Capítulo 16

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Los dos jóvenes buscaron en el parque un lugar para acomodarse a comer y, encontrando un frondoso árbol, decidieron tender una manta en el pasto bajo su sombra y sentarse en los cojines que Candy trajo.

Después de comer un emparedado, Terry tomó la botella de vino de mesa que había traído y sirvió un poco más en la copa de Candy. Ella abrió una bolsa plástica con algunas manzanas y tomando una le ofreció otra al joven.

Es tu fruta favorita, ¿verdad? le preguntó él.

Sí, me gusta mucho respondió Candy.

Lo sé. Eres capaz de pasar días comiendo solo eso. Sobre todo, cuando pintas... por cierto, ¿qué has pensado sobre la exposición que te dije anoche?

No lo sé. Creo que tal vez sí me atreva, pero necesito pensarlo. No creo tener el talento necesario para exponer y tal vez la crítica no sea muy favorable le dijo ella todavía dudosa, pero cada vez más inclinada a la idea.

Tú sólo dime quién habla mal de tus pinturas y yo le doy un tiro —le dijo él bromeando.

No bromees con eso... ¿y si todos hablan mal, les vas a pegar un tiro a todos? le preguntó Candy sonriendo.

Así es, subiré a mi caballo blanco y defenderé el honor de esta doncella. Hablaba pausada y galantemente mirándola a los ojos.

Terry hizo un movimiento del brazo como si blandiera un sable en escena a lo que Candy rio animadamente.

Siguieron bromeando un buen rato, hasta que Candy se animó a hacer la pregunta que estaba carcomiéndola por dentro. Debía atreverse de una vez.

¿Qué puedo perder?, se preguntaba.

Fue interrumpida por unos chicos que entrenaban cerca con un pesado disco metálico de lanzamiento de pista y lo habían arrojado hacia ellos equivocando el tiro; con enorme descuido, pues había lugares en el parque especiales para esas actividades y no deberían hacerlo cerca de donde se sentaban los paseantes.

Terry lo recogió de donde cayó cerca de sus pies, notando lo pesado que era, y se los lanzó de vuelta; no sin antes advertirles un poco serio que tuvieran más cuidado o podrían lastimar a la señorita.

Cuando el joven se sentó de nuevo a su lado, Candy se obligó a preguntar lo que necesitaba saber.

¡Hazlo!, se decía a sí misma, ¡qué puedes perder, pregúntaselo de una vez! ¡No seas cobarde, Candy White!... ¿Acaso no lo amas?

Hablando de doncellas... —dijo Candy con un largo suspiro cerrando los ojos un segundo—. ¿Qué hay de cierto con el rumor de que tú y la actriz protagónica de tu nueva obra andan... digamos, romanceando?

La pregunta sorprendió a Terry. Abrió los ojos ampliamente y aunque desvió la mirada y ocultó su sonrisa, la verdad es que por dentro estaba sonriendo de oreja a oreja.

Aclaró la garganta y respondió pretendiendo ligereza, mientras escudriñaba su reacción veladamente.

—Ya sabes cómo son las revistas de espectáculos —movió una mano en el aire—, maximizan cualquier cosa.

La miraba con disimulo pero fijamente.

Entonces sí andan... Candy presionó.

Terry por dentro podría saltar pero sólo le dijo:

Define andar...

Terry, si no me quieres decir no hay problema, no estás obligado respondió Candy intentando restarle importancia a su pregunta.

Azul para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora