el mismo semblante tan deprimido. Comprendo cómo se siente, tan bajo, tan enfermo, también me he sentido así desde que supe el tiempo que le quedaba a Galilea. Jamás quise decirle a Dylan sobre eso porque se pondría peor de lo que ya estaba.

—Tía—murmuré acariciando el cabello de Dylan.

—¿Si?—me vio detrás de esos lentes oscuros pesados.

—¿Puede dormir contigo hoy? Yo me quedaré aquí a cuidar, por favor vayan a descansar—le sonreí.

—Lo llevaré conmigo nena, ve a tomar un poco de aire, lo necesitas—sugirió dándome una sonrisa forzada en sus labios hinchados.

Asentí, levantándome de la banca y dando un beso en la frente de mi hermano. Siguiendo el caso a mi tía, suspiré y salí a la explanada del velatorio, huele a incienso y hay personas afuera.

El viento es bastante fresco, son al menos las dos de la mañana, no he comido nada y tampoco he dormido un sólo segundo.

Salí, perdiendo mi rumbo pero sé a donde voy. El parque luce tan grande, que quiero perderme entre las hojas de los árboles mientras escucho la canción de papá.

Me tumbé en el árbol más grande, donde el sol en el día apenas entra y el viento te arrulla. Es el árbol del silencio, sólo se escuchan las hojas bailotear al ritmo del aire, como una sonata de Beethoven o una melodía de Nina Simone.

Recordé el pequeño cilindro del botón rojo, lo tomé de la bolsa de mi chaqueta y lo analicé, es un simple botón rojo, no dice nada, no tiene un logo y menos letras.

—¿Qué puede pasar?—murmuré presionando el botón.

Sentí nauseas, como si me hubiera electrocutado. Me resultó estúpido, ¿tanto misterio para una electrocutada? Bufé y lo guardé de nuevo en mi bolsa. Saqué mi celular, preocupada por la pantalla borrosa, extraña y con interferencia. Salí corriendo del parq...

No... esto no es Queensland.

Caí al suelo, golpeando mi cabeza, algo me jalo hacia la acera. Abrí los ojos, pero sólo estaba el cielo azul oscuro, con muchísimas estrellas como rocas en un niño pelirrojo.

—¡Debe ser otro gato! ¡Entra a la maldita camioneta, Paul!—escuché a lo lejos, en eco.

—¡Juro que escuché un grito!—exclamó una voz bastante... llamativa.

Intenté incorporarme, pero el dolor en mi cabeza y mi cintura lastimada me impedían hasta respirar. Mis hombros flaquearon haciéndome perder lo ganado que llevaba levantada.

—¡Es una niña!—gritó una voz asustada a mi lado.

—¡¿Qué?!—gritó la otra voz de antes.

—¡Maldita sea, Ringo! ¡Háblale a John, es una chica!—masculló agresivamente la primera voz.

Apenas podía divisar los colores y las sombras, aún continuó aturdida y perdida en mi caída.

—¿Cómo carajos llegó aquí?—preguntó molesta una tercera voz.

—¡¿Cómo carajos quieres que lo sepa?!—la voz agresiva continuaba.

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⏰ Última actualización: Jul 19, 2019 ⏰

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