I. Duda

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Mina se encontraba sentada sobre una de las sillas que adornaba la cocina, sosteniendo entre sus dedos la cuchara hundida en el interior de su tazón de cereal mientras que, en un completo silencio, observaba como su madre tomaba a toda prisa su bolso recargado sobre el sofá, soltando un suave "adiós cariño". Mina murmuró en respuesta, logrando ver por una milésima de segundos los desordenados cabellos de su madre huyendo al compás de su fuerte caminar. La joven suspiró, recostando su codo sobre la mesa de mármol a la vez que sus ojos aún seguían fijos en la puerta principal. Mina sentía una gran admiración por aquella mujer de grandes ojeras, y aunque le hubiese gustado responder con una fuerte afirmación, no pudo evitar perderse en los pequeños detalles que constituían el interior de su hogar.

Nuevamente.

La japonesa gruñó de repente al sentir cómo su espalda lograba hacer contacto contra el duro respaldo de la silla; aquello era una extraña manía que había adoptado desde que tenía memoria, no le gustaba sentir la madera presionando su omóplatos, le hacía sentirse incómoda. Mina giró su rostro, dando golpecitos con la yema de su dedo índice sobre el frío mármol, observando el reloj que colgaba sobre una de las paredes de la pequeña habitación. De forma instintiva, sus piernas comenzaron a balancearse rozando apenas el suelo con las suelas de sus zapatos, completamente concentrada mientras contaba en su mente, siguiendo el compás del calmado sonido que el objeto creaba cuando llegaba a otro número. Siete, ocho, nueve, diez... Hay una araña en el borde del mueble, pensó, desviando sus ojos hacia aquella zona para observar al pequeño arácnido que descansaba sobre la madera que sostenía la frágil vajilla. Se hubiese quedado perdida observando aquel diminuto animal si no fuese porque Ray comenzó a ladrar, sacándola de inmediato de su pequeño trance. La joven tragó saliva, pasó su pulgar por debajo de su dedo índice y lo apretó para calmar la evidente ansiedad que recorrió su espina dorsal al fijar su mirada en la hora que marcaba el reloj.

9:46

Un minuto tarde, pensó. Ahora tendré que correr.

Con la ansiedad a flor de piel, tomó bruscamente su mochila para luego simplemente huir de su hogar, no sin antes regresar para despedirse del adorable Ray que movía su cola de manera juguetona.

El frescor de la mañana apenas logró dar tranquilidad a su mente, sus músculos contraídos reflejaban todo lo contrario, y es que la tensión que se expandía por su cuerpo comenzó a provocar rigidez en sus acciones. Su caminar no tardó en volverse torpe, causando que en más de una ocasión la punta de sus zapatos chocaran contra alguna que otra zona empinada de aquel suelo mal construido; cediendo ante el estrés, optó por bajar de la "estúpida" banqueta hacia el lado de la carretera.

La joven en silencio empuñó sus manos sobre las tiras de su mochila adhiriendo la tela contra su espalda, siendo capaz de sentir a la perfección como los fuertes primeros rayos de sol no tardaron en posarse sobre su nuca. La japonesa continuó su caminar alzando su mentón para posar su oscura mirada sobre las ramas de los árboles, con curiosidad observó el pequeño pájaro de pecho amarillo que se mantenía en una de las tantas ramas admirando el panorama con una completa serenidad.

—Pajarito —murmuró Mina en lo bajo.

Qué se sentirá estar lleno de paz, se cuestionó, deteniendo por completo sus movimientos para centrarse plenamente en las acciones que el pajarito estaba ejerciendo completamente ajeno a su mirada. Mina frunció su entrecejo en el momento que se percató cómo el animal abría sus espléndidas alas tomando impulso para comenzar a volar, pasando peligrosamente cerca de su cabeza. La joven giró sobre sus talones viendo con una clara sorpresa como el camino había sido reemplazado por rocas y piedras en estado mohosas, en silencio comenzó a seguir a la pequeña ave sintiendo como las suelas de sus zapatos resbalaban ante la mucosidad de las piedras, a la muchacha le tomó un par de segundos el poder acostumbrarse a aquella nueva sensación que sus pies estaban experimentando, y cuando lo había logrado con una completa efectividad realmente no dudó en alzar su mentón para observar el llamativo castillo construido sobre una de las tantas montañas que permitían el comienzo y final de los rayos del sol. El animal de bonitos colores comenzó a silbar con una suavidad que logró tranquilizar a la castaña, dándole el pequeño empujón que necesitaba para emprender su camino en dirección de aquel castillo misterioso que le causaba tanta curiosidad. De repente, cuando estaba a una escasez de pasos para llegar a su destino, el adorable animal cambió por completo su suave silbido por un sonido muchísimo más fuerte e intimidante que logró paralizarla por completo. Mina entreabrió sus labios en el instante que sintió como los rayos del sol comenzaban a resplandecer en un destello casi cegador; confundida, la joven debió cerrar sus párpados ante el ardor que le causaron aquellos rayos uve penetrando sus orbes. Fue un verdadero impulso el chillar del puro terror al sentir de forma repentina el cuerpo del adorable pájaro estampandose contra su pecho, obligando a la pobre a tener que dar un par de pasos hacia atrás.

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⏰ Laatst bijgewerkt: Jul 30, 2019 ⏰

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