O.7

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Separados por un cruel destino.

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Caminaba por los solitarios corredores del castillo.

¿Ahora como la miraría de nuevo a los ojos? Recordó aquellas esmeraldas esperanzadas de la noche anterior, recordó sus sonrisas, aquellos delegados brazos rodeándolo con ternura y emoción. ¿Cómo podría seguir viéndola sin sentirse morir por no lograr nada?

No podía hacer nada y no dejaba de recriminarse eso.

Si lo pensaba sonaba como un idiota, joder, no tenía ni idea de si era correspondido por Sakura o no, no sabía si ella se sentía del mismo modo. ¿Qué si solo lo veía como un amigo? En ese punto, tal vez aceptaría el matrimonio sin pelear tanto. Pero... ¿Y si cabía una posibilidad de que ella lo quisiera? ¿Podría ella amarlo o querer permanecer a su lado?

Y si así fuera, seguía aquella problemática.

Si bien podrían escapar del reino... No, era imposible, lo tenía presente. Aunque huyeran en la madrugada, aunque evitaran la seguridad y escapasen, conocía bastante bien la organización militar del reino, él mismo habría trabajado codo a codo con su padre para su funcionamiento y evitar los fallos. No tardarían poco más de un día antes de que las tropas del reino los alcanzaran y regresasen al reino.

Y lo más probable, una vez hubieran regresado, es que lo obligaran a casarse de igual forma. Y a Sakura... sólo los dioses sabrían que sería de ella. Él era el sucesor, un castigo o confinamiento sería lo peor que pudiese ocurrirle, pero Sakura no tenía nada que le protegiese, no era nadie para su padre, sólo una chica de miles más.

Justo lo que no era para él, Sakura era su prioridad, era única en el mundo, era... Era todo.

No. Eso era demasiado arriesgado y no podía darse un lujo como ese. Lo mejor que el podía hacer, aunque no quisiera, era contraer matrimonio como estaba acordado, casarse alguien a quien no amaba. Era su única alternativa, la más racional y la que tenía menos riesgos, al menos así podría proteger a Sakura. Podría seguir cuidándole aunque fuera desde lejos, podría dejar que se quedase dentro del castillo... Y amarla.

Aunque fuera en secreto, aunque ese sentimiento no fuera correspondido, aunque no pudieran estar felices juntos. Aunque sintiera el dolor de no estar con ella, de saber que cabía la posiblidad de que ella se enamorase de alguien más y dedicara esas sonrisas que le daba a ese alguien, a pesar de saber que ella estaría cerca y él no podría tenerla nunca en su vida. Al menos así ella estaría a salvo, podría protegerla.

Los pasos lentos y pesados le llevaron de manera inconsciente a la puerta de la habitación de la esmeralda.

La miró con pesadumbre, y con un dolor profundo en el pecho golpeó la puerta levemente.

Mi bella sirena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora