Capítulo 56

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Elena Steele

Hoy es el día, hoy se casa Elisa con el amor de mi vida. No debería ir a esa boda, pero necesito ver que es verdad y que no estoy teniendo una pesadilla.

Suspiro y tomo mi bolso, me miro en el espejo. Llevo puesto un pantalón alto que tiene un lazo, una blusa de tirantes blanca metida por dentro, unos tacones beige no tan altos y mi cabello está todo echado hacia el lado izquierdo.

 Llevo puesto un pantalón alto que tiene un lazo, una blusa de tirantes blanca metida por dentro, unos tacones beige no tan altos y mi cabello está todo echado hacia el lado izquierdo

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Me siento muy extraña. Miro mi vientre y sonrío. Me hicieron algunos exámenes y al parecer mi bebé está bien, eso me alega mucho.

—Elena, llegaremos tarde, andando —la miro y alzo una ceja.

Está hermosa.

—No me digas que te arreglaste así para mi papá —ella se sonroja

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—No me digas que te arreglaste así para mi papá —ella se sonroja.

—Exactamente, hijastra, ¿Me veo bien? —pregunta y da una vuelta.

—Más que bien, estás guapísima —sonríe.

—Y tú no te quedas atrás, te ves bellísima —sonrío un poco —. ¿Segura que quieres ir? —me pregunta y suspiro.

—Tengo que ir para creerme todo esto que está pasando —ella hace una mueca.

—Deberías ir para decirle a Alejandro que va a ser papá —ruedo los ojos.

—Ya te dije que no lo voy a hacer, Aitana, simplemente no puedo —me mira mal.

—¿Por qué siempre quieres sacrificarte por ella? Estás condenando a ese bebé a vivir sin papá. Estás siendo egoísta —suspiro.

—Basta, no quiero discutir contigo. Vámonos —paso al lado de ella y salgo del cuarto.

La escucho gritar y ruedo los ojos. Salimos de la casa y tomamos un taxi.

¿De verdad vas a dejar que se case? ¿No vas a dejar que conozca a su hijo?

No, no le voy a decir. Tiene el derecho de saber, pero no lo quiero a mi lado sabiendo lo que me hizo.

Que le digas no significa que lo vas a tener a tu lado.

Pero si le digo no se va a casar, eso me puede llevar a perdonarlo y no quiero.

—Ya llegamos, Elena —espabilo.

Tiene razón.

Le pagamos al taxi y nos bajamos.

Mi mirada se cruza con la de Alejandro y siento un nudo en la garganta. Se ve muy guapo con ese traje negro.

Me mira y hace una mueca con sus labios para después bajar la cabeza. Suspiro y trago en seco para calmarme. A lo lejos viene Mauricio y sonrío.

—Hola, torpe —le digo.

No tiene buen semblante.

—Amargada, ¿cómo estás? —me da un beso en la mejilla —. Aitana, estás muy bonita —la abraza y mi amiga sonríe.

—Gracias, Mauricio, tú estás muy guapo —sonríe ella.

—Respondiendo a tu pregunta, Mau, ya te puedes imaginar como estoy —suspira.

—Te debes sentir igual que yo o peor. Ambos estamos perdiendo a nuestros amores —hago una mueca.

—No se pongan tristes, esto se puede impedir —miro a Aitana con advertencia.

—¿Cómo? —pregunta Mauricio y yo la miro.

—Elena está... —la interrumpo.

—Aitana, ¿por qué mejor no cierras la boca? —me cruzo de brazos y ella rueda los ojos.

—No me hables así, niña, soy mayor que tú —ruedo los ojos.

—¿Qué está pasando aquí? —la miro mal.

Voy a responder, pero la novia llega y todos comienzan a entrar a la Iglesia.

—Ya vuelvo —dice Aitana y desaparece.

Mauricio mira a mi hermana embobado.

—Me hubiera encantado que se vistiera así, pero para casarse conmigo —pongo mi mano en su hombro y me mira.

Le sonrío para darle fortaleza, pero la verdad es que estoy luchando para no llorar.

A lo lejos veo venir a mamá y se detiene frente a nosotros.

—Pensé que no vendrían, creí que hoy iba a ser un buen día. Estas semanas han sido las mejores gracias a que no te veo, Elena —la miro mal.

—Deberías desaparecer de mi vista, mamá, porque para mí tampoco es grata tu presencia —frunce el ceño y alza la mano.

Mauricio se interpone y le toma la mano.

—Ni se le ocurra —ella se suelta furiosa.

—Son unos estúpidos, los dos. Deberían largarse de aquí —miro al suelo.

—No le voy a permitir que nos hable así, la que se tiene que largar es usted, nos está estorbando la buena vista —alzo la cabeza.

Mamá lo mira furiosa y se va. Él me mira y se ríe, me contagia la risa y ruedo los ojos.

—Soy el mejor, lo sé. Vamos —me tiende su brazo.

Sonrío y lo tomo. Entramos a la Iglesia y nos sentamos en la segunda fila. Todos se sientan. Aitana llega y la miro interrogante, ella sonríe.

¿Qué habrá echo?

Suena la marcha nupcial, nos ponemos de pie y Elisa entra del brazo de papá. Su rostro se encuentra serio y un poco apagado. Nuestras miradas se encuentran y sus ojos se llenan de lágrimas al igual que los míos. Es como si sintiera lo mismo que yo.

Llega hasta Alejandro y la ceremonia comienza. Papá se sienta al lado de mamá, pero antes nos mira a mí y a Aitana. Me da una mirada de compasión y sonrío.

La ceremonia pasa y llega la pregunta del millón.

Alejandro Miranda, ¿acepta a Elisa Steele como su esposa para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe? —mi corazón late fuerte.

Me mira y sus ojos se llenan de lágrimas, se muerde el labio.

—Acepto —responde y yo derramo una lágrima.

Aitana toma mi mano.

—Elisa Esteele, ¿acepta a Alejandro Miranda como su esposo para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe? —ella no responde.

Se voltea y nuestros ojos se conectan, derrama una lágrima. Mira a mamá y yo también lo hago. Ella la está mirando desafiante.

Yo... —dice en un hilo de voz —, yo... no, no puedo —responde y la miro con sorpresa.

¿Qué?

Cosas Del DestinoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt