Han KangWoo era un muchacho de 15 años cuando todo empezó a empeorar. Sus padres trabajaban de sol a sol y nadie cuidaba de él. En el Instituto al que asistía todos eran malos con él.
El día en el que su vida cambio. Ese día que le marco un cambio. Fue cuando su madre resultó embarazada, él no entendía. "¿Cómo puede estar embarazada si apenas se ven papá y ella?" Se preguntó.
Su relación con su madre no era especialmente buena, nunca recibió el especial cuidado de su madre. Menos de su padre.
Y bien, él sólo recordaba su nombre gracias a los maestros. Si todos le llamaran como sus padres, quizás olvidaría cuál era su nombre. «Error» esa palabra que usaban sus padres para referirse a él en casa.
Si bien, KangWoo no sentía. No tenía metas, sólo seguía la monótona rutina.
El nacimiento de su hermana, dió un poco de luz a su vida. Y con 16 años era el único que miraba el bienestar de la pequeña. Pero, al regresar del Instituto, encontró el Salón destrozado.
Caminaba por el pasillo hasta que el llanto de su hermana lo alertó. Corrió y corrió en dirección al cuarto de su pequeña hermana. Sus pisadas se juntaban con el sonido de cristales.
Y allí la vió. Su madre, borracha, asfixiando a su única alegría. Su única razón de seguir con vida.
No tardo dos segundos en golpear a su madre haciendo que suelte a su hermanita. Pero su madre no se quedaría quieta, esta agarró el principio de una botella y golpe la nariz de KangWoo. El impacto hizo derramar líquido y pequeños fragmentos de vidrio roto en sus ojos. Soltó un quejido y luego golpeó como pudo a su madre. Saliendo corriendo hasta su cuarto para saltar por la ventana. Daba gracias que el estaba en el primer piso y con un gran ventanal.
Su vista estaba algo dañada, pero solo le importaba llevan a su hermana a un hospital lo antes posible.
Al llegar al hospital, se llevaron a su hermana y lo retuvieron en una sala diferente para curar su rostro.
Con el rostro vendado y cosido, los enfermeros comenzaron a preguntarle: "¿dónde están tus padres?" Y él sólo se atrevía a responder un "no les llamen..."
KangWoo tenía una suave esperanza de que su hermanita estuviera bien. Pero no resultó ser así. Pudo oir como los doctores hablaban del fallecimiento de su hermana.
Su mente colapsó, solo tenía odio. Un odio profundo a aquellos que hacia llamar padres.
Pasó la noche en el hospital, despertando de madrugada.
Su espalda se sentía ligera y ya no sentía el cansancio. Miró la ventana. Sus labios crearon una sonrisa escalofriante.
Retiró sus vendas del rostro y se levantó de la cama. Abrió la ventana y saltó por esta, agarrándose en la rama del árbol más cercano.
Soltó aliento y sonrió al ver como sus manos se aferraban a la rama sin apenas notar nada.
Llegó a su casa. Oliendo aquel apestoso aroma de alcohol, llegó a la puerta de la habitación de sus "padres". Se detuvo a mirar un instante y luego se dirigio al sótano.
En aquel lugar halló un hacha, tomó el mango del arma y sonrió al alzar lo sin difíciltad.
Regresó en sus pasos y se paró en frente de la habitación de sus padres. Abrió la puerta y, con una sonrisa tretrica, asesinó a sus padres de un hachazo en la cabeza.
Caminó por detrás de la casa. La sangre caía del hacha y leves rastros en sus manos y zapatos contrastando con el negro.
— Mium. Regresa al bosque. Tu nacimiento, ya fue realizado. – Una escalofriante voz salió de la nada. Y el muchacho sólo rió.
— Encantado, Zalgo. – y la silueta del niño se perdió en la espesura de aquel bosque.
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