Capítulo 17

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Luego de aquella pelea y que Joaquín se fuera corriendo, Fede rio por lo asustado que estaba y rápidamente sacó su teléfono.

—¿Qué quieres, Fede? —contestó la voz al otro lado de la línea.

—Hola Milly, tiempo sin hablar.

—Saltémonos esa parte y lleguemos a la parte en donde me dices qué quieres.

—Necesito tu ayuda.

—¿Qué te hace pensar que me gustaría ayudarte?

—Porque si lo haces te pediré que volvamos. El lunes, delante de toda la escuela rogaré por tu perdón.

Hubo un momento de silencio, al parecer estaba reflexionando, Fede sabía que le diría que sí. Milly amaba la atención y tener a un tipo como él rogando era como oro ante sus ojos.

—Bien —dijo después de un momento —, ¿Qué clase de ayuda necesitas?





Joaquín puso ambas manos en los peldaños y suspiró. Trato de ignorar los crujidos de la escalera, lo último que necesitaba era morir aplastado por una escalera. Al subir corrió la cortina de la casa del árbol y miró adentro.

Milly y Emilio, ella se encontraba con sus piernas alrededor de las caderas de Emilio, ambos estaban muy cerca en un casi beso y reían. No parecían tener problemas con esa situación.

En ese momento los ojos de Emilio se abrieron cuando notó la presencia de Joaquín en la puerta, a esas alturas ya tenía lágrimas en sus ojos.

—Joaquín —empujó suavemente a Milly y se acercó a él.

—No Emilio, sólo, no digas nada.

Comenzó a retroceder y olvidando su miedo saltó unos peldaños restantes. Corrió hacia la valla que separaba su casa, estaba a punto de saltar cuando las manos de Emilio tomaron sus hombros y lo obligaron a voltearse.

—No paso nada.

—¿Por qué Emilio? Sólo, ¿Por qué?

—Ella vino a mí, ¿De acuerdo?

—Pero tú no hiciste nada —su voz es entrecortada, el dolor en su garganta casi ni le permite hablar —. Tú sabes quién es ella y lo que ocasionó.

—Te quiero —susurró.

—¿Me quieres? Realmente sentí tu amor hace poco —se giró, pero de inmediato volvió a mirarlo —. Cuando iniciamos esto, tú me dijiste que también querías usarme para poner celosa a alguien, ¿Ella?

Emilio abre la boca y vuelve a cerrarla, no estando seguro de qué responder. Mientras Joaquín en cualquier momento explotaría de ira.

—Y no sé qué es peor, me dices que me quieres, pero si de verdad me quisieras no estaríamos aquí en primer lugar. 

—Estás mal, Joaquín —susurró limpiando sus lágrimas.

—No, Emilio —quito su mano —, puedes decir lo que quieras, pero no sabes lo que se siente, no puedes imaginarlo. Me dijiste que me querías, yo también lo hice. Supongo que los dos estamos muy equivocados.

Luego se dio la vuelta y escalo la valla. Emilio se quedó en silencio observándolo hasta que entró a su casa junto a un gran portazo.

El viernes no asistió a clases, estaba lo suficiente deprimido, así que solo se levantó y se puso ropa deportiva. Saldría a trotar y ordenar un poco sus pensamientos. 

entonces, ¿jugamos? || emiliacoWhere stories live. Discover now