El mito de Zeus y Ganímedes

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Hace mucho tiempo, los mortales estaban regidos por los Dioses y acosados por las bestias, el Dios Zeus, Dios del trueno y del cielo, amo de la energía, gobernaba "pacíficamente" a los seres mortales y divinos.

El Dios estaba harto de su matrimonio y de sus amantes, por ello decidió revisar el mundo mortal, donde los humanos habitaban, todo estaba igual, sin cambios, vivían una vida normal y pacífica.

Un día cuando el dios observaba una linda y sencilla colina, un monte tranquilo y próspero, repleto de una vegetación variada y colorida, con una fauna bella y de un sabor de exquisitez, percibió algo diferente, era un mortal que andaba arreando a un grupo de ovejas lanudas, era un apuesto joven, de tez blanquecina y de ojos azules como el cielo, de cabellos dorados como el mismo sol y de una sonrisa tan rosada como los pétalos de la flor más hermosa que hubiera existido.

Sin duda, la apariencia del chico lo cautivó, su cuerpo bien trabajado, pero al mismo tiempo delicado, era un chico como ninguno otro, por lo tanto, no debería ser ignorado, de inmediato descendió del Olimpo convirtiéndose en águila.

Sus grandes alas emplumadas se agitaron, surfeando entre las corrientes eólicas, su vuelo fue veloz y ágil, al recordar aquel joven persiguiendo ovejas con un palo hizo que su corazón se acelerara, que los latidos perturbaran sus pensamientos, las ganas de poseer al joven se volvieron más intensas, al punto de convertirse en una necesidad vital.

En ese momento el joven corría de un lado a otro, despreocupado y sonriente, había pasado mucho tiempo que no descansaba, pues como príncipe de un reino, debía siempre estar en apuros, trabajando y estudiando sin descanso, por su gran esfuerzo y sus excelentes resultados, su padre el rey Tros, el Rey de Troya y su madre Calírroe decidieron que su hijo fuera al Monte de Ida, el cual sería exiliado temporalmente, donde aprendería a vivir por sí solo.

Aquella tarde nunca imaginó lo que le pasaría. Una gigantesca águila descendió de los cielos y con sus fuertes alas y garras lo atrapo, elevándolo al cielo, el joven estaba aterrado, temeroso de que lo soltara y cayera, pero también de que no lo soltara y se convertirse en su comida, por lo que el resultado sería el mismo, la muerte.

Ya sin esperanzas, dejo de forcejear aceptando su destino, de todas formas pensó que la muerte de un príncipe es algo que pasará a la historia.

Sin embargo, el águila ascendía cada vez más y más sobrepasando los bastos cielos azules, dejando las nubes atrás, entrando al Olimpo, el joven quedó asombrado, sin habla al ver los grandes y dorados templos flotantes, jardines de flores de piedras brillantes y olores delirantes, de colores hermosos, sin duda un paraíso.

El águila lo dejo en el suelo del jardín del Olimpo, en el Templo de Zeus, el joven estaba asustado, no comprendía porque estaba allí, él no había insultado a ningún Dios, siempre era devoto, incluso oraba y aportaba ciertos sacrificios.

El águila lo observaba detenidamente, de un momento a otro el ave se trasformó en un hombre apuesto, con un cuerpo musculoso, con un pecho firme y duro, de rasgos bellos y finos, de barba y cabellera robusta, el joven retrocedió unos cuantos pasos al ver que el hombre que estaba frente suyo, era Zeus, el Dios del Trueno.

Con su rostro cayendo en pánico, de inmediato cayó de rodillas y reverencio, su frente rozando el suelo y sus ojos fuertemente cerrados. El Dios sonrió conmovido, se acercó a él a paso firme.

-Levántate y preséntate. – Ordenó. Su voz resonó potente en sus oídos.

-Soy Ganímedes, príncipe de Troya, hijo del Rey Tros, el Rey de Troya y la Reina Calírroe, hija de Escamandro, Dios del Río de Troya. – Con orgullo presentó su nombre y el de sus padres. Zeus asintió complacido, obviamente él ya había hecho una minuciosa investigación sobre el joven que había cautivado su corazón.

El mito de Zeus y GanímedesWhere stories live. Discover now