『Capítulo 20』

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El lago congelado de los corazones rotos

El agotamiento era notorio debido al intenso viaje trazado el día anterior mientras que en mi nariz persistía el olor a tierra mojada junto al hielo del reciente invierno. Mis ojos estaban cerrados en busca de un poco de paz e inmersos en su oscuridad, al tiempo que el insoportable frío se apoderaba del lugar, lo podía sentir filtrarse por la ventana donde me encontraba recostada.

¿Cómo había llegado hasta aquí? pues..

Luego de recibir el mensaje de Jean, quedé en encontrarme con él para iniciar el viaje acordado, fue así como llegamos a una caballa de su familia, esta quedaba a las afueras del pequeño pueblo de Bristhon, y debido a que Azrael no se había molestado en darme una explicación, deseaba que se sintiera mal por eso, tal vez estaba siendo un poco extremista, pero las personas no pueden ir por la vida dando falsas ilusiones sin obtener algo negativo a cambio.

No pude seguir relajada debido a que la temblorosa voz de Jean, llamó mi atención haciéndome salir del trance en el cual me encontraba.

—I'll give you what your like —tarareaba la canción a todo pulmón, su dulzura me apretaba el corazón, no comprendía por qué no me llegaba a enamorar de él.

Cabe recalcar que de este lado de la casa el frío se incrementaba, así que pasé mis manos alrededor de mi cuerpo para intentar entrar en calor. La cabaña era pequeña y muy acogedora, tenía un estilo rústico, perfecto para la temporada, con sillones acolchados por todas partes y una gran chimenea que emanaba calor las 24 horas del día, la cocina y la sala se hallaban divididas por un pequeño estante, eso provocaba que fuera mucho más cálida.

A pesar del agotamiento extenuante que tenía, había colocado un poco de leche a calentar en la estufa. Un chocolate caliente no caería mal —Pensé

Jean, salió unos minutos después, tomando asiento a mi lado.

—Ya está desocupada la ducha, dama —ese fue su intento fallido por imitar la voz de un príncipe de cuentos de hadas.

—Claro... no lo creo, estoy bien aquí —él fingió sorpresa, pues ya le había dicho que no me bañaría.

—Gia Becops, hueles mal. Deberías considerar la propuesta —me hice la ofendida.

—Huelo a flores —replique observando sus profundos ojos azules.

—De un Jardín muerto —bromeó Jean.

Reímos inundando el lugar a carcajadas. Su cuerpo se acomodó a mi lado entre risas que no paraban y por un momento me olvidé de todo... por un instante no pensé en nadie más.

—Gracias —susurré, su rostro se contrajo y pude percibir su tristeza.

—Sonríe más seguido ¿quieres? —le di una mirada sincera y luego bajé la cabeza. Él se apuró a pasar sus brazos por mis hombros y yo no dude en acostarme en su pecho.

—Siempre sonreiré para ti, así me sienta fatal —contesté con voz suave y efímera.

—Solo quiero cuidarte ¿Sabes lo mucho que me importas verdad? —preguntó

Asentí, sus preciosos ojos azules quedaron grabados en mi mente, pero en ese preciso instante la estufa sonó rompiendo el momento íntimo que habíamos creado. La leche quedó esparcida por todo el alrededor de la cocina, eso provocó que nos levantemos a toda prisa para apagar la flama. Jean, observó el desastre por un momento y luego sus ojos se posaron en mí.

—Recuérdame no dejarte cocinar, mi madre me matara si ve la cocina así.

Nuestra risa esta vez fue leve, nos dispusimos a limpiar y con la poca leche que quedó preparamos chocolate.

Personalidades fingidas.Where stories live. Discover now