Prologo

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Izuku sabía que su vida no sería para nada sencilla

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Izuku sabía que su vida no sería para nada sencilla.

Nacer omega en una familia pobre, y que siempre fue señalada, no traería nada bueno. Sobretodo si era un omega repudiado.

Su madre murió cuando tan solo era un cachorro y su padre, bueno a su padre jamás lo conoció. Él se quedo al cuidado de la única amiga que su madre tuvo, que siempre le tuvo rencor a Izuku, recordándole todo el tiempo que era un inútil bueno para nada.

A pesar de los malos tratos que recibía, no solo de la mujer que le cuidaba si no también del pueblo en general, siempre mostraba su mejor sonrisa. Al ser un omega huérfano, sin nada bueno y de la mala sangre que corría por sus venas, los adultos le huían.

A causa de aquel rechazó, se envolvió en la soleda, pues nadie se acercaba a él. Las madres le prohibieron a sus cachorros jugar con él, pues a demás de aquel padre que nunca pidió, los alfas, aprovechando su soledad, mancharon al pequeño omega.

Cuándo llego su primer celo desconoció por completo toda sensación, y temía ser atacado nuevamente, más aun que algún alfa lo marcara y condenar su vida para siempre.

La mujer que se ocupo de él, al llegar el tiempo le abandonó, alegando que no deseaba hacerse cargo de algún bastardo que llegase a tener.

Izuku entendió que debía sobrevivir por su propia cuanta después de que todos le dieron la espalda.

Al cumplir los trece años se había vuelto un omega solitario tratando de vivir como fuera en el bosque.

Una vil mierda es lo que era su vida, y lo sabía, las miradas de desaprobación y desagradó se encargaban de recordárselo pero aún así no perdía la esperanza de que la vida lo recompensará por soportar tanto.

Trataba de olvidar cada día en lo que su vida se volvió y las flores de cerezo se encargaban de eso. De algún modo esperaba que algún día alguien lo mirara de la misma forma que él veía a aquellas flores: tan deseadas y amadas.

Había pasado el tiempo, cumplía dieciséis años, y siempre lo pasaba en aquel jardín de cerezos que de pequeño había encontrado.

Fue donde lo conoció.

Era un joven atractivo, de pelo cenizo, ojos rubí y piel blanca.

Por sus ropas podría decirse que era de buena familia y el aroma que desprendía le hizo saber a Izuku que se trataba de un alfa.

El joven le miraba de pies a cabeza, sin apartar su mirada como si de estudiarlo se tratará. Algo que hizo a Izuku sentir incómodo obligándose a sí mismo a retroceder. Pretendía marcharse pero un fuerte agarre al rededor de su muñeca le hizo frenar, el alfa le dedicaba una mirada afilada pero calida.

一 Quédate.一 el peli verde, ante aquella petición no puso objeción.

Desde ese encuentro ambos pasaban su tiempo en aquel jardín, se había vuelto su lugar especial.

Izuku noto que el cenizo era difícil de tratar pues su carácter era fuerte, pero era de esperarse ya que según las palabras del joven: era un alfa puro.

Katsuki -el cual era su nombre- era hijo de dos alfas.

Su madre era hija del emperador del reino vecino, al contraer matrimonio con su padre unieron reinos para mantener la paz evitando una guerra.

Katsuki estaba condenado al mismo destino.

Algo que él evitaría a toda costa.

一 Izuku, se mi omega.

Le dijo un día mientras observaban la puesta del sol.

Izuku sintió un palpitar en su corazón ignorando los problemas que tendría a futuro.

KatsuDeku || Jardín de Cerezos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora