El saber

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CAPITULO 16

EL SABER.

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La respiración se le empezó a cortar como si lo olvidara completamente, incluso su cuerpo se volvió frío, no era por el clima estaba segura de ello, el shock de las fotos. No, podía ser trucado, es decir que encontrara una foto en la que Hinata se ve besando a una mujer que no era ella tenía que ser un efecto del Photoshop, ¿no es así? Pero Hinata la estaba tocando y esa posición se veía difícil de editar; Estas cosas desconocía en su totalidad por lo que la posibilidad queda en un cincuenta y cincuenta.

Tenía que mantener la mente en blanco para pensar más en claro, pero no lo conseguía odiaba el sentimiento acelerado que estaba obteniendo. Segura que si alguien estuviera en este preciso momento frente a ella lo golpearía sin dudarlo, entonces volvió a ver la imagen insegura y el pensamiento que había estado evitando dio a su lugar nuevamente:

Hinata jugaba con ella.

Su corazón se oprimió y el ser o, mejor dicho, los seres que se formaban en su vientre se removieron, y sus lágrimas le exigían salir, pero quería ser fuerte o al menos intentarlo.

La lucha de estos pensamientos logró únicamente conciliarle el sueño mientras lo esperaba; A la mañana siguiente sus ojos se abrieron de uno en uno al intentar levantarse olió sus sabanas volteando hacia el lado que regularmente se dormía su esposo.

Entonces sus memorias volvieron.

Quería gritarle, pero también quería callar, ¿podía ser una mentira?

Por favor que lo sea.

¿De dónde aparecieron estas inseguridades que hasta ahora desconocía?

-Me voy.

Esa voz escuchó desde lejos, era Hinata. Instintivamente se levantó de golpe y fue hacia él.

¿Debería reclamarle?

-¿A donde vas?

Sus palabras no expresaron sus pensamientos, más bien su cobardía.

Hinata la miró estupefacto, no era de esperar, menos de ella casi no metía en sus asuntos.

-¿Qué pasa con eso? Despertaste extraña hoy. -Dijo regresando la mirada hacia la manilla de la puerta.

-Te pregunté algo. -Exigió a lo que Hinata sintió que esas palabras lo golpearon de cierta manera.

Y volvió a hacer lo suyo, observándola sin decir nada y responder con simples palabras, sin ninguna intención de contestar.

-Volveré.

No esperó que ella dijera algo y cerró la puerta, huyendo del lugar.

Huyendo cual cobarde.

Después de todo es cierto, él siempre hacia eso.

Todo esto le hacían pensar si ella era realmente... feliz, con él, ¿acaso lo era?

Era una idiota, eso era seguro.

La mendacidad del destino. SasuhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora