El silencio del lugar es sepulcral, su sonrisa en la oscuridad hace que mi corazón se detenga, es increíble, es anormal, es atrayente y no hay necesidad de decírselo porque él lo sabe y lo disfruta.
La música en este lugar es lenta y erótica, parece el infierno, pero si este es es el infierno, él sería el mismo Lucifer.
Sonrío mientras niego sin apartar la mirada de él. Soy su maldito juego y créanme que no me importa, con tal de que él esté cerca de mí y en este juego seamos solo él y yo, en una dulce danza llamada satisfacción.
-¿Qué es tan gracioso?.- su voz ronca y peculiar hace me muerda el labio inferior de forma inconsciente.
Miro cada detalle de su rostro, sus ojos de color café oscuros tanto que se podría decir que son negros, su piel pálida, sus labios rosa intenso, lo cuáles lame al ver que los observo y provoca que miles de corrientes leves recorran mi pobre cuerpo.
Su ceja levemente alzada me hace dar entender que espera mi respuesta.
Suspiro y sonrío resignada a hablar.
- Estamos en el infierno.- digo lento tratando de ser seductora pero por lógica no me va ese papel.
-Que raro ver a un dulce ángel en el mismo infierno... y más raro es verlo enamorarse del mismo Diablo.-su mirada oscurece y su sonrisa aparece.
Quiero acabar con esto aunque sé que empezará nuestra lenta tortura.
Pero me parece injusto de qué pongan a este ser majestuoso como mi perdición cuando anhelo que él sea mi salvación. Me acerco levemente a él, su sonrisa crece y mi pecho se calienta con un sentimiento erróneo.
- Perdóname cariño, pero esto es nuestra destrucción.-
Y lo besé, comenzando nuestro tormento llamado amor.
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Espero que le den una oportunidad a esta historia un poco retorcida y alocada, cualquier cosa que les moleste no duden en hacérmelo saber.
