Capítulo 40

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No fui capaz de contestar el mensaje de Dan. En verdad que lo intenté, lo leí varias veces e intenté dar una respuesta pero no salió nada de mi lado. Claro que el amor no cambia ni termina en dos días, lo que sentía por él la semana pasada lo sigo sintiendo ahora, solo que no sé cómo gestionar mis emociones después de todo lo que pasó. Me sentía en una montaña rusa emocional que parecía subir rapidísimo y bajar en picada en segundos para después volver a subir y dar dos giros impresionantes, de esos que te dan ganas de vomitar a mitad del juego.

Seguramente que Dios está allá arriba burlándose de mí y de todas las situaciones que me hace vivir. Sí, he tomado pésimas decisiones y sí, creo que estoy aprendiendo. Pero estoy harta de lastimar a Dan con cada decisión que tomo. Él no lo merece, él se merece algo mejor y poco a poco me estoy convenciendo de que yo no soy la persona que debería tener a su lado.

Y ni hablar de las decisiones académicas, para agregar algo más a la lista de pésimas decisiones. No estudié para el examen, todas las horas que pude haber usado para estudiar las gasté en mi ex novio, en lamentarme por lo que pasó y en convencer a Marisol de que no estoy enamorada de su novio. Ya ni siquiera quería seguir contestando las preguntas, estoy en blanco, no recuerdo nada. Me puse de pie y entregué el examen sabiendo que probablemente lo iba a reprobar, genial, ¿por qué siempre me ocurren las peores cosas cuando estoy a punto de presentar un examen importante? ¿Y por qué casualmente Matías siempre tiene que ver con ello?

Matías Licea: ¿Te puedo ver?

Ese mensaje que me mandó desde la mañana y que estaba ahí sin una respuesta siempre que abría mi WhatsApp me llamaba la atención. ¡No, no me puedes ver! No quiero verlo, no porque sé que me desconozco estando con él, no soy capaz de controlarme. De nuevo vibró, lo desbloqueé de inmediato y entonces me senté en una de las bancas de la jardinera para leer el mensaje.

Ingrid Vivanco: Hola Anette, pensé un montón en si debía escribirte o no pero creo que esta pelea debe parar. Eres mi mejor amiga y te extraño, te extraño mucho y te necesito. ¿Podemos vernos? Tú pon la hora y el lugar, en serio que quiero verte y platicar contigo.

Anette Ibarra: Hola, ¿vamos por un helado?

Genuinamente creí que iba a ser el mejor plan, sería como recordar los viejos tiempos en los que íbamos en la misma escuela, cuando nos escapábamos antes del curso de inglés que tomábamos por la tarde para ir por un helado. Solo que esta vez, no iríamos a La Michoacana que estaba a dos cuadras de la secundaria, lo íbamos a intercambiar por algo mucho más genérico en la plaza. Por lo menos, así tendríamos un lugar para sentarnos o eso acordamos en los mensajes. 

Llegué antes que Ingrid

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Llegué antes que Ingrid. Me tomé el atrevimiento de pedir el helado, selva negra para ella y para mí uno de café, mi favorito. Me dieron ambos vasos y busqué sentarme en una de las pocas mesas disponibles de la heladería, esperando con todo mi ser que ella llegara pronto para que no se derritiera el helado. Miré mi celular, hace cinco minutos me dijo que se había quedado atorada en el semáforo que está antes de la plaza, entonces ya no tarda mucho en estar aquí. Un mensaje más, apenas leí el nombre lo abrí inmediatamente.

Solo te quiero para que juegues conmigo [2]Where stories live. Discover now