Por la cabeza me pasaba de todo.
Hubo un momento en el que incluso llegué a pensar que tal vez todo aquello era parte de un juego cruel de mi mente. Quizás, estaba volviéndome loco, pero loco de verdad. Al menos esa era la explicación más razonable que se me ocurría para darle sentido a todo lo que me estaba pasando.
Probablemente acabaría como aquellos predicadores callejeros que anuncian profecías frente a la boca del metro y que desean prevenirnos del fuego ardiente del apocalipsis. El fuego eterno, amigo.
Ese era el futuro que me deparaba y yo no podía dejar de pensar en ello. Puede que estuviera dándole vueltas al asunto minutos. Tal vez horas porque ya era bien entrada la noche. Fue la lluvia la que logró devolverme a la realidad. Me levanté del suelo, y aunque estaba un poco desorientado, comencé a correr en busca de un lugar más resguardado.
La lluvia iba subiendo de intensidad por momentos y al cabo de un par de minutos estaba empapado. Me costaba correr y se habían formado grandes charcos de agua por muchas zonas de la calle.
Decidí resguardarme bajo la marquesina que había frente a la gasolinera. La temperatura había bajado considerablemente en los últimos minutos a causa del aguacero y yo tenía los dedos helados. Instintivamente, metí las manos en los bolsillos del pantalón. Entonces, mis dedos se toparon con algo.
Imaginé que debía de ser uno de esos folletos que te dan por la calle y te guardas en el bolsillo para arrojarlo a la papelera en cuanto doblas la esquina. Pero, cuando lo saqué, me di cuenta de que no se trataba de ningún folleto, sino de un sobre.
Era pequeño y azul, y estaba cuidadosamente doblado por la mitad. No había nada escrito en él, y estaba seguro que yo no lo había metido allí. Eché un vistazo rápido, y tras darme cuenta que probablemente era de Nick, no pude reprimir el impulso de abrirlo.
En su interior, había una hoja de papel blanco doblada en cuatro partes perfectas, con un pequeño texto impreso en letras mayúsculas que decía:
2401-BLADWIN ST
La acerca comenzó a temblar bajo la suela de mis botas. Levanté la vista para ver el letrero digital de "Detroit" junto con las líneas del autobús que se detuvo justo en la calle de enfrente.
Volví a mirar el papel con el nombre de lo que parecía una calle y, después, miré de nuevo el autobús que estaba a punto de marcharse.
Dudé.
Luego tragué saliva y pensé que no perdería nada por intentarlo.
Me colgué la mochila sobre la espalda y atravesé la calle rápidamente. El conductor empezó a cerrar las puertas justo antes de que yo llegara a la parada, pero, cuando junté las manos para suplicarle con actitud desesperada, volvió a abrirlas. Pasé la tarjeta de transporte que había encontrado en la mochila de Nick por el lector, y atravesé el estrecho pasillo hasta el fondo del autocar.
Las puertas del autobús se cerraron con un chirrido y, tras saludar con un leve movimiento de cabeza al chico con pinta de yonqui y a la señora del sombrero, ocupé el asiento vacío que quedaba entre ellos dos.
Ya sentado, observé de nuevo el mensaje como si hubiera sido escrito con palabras de un idioma indescifrable. Instintivamente levanté la vista hacia el chico con pinta de yonqui que miraba el papel fijamente.
—¿Qué se te ha perdido a ti en Baldwin Street?
Me quedé callado.
—No hace falta que me lo digas. —dijo, y se acercó a mi oído para después susurrar: —Yo también voy a Baldwin a buscar lo mismo.
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Vuelta a los 18 ©
Teen FictionLa vida de Rayder Russell, un desempleado de 30 años, toma un rumbo inesperado cuando, de la noche a la mañana, se despierta con la apariencia de un chico de 18 años. Ray, deberá superar las múltiples dificultades de su nueva vida como adolescente;...