❝Capítulo 8: Tirar por la borda❞

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Tirar por la borda. 

1. loc. verb. coloq. Deshacerse inconsideradamente de alguien o de algo.

Jaebeom despertó con el atosigante olor a tabaco mentolado de Mark

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Jaebeom despertó con el atosigante olor a tabaco mentolado de Mark.

Su delgado cuerpo estaba sobre el suyo, reposando su cabeza en su pecho desnudo, las piernas entrelazadas y su brazo caía al aire, rodeándolo. Solo era visible su mata de cabellos negros, pues estaba cubierto con la sábana. Jaebeom acarició su sedosa cabellera, encontrando un par de canas que le hicieron sonreír.

Cerró los ojos reviviendo la noche anterior, cuando acariciaba y besaba la piel del americano, cuando le escuchó suspirar en su oído y sintió sus dientes clavados en la piel de su hombro. Ni siquiera tuvieron sexo, pero Jaebeom se sentía satisfecho, cálido... Completo.

Mark comenzaba a moverse, y abría sus ojos desconcertado, no sabía dónde estaba, ni cómo diablos había llegado ahí. La fuerte mano acariciando su cintura, le hizo alterar, alzando su vista de inmediato hacia arriba para tomarse con la sorpresa de que estaba echado encima del capitán, quién acariciaba sus mejillas y le sonreía como si hubiese visto la cosa más hermosa del mundo.

Se levantó alterado, casi cayendo de la pequeña cama de no ser por Jaebeom que le sostuvo de inmediato. — Oye, Mark... Cálmate.

— ¡No me toques! —Gritó aún más alterado, saliendo de la cama, entonces notó que estaba desnudo, estaba desnudo a igual que Jaebeom que le miraba con una expresión desconcertada sentado en el colchón.

Tuvo la urgencia de cubrirse, a pesar de que estaba consciente de que ya le había visto desnudo, y las marcas que descubrió entre sus muslos le dieron a entender que no solamente había visto, también había tocado, mordido, y besado.

Los recuerdos de la noche anterior chocaban su mente como balde de agua fría aunque borrosos, incompletos. Se volteó a mirar a Jaebeom cuando ya se había colocado sus calzoncillos, sin estar seguro de que fueran suyos. — ¿T-Tú y yo?

— ¿Tú y yo qué? —Preguntó Jaebeom ya comenzando a enfadarse. —No tuvimos sexo. ¿Qué no lo recuerdas?

Mark tomó asiento en la silla donde aún reposaba la corbata ajena, con una expresión ida.

— ¿Estabas borracho? —Indagó Jaebeom, más que todo confundido, pues no recordaba sentir olor a alcohol en Mark ni actuaba como si estuviese borracho.

Mark negó, no estaba borracho. No había tomado aquel día. Se puso de pie y comenzó a vestirse, luciendo evidentemente incómodo. —No debiste hacer nada conmigo.

— ¿Disculpa? —Estalló Jaebeom, encabronado. — ¿Acaso fui yo quién se apareció en tu puerta, pidió entrar y encima me colé en tu ducha? ¡¿Fui yo, señor Tuan?!

— ¡Entonces debiste detenerme! —Gritó de vuelta Mark, al borde de las lágrimas. — ¡Debiste detenerme! ¡Sacarme a patadas como alguien normal! ¡Eres un maldito enfermo!

Maldito enfermo.

Jaebeom apretó la mandíbula resistiendo las ganas de partirle la cara al americano. —Sal.

Mark se intimidó, solo esas tres letras habían logrado asustarlo. La fuerza y la gravedad del coreano al decirlas fue espantoso, salió de la habitación sin pensarlo, cerrando la puerta de golpe detrás de él sin importarle andar medio vestido.

Se vistió en el pasillo tan rápido como pudo y salió corriendo, no quería estar más tiempo allí. Tenía los ojos llenos de lágrimas, sabía que comenzaría a llorar en cualquier momento, se sentía un imbécil. No. Él era un imbécil.

Los maricones deben arder en el infierno, son todos unos asquerosos. La homosexualidad es el pecado más grande que existe en la tierra. Son unos enfermos, degenerados, por eso se esconden, ellos mismos sienten vergüenza de sus asquerosidades.  Las dolorosas frases que escuchó durante toda su vida golpeaban sus recuerdos como un fuerte martillo, frases que habían forjado su carácter y que le mantenía alejado de su propia persona.

Abrió la puerta de su camarote con un estruendo, listo para lanzarse a su cama y llorar hasta perder el conocimiento, pero en cambio, fue recibido por una voz aguda gritando.

— ¡Sorpresa! —Era Tamara, sentada sobre su cama con los brazos en el aire y sonriendo. — Hey, ¿Por qué lloras? ¿No estás feliz de verme?

Mark sonrió a medias, fingiendo y limpió sus lágrimas a la par que se acercaba a ella. —Estoy llorando precisamente por eso. —Mintió, colocando mechas del cabello rubio detrás de su oreja. —Porque estoy feliz de verte. —Besó su mejilla. Nunca se había sentido tan hipócrita como en momento, pero se juraba a sí mismo que las cosas eran mejor de esa forma. Vivir falsamente.

Sabía que no sería el primer hombre en esconder su homosexualidad en los brazos de una mujer, escudándose con una familia y un supuesto matrimonio feliz. Él no era como Jackson y Youngjae. Él sabía que no era lo suficientemente valiente para revelar su verdadera identidad y ser feliz junto a un hombre.

Él era un cobarde.

— Le pedí al doctor que me trajera aquí, puedo completar mi tratamiento a tu lado.

Mark le mostró lo más parecido a una sonrisa, era lo más que podía en ese momento. —Estoy feliz que pensaras eso, no aguantaba más tiempo sin ti.

Tamara sonrió con esos ojos brillantes de siempre. —Lo sé, solo mira como lloras. ¿Quién pensaría que eres así de romántico? Sin duda alguna soy la mujer más afortunada.

Asintió. —Así es.

La mujer comenzó a contarle cosas que Mark nunca se interesó en escuchar, su mente estaba en otro lado... En los brazos de Jaebeom que acaba de perder, por idiota, por imbécil, por cobarde.

 En los brazos de Jaebeom que acaba de perder, por idiota, por imbécil, por cobarde

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Próximo capítulo:  17 de junio

Altamar ; markbeomWhere stories live. Discover now