Capítulo 3: La Sacerdotisa

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Alguien la estaba golpeando en las costillas. Ella gimió y se dio la vuelta.

—Vete, Sota —murmuró, las palabras se arrastraron más allá de la comprensión humana.

El empuje continuó y ella lo abofeteó. Lo que fuese se retiraba.

—¡Levántate, mujer! —silbó una voz.

Los ojos de Kagome se abrieron y la suave luz del sol de la madrugada saludó su mirada.

—Ugh, ¿Sesshoumaru? —murmuró ella, dándose la vuelta. La manta se enroscó alrededor de sus piernas y ella bostezó—. ¿Qué pasa? —preguntó adormilada, quitándose las mantas. Había dormido con pantalones de pijama de franela, gracias a Kami. El aire frío de la mañana golpeó con furia donde su camisa se había subido a su vientre. La tiró hacia abajo y miró al youkai. Estaba parado bastante cerca, con su espada desenvainada y, de repente, Kagome estaba muy despierta.

La miko miró a su alrededor. El claro estaba en silencio y ninguna criatura se encontraba al otro lado del arroyo, donde la mirada de Sesshoumaru estaba fija. Ella sabía bastante de los sentidos de los demonios, y se quedó muy quieta.

—¿Qué hay ahí fuera?

—El peligro del que hablaste anoche —susurró.

Se levantó tan lenta y silenciosamente como fue posible. No podría evitarlo si muriera en pijama, pero estaría condenada si muriera sentada sobre su trasero. Deseando una vez más tener a su arco, se echó el pelo detrás de las orejas y se preparó para cualquier asalto.

—¿Qué es?

—Un demonio que he conocido antes —respondió, con un deje de ira en su voz.

Kagome sintió un puño frío alrededor de su corazón cuando el aura del poderoso demonio se acercó. Ella retrocedió un poco, mirando a Sesshoumaru. Su rostro se frunció profundamente y sus garras se apretaron alrededor de la empuñadura de su espada. De repente, Kagome recordó que este Sesshoumaru tenía trescientos años menos de experiencia en la batalla que el Sesshoumaru que ella conocía. Siempre lo había visto como un asesino despiadado y exigente. Nadie podía verlo pelear y no apreciar la fluidez pura de los ataques de Sesshoumaru. Eran sin ningún esfuerzo. Este Sesshoumaru ya desterró de su mente al controlado taiyoukai del futuro. Sus ojos estaban demasiado abiertos, su respiración esa demasiado rápida y se veía tan joven.

No es mucho mayor que Inuyasha, se dio cuenta. Y no importa cuántas veces se haya burlado de la técnica de batalla de su hermano menor, tenía que haber estado al mismo nivel en algún momento de su propia vida. Kagome se estremeció.

Una bestia apareció al otro lado de la corriente, sin mover una hoja. Si Kagome hubiera parpadeado, habría pensado que se había teletransportado al terraplén. Era un lobo enorme con pelaje negro mate y ojos azules, un azul tan pálido que parecían muertos. Aunque tenía inteligencia en los ojos muertos. Kagome lo pudo ver por la forma en que su mirada parpadeó sobre su campamento improvisado y aterrizó sobre ella mientras estaba parada al lado de la bolsa amarilla.

Dio unos pasos hacia adelante con patas del tamaño de platos para la cena y alzo la cabeza, su mirada se desvió hacia el taiyoukai.

—Señor Sesshoumaru... —siseó. Kagome pudo ver que acababa de desayunar, porque la sangre goteaba de su mandíbula mientras hablaba—. Qué honor volver a verle.

—Imagina el honor que tendrás muriendo por mi mano —dijo el taiyoukai, levantando su delgada espada. El sol de la mañana temprano se reflejaba en el borde delgado como el papel.

El lobo hizo un ruido de ladrido que Kagome reconoció como risa.

—La última vez que peleaste con uno de mi clase, apenas saliste del campo de batalla con vida.

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⏰ Last updated: Aug 02, 2022 ⏰

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El Taiyoukai del Pasado y del FuturoWhere stories live. Discover now