... Con Fantasmas del Pasado

3.4K 145 42
                                    

Mientras disfrutaban sus bebidas, Simón se puso a contarle un montón de historias sobre su vida. 

A Ámbar le daba risa pensar que cualquiera que la viera pensaría 'pobre piba, atrapada con ese chico que no deja de hablar de él' . En realidad, sabía que lo estaba haciendo por ella. Después de lo que le había contado antes de salir de la mansión, Simón seguramente sentía que ella se había abierto mucho con él y necesitaba pensar en otra cosa. De ahí toda la palabrería de su parte, pensada para servir como distracción.

Lo que cualquiera interpretaría como egocentrismo, ella sabía que era un gesto de amabilidad. 

Le podría haber dicho que no era necesario, que ella estaba bien y él no necesitaba esforzarse para hacerla sentir mejor, pero realmente le encantaba aprender más cosas sobre él. 

Disfrutaba escucharlo hablar sobre sobre su familia (la cual era enorme), sobre dónde creció (sólo una casa regular cerca de la playa de Cancún), cómo le iba en el colegio (no muy bien, pero tampoco mal), y cualquier otra pequeña cosa que él quisiera compartir. Quizás fuera mucho, pero Ámbar sentía que quería saberlo todo sobre él. Hasta la más pequeña cosa la maravillaba, como que probó andar en skate a los doce, antes de los patines, porque pensó que eso lo haría verse cool (resulta que sólo consiguió una contusión) o como solía hacer helados caseros en el verano poniendo jugo en la cubetera de la heladera. 

Ella le dijo que le gustaría probar uno de esos alguna vez. Él sonrió y le guiñó un ojo. "Hecho." 

Ordenaron helados de verdad para llevar y los fueron disfrutando mientras caminaban. Ya que Ámbar llevaba su regalo en una mano y el cono de helado en la otra, pasó su brazo por debajo del de Simón y él feliz curvó el suyo para enlazarlos juntos. 

Mientras paseaban, Ámbar comenzó a compartir recuerdos con él también. No tenía tantas historias locas o graciosas como él, pero de la misma forma en que quería saber más de él, también quería que él supiera más de ella. Jamás pensó que estaría dispuesta a compartir historias de su vida que no trataran de ella luciéndose en algo, pero a diferencia de como solía ser antes con todo el mundo, Ámbar no lo quería impresionar. Sólo quería que la conociera. No a Ámbar Smith la Reina de la pista; sólo a Ámbar. Y ese era un pensamiento tan liberador. 

Así es como se sentía con Simón: más libre de lo que había sido que nunca. 

Por su parte, Simón estaba fascinado escuchándola. 

Embelesado, escuchó a Ámbar mientras le contaba cómo comenzó a patinar a los siete, determinada a ser tan buena como una chica más grande que había visto entrenando en el parque (y mejor), lo emocionada que había estado la primera vez que ordenó algo por internet y el paquete llegó (algo con lo que él podía identificarse, sólo que en su caso había sido a los dieciséis con su primer pago; ella lo había hecho a los once con una tarjeta de crédito) y sobre cómo había empezado a escribir canciones a los trece, pero sus primeras piezas eran tan ridículamente malas que se retorcía de sólo pensar en ellas. 

Él le preguntó si podía leer alguna de esas letras algún día. Ella le dijo que ya las había tirado todas para que nunca pudieran avergonzarla. Él hizo un puchero y ella rió. 

A lo largo de todo eso, Simón intentó no distraerse mirando sus labios. Se sentía un poco como una falta de respeto considerando que ella estaba compartiendo pedacitos de su vida con él, y a él de verdad le encantaba escucharla bromear y hablar sobre su infancia, no lo malinterpreten. Pero la forma en que su lengua se asomaba para lamer su helado y limpiar sus labios de rato en rato era... muy distrayente. 

En un determinado momento, ella le pidió tomar una probada de su helado, lo miró directo a los ojos mientras tomaba un bocado de él y luego sonrió. 

Caminos Que Se Cruzan...Where stories live. Discover now