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CASPIAN.

Después de seis intensas semanas surcando los mares, finalmente se divisaba el puerto de Narnia en la distancia. Mi corazón latía con una emoción indiscriptible conforme nos acercábamos a la costa; ansiaba sentir la firmeza de la tierra bajo mis pies. El aroma de las brisas saladas del océano, entrelazadas con la dulce fragancia de la vegetación de Narnia, me envolvía en una mezcla embriagadora. 

Desde la borda del barco, observaba cómo la costa se acercaba inexorablemente, hasta que finalmente experimenté el suave balanceo de la nave al llegar al puerto. Un suspiro de alivio escapó de mí; por fin había regresado a casa. 

La tripulación se apresuró a desembarcar y descargar los suministros. El puerto rebosaba vida y actividad, con comerciantes de Narnia negociando con mercaderes de otros puertos, el aroma de manjares recién preparados flotando en el aire, y el sonido de risas y juegos de niñños que resonaban en las calles cercanas. 

—Lucy, ¿dormiste bien? —pregunté, con una sonrisa al verla. 

—Por supuesto —respondió con una sonrisa correspondiente. 

—Me alegra —comenté, tomando su mano y apretándola. 

—¿Y ahora qué? —preguntó Lucy. 

—Ahora —sonreí—, vayamos a nuestro castillo. —Caminamos tomandos de la mano hacia los caballos custodiados por los soldados. 

—Su majestad —saludaron los soldados haciendo una reverencia. 

Asentí a su saludo, tomé las riendas del caballo y monté. 

—¿Vienes, Lucy? —pregunté, ofreciendo mi mano. 

—Sí —contestó, tomando mi mano. La ayudé a subir al caballo, quedando frente a frente. 

—Gracias —dijo Lucy, besando mi mejilla. 

—Sujétate bien —pedí, rodeando con mis brazos su cintura para comenzar a cabalgar. 

Nuestro trayecto desde el puerto hasta el castillo transcurrió en tranquilidad. Cruzamos por el pueblo, donde cada persona que me reconocía inclinaba la cabeza en señal de respeto. Sin embargo, sus miradas no podían evitar posarse en Lucy. 

—¿Te encuentras bien? —susurré en su oído. 

—Sí —sonrió Lucy dulcemente, al mismo timepo que colocaba mi mano izquierda sobre la suya derecha que reposaba alrededor de mi cintura —. ¿Tú te encuentras bien? 

—Sí... bueno, no dejan de mirarte. 

—Ah, estás celoso —rió suavemente. 

—No lo estoy. 

—Generalemte, cuando un hombre dice que no está celoso, siempre lo está. 

—En este caso, no estoy celoso. 

—Claro —respondió Lucy riendo.

—¡Su majestad se acerca! —gritó un soldado que custodiaba la puerta del castillo. 

—¿Estás lista? —pregunté sobre su oído, sintiendo a Lucy asentir—. Vamos, mi reina —hablé, bajando del caballo y ayudando a Lucy a descender. 

—Gracias. 

—No hay por qué —sonreí. 

—Su majestad, lo esperábamos dentro de dos semanas —expresó el consejero real. 

—El mar nos dio buen aire y corriente —manifesté—. Por eso logramos llegar antes. 

—¿Llegar, majestad?

—Mi tripulación, mi prometida y yo —besé la mano de Lucy, quien sonrió con dulzura. 

Mi consejero se percató de que había hablando de más, así que se disculpó con Lucy y preguntó su nombre. 

—Lucy —respondió de manera seca. 

—Es la reina Lucy —corregí. 

Mi consejero pareció impresionado—. ¿Lucy? Como la valiente reina de Narnia. 

Lucy confirmó que era la misma. Mi consejero se disculpó nuevamente por su imprudencia, y Lucy le respondió con amabilidad. 

—La reina Susan, de la cual Caspian está enamorado, es mi hermana... ciertamente es confuso ya que yo me casaré con Caspian y seré su reina. ¿Así que si es confuso? —explicó Lucy. 

Le prometí a Lucy que intentaría hacer que la situación fuera menos confusa a partir de ahora. Antes de que mi consejero se retirara, le ordené que corriera la voz de que el rey había encontrado a su reina. Él se despidió con una reverencia. 

Después de recibir los saludos de mi consejero real, entramos al castillo. Era un lugar majestuoso, con altos techos adornados con detalles en otro y tapices coloridos que cubrían las paredes. La gente nos saludaba mientras caminábamos hacia la sala del trono. 

Lucy se veía impresionada por el lugar, y no pude evitar sentirme orgulloso de poder compartir este hogar con ella. Llegamos a la sala del trono y nos sentamos en nuestros respectivos tronos, sin necesidad de discutirlo con Lucy, ella se sentó sin preguntar y sin dudar. Mis consejeros comezaron a presentarme informes sobre el estado del reino y las medidas que había tomado mientras estuve fuera. 

Lucy me observaba con atención mientras los consejeros hablaban, y me hizo una pequeña señal para que me acercara a ella. Me levanté y caminé hacia su trono, agachándome para escuchar lo que tenía que decirme. 

—¿Podemos salir a pasear por los jardines después de esto? —preguntó Lucy con una sonrisa. 

—Claro que sí, mi reina —respondí con una sonrisa—. ¿Te gustaría que te mostrara nuestros hermosos jardines?

Lucy asintió con entusiasmo, y yo me sentí feliz de poder hacerla feliz. Continuamos escuchando los informes de los consejeros mientras planeábamos nuestro paseo por los jardines. 

Finalmente, los informes terminaro y me levanté para dar las órdenes correspondientes. Lucy se acercó a mí y me tomó de la mano, llevándome fuera de la sala del trono. 

Caminamos por los jardines, hablando sobre nuestras aventuras en el mar y las cosas que habíamos extrañado. Había flores de todos los colores, cascadas, estanques y un camino de piedras que nos llevó a un hermoso mirador. 

Desde allí, pudimos ver el puerto donde habíamos llegado hacía unas horas y el vasto océano que nos había llevado a casa. Me di cuenta de que no había lugar en el mundo en el que preferiría estar que en ese momento con mi prometida en mis brazos, disfrutando del hermoso paisaje de nuestor hogar. 

El Amor del Rey 🙊Where stories live. Discover now