Hace poco descubrí que las criaturas mágicas existen. Mi antiguo amor es la prueba de ello. Al principio su compañía me resultaba tan agradable y cautivadora como el canto de una sirena. Un ángel enviado desde el mismo cielo. Luego se transformó como los gremlins. Se terminó la magia y acabó revelando su verdadera naturaleza. Había estado saliendo con un súcubo demoníaco, una criatura perversa de otro universo digna de competir con el terrible Sauron o Lord Voldemort.
¡Maldito amor estúpido! Aún estoy bajo su embrujo. Aunque sepa que no me corresponde y que lo mejor es olvidar su nombre.
