LEON 8

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A veces resulto ser bastante frío, pero no puedo dejar de ignorar lo que le sucedió a aquel niño. No me conmueve tanto su muerte, sino más bien lo que sucede a continuación.

Cuando Grisel lo ve allí tendido y chamuscado, casi irreconocible, vomita todo lo que tiene en su interior, si es que le queda algo.

En mi mano sostengo con firmeza el cuchillo con el que fueron cortadas las ataduras del cuerpo de Nathan. ¿De dónde salió? ¿Quién estuvo tan cerca y por qué no lo vimos? Lo que más me atemoriza es que alguien estuvo alrededor nuestro y no nos percatamos. ¿Por qué irían a quemar el cuerpo de un niño?

Me autoconvenzo para no darle más vueltas al asunto. Tengo que andar con cuidado.

—Y de repente sale el sol —le digo a Grisel.

—Sí, es muy raro. Hasta hace un rato estábamos tapados por una niebla y una oscuridad asquerosa, y ahora... de repente todo brilla.

Asiento con la cabeza. Estoy de acuerdo pero no tengo nada que agregar.

—Tenemos que buscar algo para comer. He vomitado todo lo que tenía. Si necesitamos beber algo, siempre podemos retroceder sobre nuestros pasos para volver a la cascada —sugiere—. Si tan solo tuviéramos un recipiente donde transportarla...

—No tengo la más mínima idea de dónde podemos sacar comida.

—Yo tampoco, pero podemos usar el cuchillo —me lo señala, ¿Querrá cazar? Como por arte de magia, mi panza cruje.

Ahora se suma otro problema: el hambre, pero aun no es lo suficientemente importante como para que deje a un lado la prioridad número uno: encontrar a Luana.

***

Mis días como niño explorador no habían sido en vano. Me las apaño como puedo para construir una especie de trampa que unas horas más tarde, luego de seguir buscando a Luana, atrapa una especie de paloma. Para ser sincero no me apetece para nada, de hecho, odio a esos bichos. Ratas con alas.

Todo se remonta hace más o menos cinco años. En el jardín de mi casa, unas palomas hicieron un nido y tuvieron sus crías. Con mi padre lo dejamos pues no creíamos que pasaría nada. Grave error. Cuando los pichones nacieron, aprendieron a volar y se fueron con los padres. Hasta ahora parece una historia tierna... pero no lo es.

Dentro de aquel nido quedaron todos los piojillos de las palomas que decidieron entrar a mi casa en busca de alimento. Como resultado, nos tuvimos que ir para que venga un fumigador y poder volver a la semana.

Moraleja: las palomas no son tus amigas.

Año tras año vuelven y quieren hacer el nido nuevamente. Dos veces en la misma trampa no caemos. Está bien que seamos humanos pero tampoco somos tan estúpidos. Así que esta es la historia por la cual detesto a las palomas y por la cual me molesta cualquier animal que pueda tener pulgas porque a ellas parecen encantarle mi sangre. En fin, odio a las palomas, y estoy a punto de comerme una.

Otra de las cosas útiles que aprendí fue a hacer fogatas, así que elaboro una y pongo a cocinar aquel animal. Nunca lo he probado pero supongo que su carne debe ser dura y horrible, como su esencia...

Grisel no está muy de acuerdo con el almuerzo, pero no hay otro menú. Yo siempre pensé que en una situación de supervivencia comería cualquier cosa. Con los exploradores llevábamos comida preparada desde casa. Nunca llegamos a hacer supervivencia al cien por ciento.

Aun guardo esperanzas de que llegue el auxilio y nos salve, pero siento que necesito buscar a Luana cuanto antes. Esto ya es como una de esas telenovelas "oh, mi amiga se perdió, espera que cazo y cocino una paloma". Cada vez que nos vamos moviendo voy gritando su nombre para ver si me escucha, pero siempre es el silencio el que me responde. Además de los pájaros y las chicharras que aparecieron luego de que se haya ido la niebla.

Las moscas se asientan en mi torso desnudo y me vuelven histérico. Grisel colgó su ropa para que se seque sobre las ramas de un árbol donde le da el sol plenamente. Ya no estoy seguro ni siquiera de si tengo que confiar en las ramas de estos árboles.

A veces siento que Grisel me observa, pero cuando la miro para comprobarlo, se hace la desentendida. Creo que le da más vergüenza a ella que a mi. Está muy callada.

—¡Hey! ¿Crees que podrías devolverme la camisa? —le pregunto. Al percatarme que se puede interpretar mal, me apresuro a agregar—: O sea, si ya se secó tu ropa, no es que quiera que te la quites...

—No aclares que oscurece dice el dicho —se levanta y va a palpar su ropa, supongo que para ver si está seca—. Le falta un poco pero creo que se puede terminar de secar mientras la llevo puesta —no le discuto pues quiero mi camisa, pero qué horrible es el olor a humedad en la ropa.

Toma sus prendas y se aleja un poco para que no pueda verla. Ni que quisiera hacerlo. No me considero la clase de hombre que todo el tiempo tiene que estar demostrando su rudeza y lo fuertes que son, mirando culos y tetas. Prefiero mantenerme al margen de los estereotipos, además de que me parece una estupidez.

Estoy tan absorto en mis pensamientos que no advierto que Grisel se había acercado desde atrás y me da un gran susto. Salto de mi lugar en mili segundos y casi la ataco con el cuchillo.

—No se qué te da tanta gracia —no para de reírse.

—Tu camisa —la hace un bollo y me la pasa. Me la pongo. Tiene un olor agradable, ¿Será su aroma? Uf, que romántico.

—Ya está lista—le digo mientras pongo el cuchillo al fuego para esterilizarlo.

—Al menos huele bien —intenta animar el ambiente—. O quizás tengo demasiada hambre —no puedo evitar sonreír.

Al principio el tacto de la paloma con mi lengua resulta bastante raro, pero me acostumbro. Tiene sabor a pollo. No es un gran banquete pues el ave no mide más de veinte centímetros, no tiene mucha carne y la dividimos a la mitad, pero al menos ya tenemos algo en nuestro estómago.

No sé cuál es el próximo paso a seguir, no sé por dónde buscar a Luana, no se si nos vendrán a rescatar, no se lo que pasó con Nathan, no sé por qué suceden cosas tan raras aquí, pero lo único que sí se, es que me gustaría retroceder el tiempo y no hacer este estúpido viaje.

LímiteWhere stories live. Discover now