Capitulo 8: Me debes trescientos pavos

479 39 6
                                    

Estábamos en la puerta del bar, la fachada era de ladrillo rojo sin revestir algo gastados, dándole un aspecto descuidado, en la mayoría de las paredes de alrededor estaban repletas de grafitis salvo las que correspondía a aquel bar, nadie se arriesgaba a la ira de Billy por haber ensuciado su pared, la calle no estaba lo que se dice muy limpia pero a mí se me hacía indiferente.

-Bonito lugar-dijo Ethan con tono despectivo dándole una patada a una lata que estaba en su camino.

-¿Te quieres callar?-le solté.

-Entremos-nos sugirió Will al ver que ninguno decía nada.

Nos dirigimos a la entrada de bar y entramos Will, Jayden y yo primero, luego Ethan y por últimos los demás. Muchas miradas se posaron en nosotros, algunas eran amenazantes y se dirigían a los chicos o a mí que me recorrían con la mirada de arriba abajo parándose más tiempo en algunos puntos concretos de mi anatomía, también había alguna chica ligerita de ropa. Mis ojos recorrieron la estancia, las paredes estaban pintadas en gris salvo la que correspondía a la barra que se podían ver los ladrillos, en esta había tres grifos de cerveza, un estante largo lleno de botellas de diferentes licores, los taburetes eran negros y se podía ver en su pintura el paso de los años, en estos estaban sentados dos hombres, las mesas eran de madera oscura, estaba muy desgastadas tenían inscripciones hechas con navajas muchas de ellas eran declaraciones de lo que creyeron que sería amor, insultos hacia personas, nombres, palabras sueltas…, tenían golpes, muchas de ellas estaban astilladas o con patas cojas de los múltiples golpes que se han llevado debido a las peleas que había habido, el suelo estaba lleno de suciedad.

-¡Keira!-gritó alguien, mi mirada busco la fuente de la voz, sonreí al ver a Mia, ella era mi mejor amiga después de Franchesca.

Se acercó rápidamente a mí y nos dimos un fuerte abrazo, estaba tan guapa como siempre, con su pelo teñido en unas mechas californianas azules que ocupaban prácticamente todo el pelo recogido en una trenza hecha a un lado, llevaba un vestido rojo ajustado de tirantes gruesos, una cazadora blanca con cremalleras doradas y unos botines negros sencillos y con sus labios rojos como siempre.

-Mia ¿Qué tal estas?-le pregunté después de deshacer nuestro abrazo.

-Bien. Te tengo que contar un montón de cosas-dijo muy emocionada.

Me percaté de las miradas de los chicos.

-Mia, ellos son Scott, Andrew, Jake , Matt y Ethan, chicos ella es Mia-dije señalando a cada uno-Y…bueno a mis hermanos ya los conoces-finalicé.

-Hola-saludó Mia con una mirada coqueta, mirando a Matt.

-¿Vamos a pedir algo?-propuse.

-Vale pero antes tienes que venir a saludar a alguien-dijo señalándome con el dedo y agarrarme de la mano para arrastrarme.

Yo ya sabía dónde íbamos, nos paramos en una puerta y Mia abrió sin llamar como si estuviera en su casa. Había unas estanterías ocupando las paredes laterales, un escritorio que se veía tosco y pesado, de madera oscura como las estanterías, en este estaba sentado un hombre de aproximadamente de la edad de mi madre en una silla grande de cuero negro sintético, tenía el pelo corto y negro al igual que sus ojos, cuando estos conectaron con mi mirada inmediatamente se levantó, era bastante más alto y grande que yo haciéndome sentir pequeña, se acercó a mí y me rodeó con sus grandes y fuertes brazos levantándome ligeramente del suelo.

-¡Tío Billy!-salude mientras rodeaba su cuello con mis brazos, en realidad no es mi tío pero siempre fue uno de los mejores amigos de mi madre y he pasado mucho tiempo con él desde pequeña, así que lo considero como un tío. 

Del Bronx a ManhattanWhere stories live. Discover now