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Recuerdo el día que Lily vino a casa llorando como jamás había visto a alguien y tan rota como yo me sentí cuando Jordan murió. Era un lunes normal, Olivia y yo estamos haciendo la cena, con Ariana Grande sonando de fondo. Ella cortando las patatas y yo poniendo la mesa. Cuando el timbre empieza a sonar. Sin parar, durante dos minutos. Desde que compartimos piso, tenemos una política de "no abras la puerta si no esperas a nadie, a menos que sea laborable, porque puede ser el cartero" Miro a Olivia y veo que deja el cuchillo y las patatas. Definitivamente, no es el cartero.

— ¿Segura que no esperas a nadie? — murmura ella—. Porque creo que me estoy cagando encima.

Suelto una pequeña sonrisa. El timbre lleva casi un minuto sonando cuando me harto y descuelgo el teléfono. Sea quien sea se va a enterar. Al oír sus sollozos, sé que es ella, es casi como un presentimiento, porque sus sollozos suenan igual que cuando vino el otro día a casa.

— ¿Hola? — veo como Olivia corre a buscar un paraguas por si tiene que atacar a alguien y ruedo los ojos —. ¿Lily? — a mi compañera de piso se le cae el paraguas al suelo y tiene la boca tan abierta como yo el día que vi a Logan.

— Sí. —murmura con una voz tan rota que se me rompe el corazón. Cojo mi chaqueta tejana y abro la puerta de casa.

— Ahora vengo.

Olivia asiente mientras coge un par de mantas. Está lloviendo a cántaros, y me pregunto cómo una persona puede soportar tal cantidad de frío.

"Tal vez no sienta nada" me digo a mí misma. "Tal vez está como tu cuando..."

— Lily. —coloco una mano en su hombro. No para de llorar. Tiene un moratón en la cara y la maleta más grande que he visto en mi vida, y yo creo que empiezo a atar los cabos, aunque no digo nada.

— Vamos, te ayudo. — no sé cómo me las manejo para darle la mano y coger la maleta con la otra mano. Cuando llegamos arriba, Olivia ha servido tres cuencos de sopa y obliga a Lily a ir al baño a cambiarse de ropa para que no se constipe.

— Le pasa algo muy grave. —murmura mientras ella se cambia y sé que se refiere al moratón que tiene en la cara y el del brazo.

— Lo sé. Estaba en el suelo con la maleta.

Mira la puerta del baño y luego a mí otra vez.

— Debemos... — se pasa las manos por el pelo—. Debemos ayudarla.

No puedo estar más de acuerdo con ella. Aquella noche, entre mantas, sopa y té, Lily nos contó todo lo que había estado lidiando durante años. La presión de sus padres. La relación tóxica. Las discusiones. Celos. El amor enfermo. Nos contó también que el momento en el que su novio decidió ponerle una mano encima, lo dejó para siempre.

Aquella noche Lily pasó a ser otra más en nuestro apartamento.

(...)

Mediados de noviembre. Logan y yo caminamos entre las calles perdidas de la ciudad, con las manos en los bolsillos y sin rumbo fijo. Él lleva la capucha de su sudadera azul y yo mi gorro gris favorito. Amo el otoño, y el frío, en general.

— Deberías hacerlo, si es lo que realmente quieres.

Logan es... Es todo lo contrario a mí. Calma, tranquilidad. Un pilar sólido. Es de esas personas que sabes que jamás harían algo descabellado, el típico amigo que cuida a todos los demás cuando sales de fiesta. Yo soy un maldito desastre andante. Mi vida es una montaña rusa y puedo estar riéndome como si no hubiera mañana y cinco segundos después llorar por algo que a los demás les parecerá estúpido. Y luego cubrirlo todo con la mejor sonrisa del mundo. Así es Kara Jenessen.

Tú y yo, en Ámsterdam.Where stories live. Discover now