06.

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Aquellas horas en la sala de espera del hospital fueron las más largas de su vida. Sentía que hacía una eternidad que se encontraba allí sentado, con las manos cubriendo su rostro mientras las lágrimas no paraban de caer por sus mejillas.

Lysandro se encontraba a su lado. Era poco expresivo, pero aún así podías darte cuenta, con solo verlo, de que también estaba dolido por el accidente de Nathaniel. El pelirrojo lo había llamado apenas salió de su casa en dirección al hospital y el albino no dudó ni un segundo en ir hacia allí para poder hacerle compañía a su mejor amigo en aquél duro momento.

Aún no podía creer cómo es que todo eso estaba sucediendo. Todo venía de maravilla, todo estaba en armonía, y de repente un maldito accidente. Tenía miedo, debía admitirlo. Tenía miedo de todo lo que podría suceder de ahora en más, porque los médicos solamente habían logrado darles la información de que el rubio se encontraba algo delicado.

No sabía si habían avisado a alguien, tampoco le importaba demasiado. Solo quería que su prometido estuviera bien, que saliera de allí y pudieran continuar con todos esos planes que tenían en mente desde el primer día.

01:15 AM

Cada minuto que pasaba le dolía más.

Lysandro había decidido regresar a su casa luego de estar prácticamente todo el día en el hospital junto a Castiel, pero volvería luego de darse una ducha. No iba a dejarlo solo en aquél momento.

El pelirrojo por su parte no quería abandonar aquella silla. Tan solo lo hizo dos veces, ambas para poder fumar un cigarrillo y calmar los nervios que lo estaban carcomiendo vivo.

Finalmente a las dos de la mañana el médico abrió las puertas de la sala de emergencias, caminando en dirección a Castiel, quien se puso de pie al instante.

— Dígame que se encuentra bien —se apresuró a decir, antes si quiera de que el doctor pudiera estar frente a él.

— Lo trasladaremos a una habitación. Se encuentra estable, con un brazo roto, pero aún no ha despertado. Creemos que es mejor dejarlo en una habitación hasta que logre despertar y que lo haga en un lugar tranquilo —comenzó a decir el doctor, mientras Castiel asentía frente a todas aquellas palabras— Dado que es su único familiar aquí puede quedarse con él en la habitación. Aún no lo trasladaremos, por lo que si quiere darse un descanso y regresar en una hora.


Aún cuando el doctor lo dejó allí solo se quedó pensativo. Estaba algo cansado, su mente no había parado de pensar y necesitaba, al menos, darse un buen baño caliente. Le avisó a Lysandro sobre aquellas noticias, prácticamente obligando al albino a que se quedara en su casa descansando y que regresara en la tarde. No quería obligarlo a permanecer toda la noche allí.

Castiel por su parte se encaminó hacia su casa. Aún tenía varias cosas rondando por su cabeza, aún estaba nervioso, y los cigarrillos no lograban calmarlo ésta vez.

Apenas entró en su hogar se dirigió al baño, quitándose la ropa apresuradamente para poder meterse en la ducha, dejando que su cuerpo se relajara bajo el agua tibia. Sus ojos se cerraron y sintió que, por fin, estaba teniendo un pequeño momento de tranquilidad. Sin embargo no duró demasiado, pero eso le fue suficiente de igual manera. Terminó de ducharse, colocando la toalla alrededor de su cintura una vez que terminó de secar su cuerpo y así se dirigió a la habitación, donde ni siquiera se detuvo a pensar qué ponerse. Jean, camiseta, zapatillas y abrigo. Iba a un hospital y, dadas las circunstancias, no era momento de pensar en verse bien.

Tomó lo necesario para él, sus llaves, su teléfono, su billetera. Guardó algunas prendas de Nathaniel en su mochila, supuso que las que traía puestas estaban algo sucias, así que decidió llevarle algo cómodo. Si necesitaba más noches allí volvería por más cosas, pero por el momento solo tenía que esperar que despertara. Y solo esperaba que eso fuera pronto.

Nuevamente se encaminaba hacia aquél hospital, ahora con la mente y hasta el cuerpo más tranquilos. Sabía que Nathaniel estaba bien, o al menos "estable" como le había dicho el doctor. Aún estaba preocupado, pero solo era cuestión de esperar a que su prometido despertara y que todo estuviera bien. Mantenía la esperanza de que mañana mismo estarían regresando a su hogar, volviendo al estrés de organizar una boda pero felices de poder estar juntos.

Fumó un último cigarrillo antes de volver a entrar y dirigirse a la sala de espera. Finalmente decidió preguntar si ya habían trasladado a su prometido. La respuesta no tardó en llegar: Nathaniel se encontraba en el segundo piso, habitación 147. Se apresuró a las escaleras, subiendo las mismas con rapidez, pero con discreción; al llegar al segundo piso logró encontrarse con el médico en el pasillo.

— Habitación 147. Aún sigue dormido, pero si despierta o si algo anda mal no dudes en llamar a un médico —murmuró antes de dejar continuar a Castiel, quien asintió, afirmándole que así sería.

Le causaba algo de náuseas aquella habitación. El ambiente era tranquilo, pero de igual manera podía percibirse, de vez en cuando, una pizca de nerviosismo en el aire. Dejó la puerta entreabierta, su mochila a un costado de la silla y finalmente se decidió a posar los ojos en aquella cama.

El rubio se encontraba acostado en la misma. Su brazo izquierdo tenía puesto un yeso blanco como la nieve, su rostro algún que otro raspón. Agradeció con todo su corazón que Nathaniel fuera tan estricto con las reglas y usara casco. Sus ojos permanecían cerrados, mientras su respiración se mantenía tranquila a la vez que un respirador le proporcionaba el aire necesario.

Trató de evitar que alguna lágrima saliera, si despertaba no quería que lo viera así. Estaba seguro de que él estaba bien, de que pronto ambos estarían en casa y aquello solo sería, quizá, una anécdota algo graciosa.

Se acercó a la cama a pasos lentos, aún observando su alrededor con atención. Una vez frente a su prometido acarició su mano derecha con la yema de sus dedos, para luego tomarla con ambas manos. No hubo alguna reacción ni respuesta de su parte, pero Castiel no lo soltó por un largo rato.

Podría decirse que estuvo casi media hora así, con la mano de Nathaniel entre las suyas y su mirada vagando por la habitación, de vez en cuando clavada en un punto fijo, dejando que los pensamientos volaran por su mente otra vez.

Un leve sonido logró sacarlo de su mundo. Bajó la mirada hacia el rostro de Nathaniel, observando con atención como sus ojos comenzaban a abrirse lentamente. Estaba algo confundido, pero supuso que era completamente normal, y sus miradas se encontraron en el segundo siguiente. Castiel sonreía levemente, pero frunció el ceño al percatarse de que algo en la mirada del rubio era diferente.

— ¿Dónde estoy? —preguntó Nathaniel, con notoria confusión en su voz. Se observó a si mismo, notando el yeso y sintiendo leves dolores en su cuerpo. No estaba seguro de qué había sucedido, pero era más que obvio que había tenido un accidente— ¿Quién eres? —preguntó finalmente mientras posaba la mirada otra vez en Castiel. Aquella pregunta lo descolocó por completo. Se quedó en silencio observando al rubio, a su prometido, quien ahora mismo lo desconocía.


(Les confieso que mi idea principal, y se los digo así sin más, era que Nathaniel muriera luego del accidente. Pero sus comentarios me hicieron darle otro giro, porque todas estaban con la idea en la cabeza de que solo no lo iba a recordar, y me dio un poco de pena. Para que vean que no las quiero hacer sufrir tanto)

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