🖇; M i m o s.

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Ahora estaban en la residencia Ortega solo el joven primogénito de la familia y su nuevo amigo, Mateo Symanski. Ambos disfrutaban de una tarde envueltos en una manta comiendo chocolate a petición del menor. Era un fin de semana largo de invierno, los Cervantes-Reynoso estaban de mini vacaciones, mientras que su mejor amigo Cuauhtémoc y su pareja Aristóteles se hallaban visitando a la familia en Oaxaca. 

― No entiendo porque te gustan este tipo de películas, son muy irreales. ― Dice bastante confundido Mateo mientras le regala muecas de desagrado a la pantalla.

― Ay Mati, eres un gruñoncito. ― Responde Diego mientras se acurruca en el pecho del más alto. ― ¿No te gustaría creer en una historia de amor así?

― Son imposibles Diego.

― Hazlo posible plangano. ― Dijo sonriente mientras le daba un mordisco a su chocolate.

Pasaron unos veinte minutos entre los gritos internos de Mateo que lo llevaron a colocar su brazo alrededor de la cintura del chico rubio y el toque los hizo temblar a los dos, pero el más alto fingió continuar viendo la película mientras Diego termino con una enorme sonrisa viendo la pantalla.

― Diego.

― ¿Si Mati?

― ¿Has escuchado el dicho, "el que no arriesga no gana"?

― ¿Qué?

Cuando Diego alzó la mirada se encontró con un chico con una media sonrisa y sus mejillas teñidas por un pequeño rubor, deshizo el agarre de la cintura y coloco sus dos manos en cada mejilla del rubio, sus ojos verdes se encontraron, ahora ambos sonrieron, y el joven Ortega sintió que su labio inferior temblaba, el chico de grandes labios de un tirón un poco brusco que hizo al chico aferrarse a la camisa de acompañante termino por unir sus labios en un dulce vaivén que termino por derretir al más bajo, el problema entre ambos es que buscaban dominar la situación. Pronto la falta de aire los hizo deshacer aquel sublime momento.

― ¡Mati! ― Gimio por lo bajo el chico mientras llevaba sus manos al cuello del chico y lo abrazaba con fuerza.

― Haz de lo imposible que sea posible. ― Ambos rieron por lo bajo y el joven Ortega dejo a relucir lo que mejor le dejaba hacer, le tocaba seducir a su plangano.

Pronto la manta termino en el suelo y las piernas del rubio a cada lado de los muslos de su amante. Ahora el era quien portaba era sonrisa juguetona mientras Symanski miraba un poco incrédulo su acción.

― Que lindo te vez confundido Mati. ― Pronto el orgullo del más alto lo termino por consumir y sus manos terminaron por sujetar con firmeza las caderas del rubio. ― Oh Mateo. ― Dijo con una voz temblorosa a su vez que escondía su cara en el cuello del mencionado, se dedico a oler aquel perfume del muchacho que no era ni muy fuerte pero se dejaba percibir, cada vez que inhala un poco sentía como las manos se aferraban con fuerza a sus caderas.

― ¿Puedes dejar de hacer eso?

― ¿No te gusta? O ¿Te encanta?

― Diego, por favor... ― Ahora era el turno de reír a carcajadas de Diego quien mientras reía llenaba de besos el rostro del muchacho, su frente, sus mejillas, hasta que llego a aquellos carnosos labios y el muchacho se relamio los labios, luego se acerco a degustar de aquellos labios como si fueran un dulce y su acompañante solo se dejo hacer.

― Mati, quiero un apodo.

― ¿Eh?

― Quiero un lindo apodo. ― Dijo demandante y en un movimiento imprevisto el rubio termino rozando sus cuerpos creando una fricción placentera que hizo que ambos se quedaran mirando a los ojos por unos segundos.

― ¿Puedes hacerlo de nuevo?... amor. ― Diego abrió sus ojos sorprendido, pronto sonrío y volvió a abrazar a su amante.

― ¡Mati!

Ahora ambos se dedicaron una mirada que sirvió como una aprobación silenciosa entre los dos. Volvieron a unir sus labios y a medida que intensificaron su vaivén las caderas de Diego comenzaron a moverse por si solas, pronto Mateo deshizo el beso y como si fuera una pluma lo posicionó debajo suyo, estaba sobre él besando sus labios con cortos besos, Diego no cabía en su felicidad con sus manos acariciaba las facciones de aquel hombre que lo volvía loco.

― Eres tan lindo, tus labios son tan carnosos. ― Dijo delineando el labio inferior de su amsnte con su pulgar.

― Que cursi eres Diego. ― Le comento mientras besaba ahora su cuello con suma lentitud, relamía y chupaba aquella zona tan sensible que tenía al rubio gimiendo por lo bajo.

― ¡Diego ya llegué! ― La voz de Soledad hizo a la pareja se alertara, pronto oyeron sus tacones acercándose. ― Hola mi amor.

Cuando Soledad llego a la sala se encontró a su hijo junto a su amigo viendo divertidos la televisión, estaban tapados con una manta mientras comían unas palomitas.

― Hola mami. ― Dijo sonriente Diego.

― Buenas tardes señora Ortega. ― La mujer analizo la situación no muy convencida ambos tenían los labios hinchados, además que su hijo tenía su cuello rojizo.

― Bueno chicos. Voy a estar en el jardín por si me necesitan, usen protección. ― Dejo ir al último yéndose rápido dejando a los muchachos rojos hasta las orejas.  

My Love || Matiego🖇Where stories live. Discover now