33.

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Emilio

Corrí hasta el baño nuevamente y busque en los cajones hasta encontrar una pequeña caja de primeros auxilios, intentaría curar sus quemaduras con eso. No tenia de otra, ademas estaba casi seguro que Joaquin no iba querer ir al hospital si se lo proponía

-¿Me vas a explicar que te paso?- Le pregunte mientras me sentaba a su lado en la cama y tomaba con amabilidad su brazo izquierdo entre mis manos.

-Me queme.- Dijo en voz baja sin levantar su rostro.

-Sí, ya lo note.- Resople, humedeciendo un trapo en un recipiente de agua que había llenado en el baño. Coloque el trapo húmedo en su brazo e inmediatamente él se sobresalto soltando un quejido lastimero. -¿Duele mucho?

-Arde. Eso es todo...- No me extrañaba que evitaba mirarme directamente o que me contestara con respuestas cortas. Después de todo lo que había pasado anoche... No me extrañaba.

Termine de limpiar las heridas y los restos de cenizas de ellas, y luego saque del botiquín una pomada antibiótica. Supuse que eso le ayudaría para el dolor, así que, muy despacio, comencé a esparcir la crema sobre las quemaduras. Joaquin volvió a soltar un quejido pero luego de un rato lo escuche suspirar, como si estuviera aliviado. Continué curandolo con toda mi atención puesta en su brazo, y cuando termine, comencé a curar su brazo derecho. No me había percatado de lo que ocurría a mi alrededor, ya que tenia toda mi concentración atenta a sus pequeñas heridas. Pero cuando sentí una mirada sobre mi, gire mis pupilas fuera de su brazo y las clave en ese par de ojos frágiles y castaños que me observaban atentamente. Me sorprendí al verlos tan rojos e hinchados... Completamente apagados.

-Joaquin.- Le llame, sin despegar mis ojos de los suyos.

-Necesito...- Susurro él, mientras sus ojos se llenaban de lagrimas. -Necesito contarte, necesito decirte todo. Ya no puedo más Emilio. Necesito que me ayudes, en verdad... Por favor. Tengo mucho miedo.- Confeso en un hilo de voz y sentí su brazo temblar en mis manos.

-¿Quien te hizo todo esto?- Murmure yo también como si el responsable estuviera cerca de nosotros.

Joaquin mordió su labio inferior, el cual temblaba con brusquedad. Sus ojos se desviaron, buscando a nuestro alrededor frenéticamente, de la misma manera en la que yo note que miraba a su alrededor los primeros días en los que comenzó a comportarse extraño. Era el mismo movimiento de pupilas. La misma paranoia en su retina.

Luego de unos segundos, sus ojos aterrados volvieron a posarse en los míos. Me miro fijamente.

-A-Alguien... Me persigue.- Hablo en voz bajisima. Tuve que acercarme un poco para escucharlo bien. -No se bien... Quien o... O que... Pe-Pero...

-¡Joaco, tranquilízate!- intente calmarlo al ver como su pecho comenzó a subir y bajar al ritmo de su respiración acelerada.

-No puedo. No puedo.- Balbuceo, temblando demasiado. Su respiración ya no era normal. Estaba hiperventilando. -Me va a matar. Me va matar si abro la boca.- Lloro escondiendo su rostro entre sus manos. -No... No puedo respir...- Se le corto la voz, y sollozo tan fuerte que el volumen de su llanto se escucho como un grito de terror.

-¡Joaquin, respira por favor!- Totalmente alarmado, lo atraje hacia mí por los brazos para intentar calmarlo, pero inmediatamente comenzó a retorcerse, intentando huir de mí con movimientos bruscos.

-¡Déjame! ¡Déjame! ¡Déjame!- Exclamo con voz quebrada mientras que sus manos me pegaban en el pecho.

Me asuste.

Me asuste en serio.

Esto ya no era normal. Joaquin estaba mal, mal de verdad. Jamas lo había visto tan alterado. Estaba fuera de si.

-¡Escúchame!- Atrape su rostro rojo por el llanto entre mis manos, haciendo que me mirara a los ojos. -¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí contigo! Mírame, mírame bien...- Sus ojos abiertos de par en par me observaron fijamente, pero su respiración seguía siendo anormalmente rápida. -No le temas al miedo, no es malo sentir miedo Joaco, acéptalo. El te ayudara a mantenerte a salvo. Esta bien, no lo enfrentes... Es una emoción nada más, intenta relajarte ¿de acuerdo? Yo estoy contigo.- Le sonreí intentando aparentar tranquilidad, y rocé mi frente con la suya la cual estaba toda sudada. -Estoy aquí, te entiendo... Se que estas asustado, pero estas a salvo conmigo...- Susurre acariciando su cabello serenamente.

-Me duele el pecho, me duele mucho, no dejes que me atrape por favor, sácame de aquí.- Se me estrujo el corazón, él hundió su cabeza en mi pecho, volviendo a tapar su rostro aterrado con sus manos temblorosas.

-De acuerdo, pero respira por favor.- Un ataque de pánico, eso era lo que estaba sucediendo.

Me puse de pie lentamente mientras él se aferraba a mí, temblando exageradamente. Comencé a caminar sin agarrarlo para que no se alterara, y me dirigí hacia la ventana.

-¿Has visto la nieve?- Pregunte abriendo el vidrio con tranquilidad, haciendo que el aire frió nos desordenara los cabellos. -Quiero que me ayudes a contar los copos de nieve que caen... Y a medida que cuente, tú contaras tus respiraciones, ¿de acuerdo? Inhala y exhala...

No contesto pero sus manos arrugaron la playera cerca de mi pecho.

-Uno...- Conté en voz alta mientras él inhalaba con brusquedad, soltando luego todo el aire de golpe. -Intenta retener el aire por dos segundos antes de exhalarlo ¿ok?

Asintió varias veces mientras él intentaba seguir mi ritmo lento. Podía ver los esfuerzos que hacia para sostener su respiración para luego liberarla, permaneciendo así unos cuantos segundos antes de volver a respirar. El aire frió que entraba por la ventana seria bueno para refrescarlo. Podía notar el alivio que sentía al notar las ráfagas de viento chocando contra su rostro y cuello sudado.

Se tapaba los oídos, como si no quisiera escuchar nada, pero de todas maneras seguí contando mientras que él se apoyaba en mí e intentaba regular su respiración aun un poco agitada. Me quede a su lado en todo momento, ya que seguramente tener un ataque de pánico en completa soledad seria aterrador... ¿Y si había tenido uno ya? El pecho me hormigueaba incomodo por no saberlo.

Aproximadamente luego de diez minutos, pude hacer que se sentara en la cama. Seguía tapándose los oídos, pero ya no rechazaba tanto mi tacto, y su respiración se había normalizado bastante.

Me senté a su lado y lo hice acostarse en mi regazo suavemente. No me rechazo y termino apoyando su cabeza en mis piernas.

-¿Cual es el recuerdo más bonito que tienes?- Comente en voz baja mientras comencé a acariciar sus cabellos. Con esa pregunta, pretendía que él alejara todo los pensamientos negativos que tenia en su mente.

-Las estrellas...- Susurro con los ojos cerrados. Tenia las mejillas llenas de lagrimas. -En el avión... Contigo.

-Es verdad, eso fue muy bonito.- Sonreí al notar que ya se había calmado por completo. Y agradecí a mi madre por haberme enseñado a calmar los ataques de pánico.

-Emilio.- Murmuro con los ojos perdidos. -No te alejes...

-Estoy aquí.- Afirme peinando hacia atrás algunos cabellos de su frente.

-Ella es débil cuando tú estas a mi lado.

Y cerro los ojos.





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Sin Luz - EmiliacoWhere stories live. Discover now